Hay libros que son peligrosos. Y cuando digo peligrosos no pienso en sus ideas, en sus proclamas o en sus faltas de ortografía. Digo 'peligrosos' en sentido literal. Libros que pueden causar enfermedades, hacer daño o incluso matar a sus lectores.
Esos libros existen y algunos de ellos se guardan en lugares tan poco dados al misterio como la Biblioteca Nacional de Francia. En sus sótanos se almacenan un montón de cajas de plomo que guardan papeles, cuadernos e incluso libros de cocina. Unas cajas que componen la colección de Pierre y Marie Curie y que después de todos estos años siguen siendo peligrosamente radioactivos.
Muy radioactivos, de hecho. Tanto que los investigadores que desean acceder a esos documentos no solo deben manipularlos con ropa de protección, sino que tienen que firmar un descargo de responsabilidad.
Una vida entregada a la ciencia. Literalmente
Marie Curie no necesita presentación. Sus trabajos supusieron contribuciones fundamentales a la ciencia del siglo XX y fue la primera persona en ganar dos premios Nobel. Eso sí, lo hizo con grandes sacrificios y mucho sufrimiento.
Curie murió por anemia aplásica. Se trata de una rara enfermedad vinculada, en este caso, a la radiación. La exposición continuada acabó por destruir las líneas celulares de su médula ósea y esa falta de eritrocitos (glóbulos rojos) acabó por llevarla a la tumba.
Cajas de plomo
Tanta radiación contenía su cuerpo que, para poder enterrarse en el Panteón de París (donde Francia entierra a sus figuras ilustres) y según cuentan las crónicas de la época, hubo que confeccionarle un ataúd con paredes de plomo.
Los Curie vivieron toda su vida rodeados por la radiación. En sus memorias, Curie relataba como su laboratorio se iluminaba por la noche de luces tenues color azul y verde. El laboratorio donde descubrieron el radio, a las afueras de Paris, fue utilizado hasta 1978. Luego fue abandonado.
En la década de 1980, Le Parisien empezó a publicar sobre el alto número de cánceres en el vecindario. La respuesta no fue rápida, hubo que esperar hasta 1991 para que las autoridades limpiaran el edificio y retiraran los instrumentos, libros y cuadernos para destruirlos (o almacenarlos en lugares seguros).
Así que no es extraño que los documentos de trabajo de los Curie y de sus ayudantes fueran radiactivos. No deja de ser algo curioso. Los libros antiguos, las reliquias del pasado, se suelen guardar cuidadosamente para evitar que los usuarios los dañen. En este caso es al revés, los libros se guardan para proteger a los lectores.
Vía | Wellcome Trust y CSMonitor
Fuente: www.xataka.com
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