miércoles, 30 de noviembre de 2016

CINCO ACTITUDES PARA EL AUTOCUIDADO



La reacción de cada uno cuando nos diagnostican de una enfermedad crónica suele ser de lo más diversa. También es cierto que no todas las enfermedades son iguales, y, sobre todo, que cada uno de nosotros somos únicos y el modo en el que dicha enfermedad nos afecta a nosotros y a nuestras vidas es muy variado. Al conocer un diagnóstico se nos agolpan las obligaciones y las necesidades y podemos sentir agobio, desbordamiento o desazón por la mala suerte que nos ha tocado. Algo, mucho, podemos hacer. Podrían ser más, pero aquí hablaremos de cinco actitudes que podemos cultivar.

Conoce tu enfermedad. No hace falta convertirse en un experto,  pero si resulta útil conocer y saber qué es exactamente lo que nos pasa y, si lo hay, un por qué Conviene saber cuáles son las cosas que nos convienen y las que no, para poder controlarla. Resulta muy útil tener en mente cual o cuales son los objetivos a alcanzar, a veces es una cifra de algún parámetro como en la diabetes o la hipertensión arterial, a veces se trata de saber detectar los signos de que hay un empeoramiento para poder actuar precozmente, etc… Conocer lo que nos pasa nos permite focalizar, y cuando focalizamos es más probable que veamos el sentido a lo que hacemos que cuando tenemos la vivencia de que algo difuso o abstracto nos ocurre.
Adopta algunos cambios en tu vida que te beneficien. Llamémosles ajustes. En algunas ocasiones lo que nos ocurre, ya sea por su gravedad o por las limitaciones que nos provoca, nos cambia la vida de un modo drástico, pero en muchas ocasiones, los cambios en nuestro estilo de vida que debemos de realizar son más moderados. Conoce qué debes hacer y elige aquello que es probable que mayor beneficio te aporte. Cambiar hábitos es un camino que con determinación y paciencia vamos a conseguir y que podemos afrontar con la actitud de ir superando pequeños retos, disfrutando de la satisfacción de cada meta alcanzada.
Educa a tu entorno. Están ahí: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los vecinos,… Compartimos con ellos tiempo y actividades y por ese motivo conviene que les tengamos informados de aquello que nos es conveniente y de lo que no. Lo más probable es que algunos de nuestras rutinas que vamos a cambiar pueda involucrarles a ellos: qué comer o qué comprar, salir a pasear, alternar con la cuadrilla, etc… También nos vamos a encontrar con  que todo el mundo tiene consejos para nosotros y, seguro que con la intención de animarnos, mucha gente intenta minimizar la importancia de que nos cuidemos. Escuchar con atención (a veces hay aportaciones valiosas!) pero hacer ver la importancia que para nosotros tiene nuestro estilo de vida también requiere muchas veces paciencia, pero con el tiempo seguro que conseguimos que nos respeten y nos ayuden.
Ten una relación proactiva con los profesionales sanitarios. ¿Cómo puedo ayudar al médico y a la enfermera a que me ayuden? La buena comunicación es la herramienta más poderosa que tenemos en ese sentido. Anímales a que te hablen de lo que te pasa, que te cuenten cuales serían los objetivos a conseguir. Puedes proponerles hacer un plan de cuidados conjunto, en el que se refleje lo que te resulta más factible hacer y lo que te supone más dificultades, plantea compromisos mutuos, pacta, aprovéchate de sus conocimientos, etc… La información que ellos tienen transfórmala en tu conocimiento. Trabajar en equipo por tu salud.
Vive. No dejes que un diagnóstico te haga dimitir de la vida. Tener una enfermedad crónica es algo, que ahora que nuestra esperanza de vida es cada vez más alta, nos pasa o nos va a pasar a la mayoría de las personas. Ser un enfermo crónico no es una etiqueta, es asumir una realidad que implica una responsabilidad por nuestra parte para con nosotros mismos. No la dejemos a un lado.

Fuente: https://osakidetzarenosasuneskola.com

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