sábado, 17 de septiembre de 2016

¿TU RELACIÓN ES UNA ENFERMEDAD CRÓNICA?



El poder de las palabras, las actitudes, los gestos y las miradas, se convierten en dardos envenenados que van enfermando el amor.

¿Quién no recuerda una frase agresiva y violenta de su pareja en medio de una pelea, que aún le es imposible borrar de su disco duro? ¿Cuántas mujeres han sido víctimas de una “leve zarandeada” de su novio o esposo y no pueden perdonarlo? ¿Cuántos recuerdan aún esa mirada de odio que su “amorcito” le mandó en medio de una discusión? ¿Cuántos han sentido que entregan sin medida, mientras el otro se pasa la vida haciendo zapping frente al televisor sin ninguna intención de alimentar eso que es de los dos? Y qué decir de la sexualidad. ¿Cuántas insinuaciones han sido ignoradas?




Los síntomas de la enfermedad
La pareja experimenta, al igual que quienes la componen, episodios de tristeza, depresiones, fatigas, estancamientos, rabia y hastío, más un sinnúmero de emociones que, mal manejadas, que pueden derivar en una confrontación sin tregua, la agonía de un amor que en principio parecía florecer.
Olvidamos que la relación está viva como las personas, y que también se enferma, a veces de dolores pasajeros, a veces de dolores fulminantes, o a veces de dolores crónicos que ni siquiera terminan en la muerte pero que sí deterioran la calidad de vida hasta niveles inimaginables.
Cuando la relación se convierte en una patología crónica, sus dos miembros comparten no un vínculo tierno y tibio, sino una condena. Es típico encontrar en terapia a mujeres y hombres que se acercan con un profundo agotamiento de su amor, incluso con una palidez física que corresponde a este desgano o enfermedad. Personas que están atadas a vínculos débiles y que temen romperlos porque creen que tienen una posibilidad de restablecerlo –aunque hacen poco por conseguirlo–, o porque tienen un profundo temor a la soledad.

¿Te enferma tu relación amorosa?
Si la tuya es una de ellas, busca a toda costa remediarlo. Con una idea humana y real del amor, haz un diagnóstico. Sin embargo, no trates de calificar la enfermedad de tu relación a partir de modelos utópicos de pareja, esos sólo existen en los cuentos infantiles. Mírala con su verdad: ¿Eres feliz? ¿Tu pareja es feliz? Acepta la crisis y pónte a trabajar; primero solo, después es muy posible que tu pareja se contagie y encuentren caminos de convergencia.
Alégrate de que tu pareja no es perfecta, es una señal de vida. Las parejas sin crisis parecen vinculadas por el formol, no por el amor. Acepta la crisis como señal indiscutible de crecimiento. Reconocer la crisis es también identificar qué de esto me corresponde, más allá del juego de víctima y victimario. La curación emerge cuando hay una verdadera reflexión, una reflexión adulta que convierta la responsabilidad mutua en una dinámica. Sé humilde. Rendirse es el camino de la entrega. Para permitir que el amor ocupe su lugar, sana la relación.

Rompe el silencio
Vuelve a la comunicación, escoje las peleas, busca espacios y maneras creativas, siempre referenciándote por el aquí y por el ahora, no por la viejas cuentas de cobro. No importa cuánto tiempo lleves en la negación, en la lavada de manos, en el yo no soy. Acércate. En la cama, toca los pies de tu pareja como si fuera un accidente,  haz ruidos hasta que tu o el otro digan la frase: “Necesitamos hablar”. Trabaja la aceptación.

Resuelva su pasado
Muchas veces el vínculo es muy frágil, es apenas un pequeño hilo que los une, y no soporta un jalón más. No cargues de allí ese equipaje tan pesado que traes con tu historia o con la de tu propia relación. Por ejemplo, trabaja la confianza, si no puedes confiar en tu pareja, primero pregúntate si confías en ti misma.
Muy pocos problemas son de pareja, casi siempre son temas personales proyectados en la pareja, situaciones viejas que se reviven una y otra vez como oportunidad de resolverlas, a través de la pareja, pero no pertenecen a ella. ¡Busca ayuda para eso!

Hagan un nuevo contrato
A veces lo que está por morir y está grave, es el viejo contrato de pareja, ese que se hizo cuando todo empezó. Muchos establecieron el vínculo desde las necesidades de ese momento de vida, desde la euforia del enamoramiento, desde las carencias o momentos inmaduros, en donde lo que uno daba servía al otro y el equilibrio y contrato era no crecer; ser como antes, como siempre lo que los hacía felices hoy ya no alcanza, esto es aceptar que se ha crecido y que se ha mudado de metas, intereses y maneras de ver el mundo, lo que necesitan es actualizarse, dejar morir el viejo modelo y confiar que oculto y profundo subyace el verdadero vínculo, la fuerza serena e impasible del amor bueno y trascendente.

No alimentes el ego, sánate
La pareja necesita ser sanada, atendida, protegida de nuestra propia locura y desamor, es muy importante identificar las señales de alarma, detrás de las pequeñas fricciones y malestares puede esconderse una importante enfermedad estructural que tiene que ver con la confianza, la entrega, el proyecto de vida de cada quien, la concepción de lo erótico, adicciones, etc.
Recuerda que sanar la pareja es perder privilegios, y ceder es conectarse con lo trascendente y levantar el nivel de relación, quitándoles significancia a los protagonismos del ego, y las pataletas y tiranías de la personalidad. Pregúntate si de verdad quieres ayudar a curar la pareja o sólo estás esperando una coartada para poder terminar.
La sanación da comienzo cuando desde la adultez cada uno se reconoce en el espejo de los ojos del otro y se rinde, se entrega y se deja vencer por el amor, no por el ego.

Fuente: www.cromos.com

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