Pasar de jugar a 60 Hz y hacerlo en un monitor de 144 Hz es milagroso. Es como pasar de la noche al día. Eso es lo que afirman muchos de los usuarios —no todos, cuidado— que han dado el salto a monitores especialmente orientados a gamers, pero ¿es esa diferencia tan destacable?
Eso es precisamente lo que nos hemos propuesto descubrir en unas pruebas en las que alguien como yo, jugador ocasional de FPS en un monitor de 60 Hz, ha tenido la oportunidad de disfrutar de un equipo potente y un monitor con soporte de 144 Hz. Veamos cuáles son las claves técnicas del milagro, y si ese milagro realmente existe.
Muchos factores a tener en cuenta
Al tratar de buscar la mejor experiencia en videojuegos para el PC las características del monitor al que conectamos ese PC son especialmente relevantes.
La tecnología en este ámbito ha avanzado de forma notable, y hoy en día es importante tener en cuenta diversas características si uno quiere exprimir al máximo esas sesiones. Entre dichos factores están los siguientes, en los que no nos extenderemos demasiado para centrarnos más adelante en esas tasas de refresco que realmente nos interesan para nuestras pruebas:
Input lag
Este componente de nuestra experiencia en videojuegos es el retardo que hay desde que el monitor recibe una señal (un fotograma, por ejemplo) y la muestra en pantalla. En AnandTech realizaron un completo análisis de este apartado, y como indicaban allí, hay varios elementos que afectan a este proceso.
No solo puramente técnicos: nuestros reflejos también forman parte de esa ecuación. Sin embargo hay como decimos una serie de elementos clave para definir ese retardo, y entre ellos están nuestra conexión de red (si jugamos online, claro), nuestros periféricos, el hardware de nuestro PC y, claro está, el propio monitor que usemos para jugar.
Este parámetro sigue siendo uno de los más utilizados por los fabricantes para convencernos de estos input lag son cada vez más reducidos en sus monitores y que nuestra experiencia en videojuegos será óptima, pero como decíamos hay otros muchos factores que afectan a esa experiencia. Hay sitios especializados como Display Lag que informan a los usuarios de ese input lag en una gran variedad de monitores.
Tasa de refresco (fija)
La mayoría de monitores funcionan a 60 Hz en su resolución nativa, lo que significa que se pueden mostrar hasta 60 fotogramas cada segundo con un 'gap' de 16,66 ms entre fotogramas. Por definición esa tasa de refresco fija es el número de veces por segundo que el monitor actualiza su buffer.
Esa tasa de refresco ha ido evolucionando con las distintas tecnologías de pantalla, y por ejemplo los lectores algo más mayorcitos recordarán que en monitores CRT muchos buscábamos ese soporte de 72Hz que era especialmente adecuado para nuestras sesiones con el ordenador.
Con la llegada de las pantallas LCD la frecuencia estándar se ha situado en esos 60 Hz, aunque tanto en uno como en otro caso aparecieron y siguen apareciendo modelos con tasas de refresco notablemente superiores.
Algunos monitores soportan tasas de refresco fija de 120 Hz (8,33 ms de gap) e incluso mayores, como los que hemos visto últimamente con soporte de 144 Hz (6,94 ms de gap), 200 Hz (5 ms), 240 Hz (4,16 ms) e incluso más.
Tasa de refresco variable
Una cosa es la tasa de refresco que ofrece el monitor y otra la que nuestro PC ofrece con cada juego (y cada nivel de detalle y resolución). Lo ideal es contar con una alta tasa de fotogramas en el juego —para eso necesitas una configuración potente, buena CPU y sobre todo buena GPU— además de un monitor con soporte de tasas de refresco elevadas. La diferencia entre los fotogramas que nuestro PC puede mostrar y los que es capaz de mostrar el monitor puede generar artefactos visuales porque ambas frecuencias no están sincronizadas.
Eso es lo que hacen las tecnologías NVIDIA G-SYNC y AMD FreeSync, que ajustan dinámicamente la tasa de refresco del monitor para que sea equivalente en tiempo real a la tasa de fotogramas del videojuego o del contenido del que estemos disfrutando.
Tiempo de respuesta
Al pasar de un fotograma a otro (con el gap asociado) es importante hablar del tiempo de respuesta del píxel, que es el tiempo que un píxel tarda en hacer la transición de un color (o estado) a otro. Se suele hablar de tiempos de respuesta entre distintas tonalidades de gris (según la intensidad del color oscuro) que oscilan normalmente entre los 2 y los 5 ms.
No hay un estándar universal, pero lo que sí se cumple es que en paneles TN esos tiempos son más reducidos (4-10 ms) que en paneles IPS/PLS (8-16 ms normalmente) o en paneles VA (14-30 ms). Eso hace que precisamente los paneles TN sean apreciados por los gamers aun cuando tengan desventajas en otros apartados. Una mala gestión de esos tiempos de respuesta y de técnicas de aceleración da lugar a la aparición del 'ghosting', lo que perjudica la experiencia de usuario.
Desenfoque de movimiento
Tener una tasa de refresco o un tiempo de respuesta más lento de lo adecuado puede provocar que la imagen se vea borrosa. Si los tiempos de respuesta son lentos por ejemplo y los píxeles tardan algo más en hacer la transición de un estado a otro acaba apareciendo cierta estela, cierto efecto 'fantasma' ('ghosting') en el que la imagen nueva aparece superpuesta sobre la antigua algo difuminada.
También tenemos el desenfoque de movimiento provocado por el movimiento del ojo: nuestro cerebro puede percibir que el movimiento es borroso por cómo contemplamos el movimiento de una imagen en pantalla aun cuando esta imagen es estática.
Una mayor tasa de refresco ayuda a reducir esos efectos, pero existen las técnicas de inserción de fotogramas negros entre fotograma y fotograma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario