El primer gran calendario que utilizó el hombre se ubica sobre nuestras cabezas, escrito en el firmamento. Fue de vital importancia para la raza humana aprender a interpretar el movimiento de las estrellas agrupándolas por constelaciones, el tránsito de la Luna y con ello la llegada de las estaciones, la época de cultivos y los movimientos migratorios e incluso las fases más fértiles de la especie, necesarias para preservar nuestro legado a través de la historia. La curiosidad por los misterios del Universo se revela como inherente a la condición humana.
No hay quien ante un cielo estrellado e impoluto evite levantar la vista, no sólo en busca de estrellas y otros objetos extraordinarios del espacio profundo, sino en busca de respuestas, de la contemplación de los misterios más fascinantes que de forma misteriosa y natural relacionamos con la bóveda celeste, como comprendiendo que los secretos que ahí se guardan son los más grandes, el principio y fin de todas las historias, antes y después del hombre.
A lo largo de la aventura del conocimiento, hemos transitado por etapas oscuras en que la razón se nubla y también por momentos dulces en que el progreso técnico funciona en favor de la sociedad y no de un grupo dominante. La ciencia como empresa colectiva ha tenido crasos errores y también pequeños avances, pero es la mejor herramienta que conocemos para mejorar nuestra comprensión del mundo. Estos son 8 mitos comúnmente supuestos como reales sobre el Universo:
El Sol y las estrellas están en llamas y por eso titilan
El Sol, como todas las estrellas del Universo, en realidad no se encuentra en un estado perpetuo de combustión. La enorme cantidad de hidrógeno que posee es responsable de la creación de fusiones termonucleares que dan lugar al helio, que a su vez libera grandes cantidades de energía en forma de rayos gamma. La forma en que titilan se debe al contacto de la luz con los distintos gases que componen la atmósfera terrestre.
La Luna tiene un lado oscuro
Por más misterio y encanto que esto entrañe, el satélite natural de la Tierra no posee un lado oscuro. Al estar acoplada gravitacionalmente con nuestro planeta, la Luna realiza su movimiento de rotación y traslación en tiempos casi idénticos, razón por la cual siempre vemos la misma cara de ella. A través del ciclo lunar, la luz va cubriéndola poco a poco hasta la luna llena, en la que es visible en su totalidad. Lo opuesto ocurre con el llamado “lado oscuro”, mucho más accidentado por su función de contención de grandes meteoritos que puedan impactar la Tierra.
Las constelaciones son grupos de estrellas cercanos entre sí
Contemplando la bóveda celeste es posible ubicar grupos de estrellas que por su luminosidad, distancia entre sí y disposición espacial fueron identificadas por distintas civilizaciones antiguas, nombrándolas de un modo distinto en todos los casos según la forma que se imaginaba conectándolas punto por punto. En el hemisferio norte, por ejemplo, es posible ver durante todo el año a la Osa Mayor, mientras que Orión y Tauro son visibles únicamente durante el final del otoño y se pierden en el horizonte al final del invierno.
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Al imaginar una constelación, se ubica mentalmente el conjunto de estrellas que la forma como un grupo local; sin embargo, esto se debe al punto en el tiempo y el espacio desde el cual observamos: la ubicación de la Tierra justo en el instante cósmico en que la vida evolucionó en formas más complejas que tienen la capacidad de mirar al cielo y establecer patrones. En realidad las estrellas que forman las constelaciones se encuentran a miles de millones de años luz de distancia y es la perspectiva humana la que crea ese efecto, de forma que las constelaciones terrestres no existen en Júpiter ni en ningún otro punto del Universo.
Sólo la luz escapa de la gravedad
Isaac Newton estableció la primera teoría gravitacional con carácter general, intuyendo que la atracción gravitatoria ejerce su fuerza únicamente en aquellos cuerpos que tienen masa, por lo que la luz que viaja a través de fotones carentes de masa no podría sucumbir ante la gravedad. Tiempo después, Einstein sugirió que la gravedad es la deformación del entramado del espacio-tiempo dependiente de la masa de los cuerpos, por lo que un objeto lo suficientemente masivo podría curvar el camino de la luz, tal como ocurre con los agujeros negros. Lo anterior fue confirmado con el hallazgo de las ondas gravitacionales, cuya explicación más sencilla puede ser explicada mediante una red, en la cual un sentido del entramado es el espacio y el otro el tiempo. Perfectamente estirada, la red forma cuadros constantes; sin embargo, si un balón cae sobre ella (como efecto de la gravedad de un cuerpo masivo), crea una curvatura que deforma el espacio y el tiempo.
La temperatura de los planetas es directamente proporcional a su cercanía al Sol
Si bien la distancia de una órbita planetaria con respecto al Sol delimita en gran medida su temperatura, éste no es un evento decisivo en las condiciones metereológicas de un planeta. Siguiendo esta lógica, sería normal creer que los 430°C presentes en Mercurio constituyen la temperatura más alta de todo el Sistema Solar; sin embargo, los gases que componen las atmósferas planetarias juegan un papel trascendental en la forma en que conservan el calor. En realidad, la atmósfera de Venus (compuesta principalmente por dióxido de carbono) provoca que ostente el récord de temperatura media más alta en el Sistema Solar: 462°C.
Las nebulosas se ven como en las fotografías
Gracias al progreso técnico y al desarrollo de la ciencia es posible contemplar como nunca antes las imágenes más increíbles del Universo visible. Planetas, galaxias, nebulosas y cúmulos estelares se revelan en fotografías que muestran un conjunto de colores y formas que nadie habría podido siquiera imaginar. Lógicamente, si alguien llegara a esos lugares recónditos y contemplara desde una nave espacial los objetos del espacio profundo, estos aparecerían ante sus ojos de igual modo que en las fotografías, ¿cierto?
En realidad, las imágenes del Telescopio Espacial Hubble y otros grandes telescopios de espacio profundo son un conjunto de decenas de fotografías tomadas con horas de exposición y distintas cámaras que captan diferentes tipos de ondas de luz emitidas a través del espectro electromagnético. El ojo humano sólo percibe una pequeña porción de la longitud de onda, provocando que otros colores sean imposibles de percibir. Al mirar por un telescopio de potencia media la nebulosa de Orión, la imagen proyectada en nuestros ojos sin ningún tipo de producción digital será similar a ésta:
Mientras que el Hubble, además de poseer una distancia focal muy superior, procesa las imágenes digitalmente y las une en una sola, obteniendo un resultado superior:
Al mirar las estrellas, vemos el presente
La inmensidad del Universo es tal que cuando levantamos nuestra vista y nos dirigimos a alguna estrella en el cielo nocturno, no estamos viendo el estado actual de esa estrella, sino su pasado, diferido en minutos, horas o miles de años. La luz que emite el Sol tarda en llegar aproximadamente ocho minutos a la atmósfera terrestre, de forma que los rayos que calientan la Tierra en estos momentos viajaron durante ese tiempo para llegar aquí. Puede ser que incluso miremos una estrella cuya vida se extinguió hace miles de años, pero sigamos viendo un reflejo de su pasado. Betelgeuse, una gigante roja 500 veces más masiva que nuestro Sol, ubicada en la constelación de Orión, está en la última fase de su vida. Su explosión dentro de los próximos 100,000 años no supondrá un riesgo para la Tierra, pero creará un espectáculo estelar único: su gran estallido emitirá un brillo comparable con la luna llena durante aproximadamente dos semanas, incluso durante el día.
El Sistema Solar se mantiene estático
Al igual que el resto del Universo, el Sistema Solar está en constante movimiento y actualmente se ubica en la Nube Interestelar Local que pertenece al Brazo de Orión, a 28 mil años luz del centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. El Sistema Solar viaja a 600 kilómetros por segundo y completa una vuelta con respecto al centro de la galaxia cada 250 millones de años.
Los planetas en el Sistema Solar mantienen una velocidad de traslación constante
Kepler describió las leyes matemáticas que explican el movimiento de los planetas en relación al Sol que sirvieron de base para la ley de la gravitación universal enunciada por Newton. A partir de ellas fue posible comprender la naturaleza del movimiento de los planetas en el Sistema Solar; sin embargo, éste no es constante. La velocidad de los planetas al transitar sobre su órbita no es uniforme y depende tanto de la distancia al Sol como de su masa. Los planetas aceleran cuando se encuentran más cerca del Sol hasta una velocidad mayor a la de escape para evitar ser atraídos por su fuerza gravitatoria.
Nuestra comprensión sobre el Universo aún es muy limitada y depende completamente de las manos en que se concentre la ciencia, arrebatada continuamente de su naturaleza estrictamente social y muchas veces encerrada de la misma forma que en la Edad Media, cuando los conocimientos se acumulaban en monasterios en nombre de Dios; ahora se ocultan tras empresas que comercializan en nombre del progreso, castrando a la ciencia de su potencial para mejorar la comprensión humana del Universo y resolver la multitud de problemas que aquejan a nuestra especie y el único sitio que tiene para existir: la Tierra.
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