Hay muchos días que el mundo te deja derreotado, pero la vida no es un videojuego. No puedes pausar el momento o volver en el tiempo. No se te da un número infinito de vidas.
Se te da una sola vida, y el mundo seguirá moviéndose, a pesar del hecho de que puedas sentir que tu mundo entero se ha detenido. La única manera de curarse es seguir moviéndose.
2. Aprendí que tus problemas no siempre van a estar presentes en la mente de todos
Cuando peleas tus propias batallas internas, parece irreal cuando nadie más se da cuenta del tormento que ruge justo debajo de tu superficie. Puedes sentirte como si estuvieras gritando y sacudiendo las barras de la vida, pero que aún así nadie te escucharía.
A través de esta experiencia, aprendí que la gente va a seguir adelante más rápido que tú. La simpatía dura poco cuando no eres el que tiene el ala rota. Y eso está bien.
3. Aprendí que el amor no tiene límites
Solía temer que alejarme de aquellos que amo más podrían dificultar mis relaciones y de alguna manera desvanecerse con la distancia física. Pero el amor –es decir, el amor incondicional– no tiene límites. Nunca se va a perder, sin importar la distancia en tiempo y espacio.
4. Aprendí que aunque la gente no puede ser reemplazada, puedes encontrar paz
Justificar a la muerte puede encaminarte en un viaje con una puerta giratoria. Es infinita y siempre está dando vueltas. Ninguna cantidad de ruego, llanto o grito podría posiblemente arreglar lo que sientes.
Mientras que toma una vida entera recuperarse del vació que siento, he dado los primeros pasos para encontrar paz dentro de mí mismo.
Puedes pasar años preguntándote por qué el mundo elige plagarte con miseria y desgracia o puedes levantar la cabeza y ver el dolor a tu alrededor.
Cuando la pena y el dolor empiezan a encerrarme, me descubro a mi mismo redirigiendo esos pensamientos a otros que sufren en otros lados. Reevaluar los negativos en tu vida con una perspectiva diferente puede con frecuencia traerte un paso más cerca hacia la reconciliación.
6. Aprendí a ser agradecido por lo que aún tienes
La gente más feliz es aquella que valora lo que ya tiene más que concentrarse en lo que no. ¿Cómo puedes apreciar lo bueno sin lo malo? Si perdiste algo o a alguien querido, toma un momento para apreciar lo que aún tienes a tu alcance, sin importar lo grande o pequeño que sea.
7. Aprendí que aún tienes control sobre tu vida
Entender que tienes control sobre tus emociones y acciones es el primer paso a poder superar cualquier obstáculo.
Puede que no seas capaz de cambiar todo lo que pasa en tu vida, pero sí puedes cambiar cómo reaccionas y te comportas en situaciones desafiantes y la dirección que eliges seguir después.
8. Aprendí que la adversidad no es una excusa para rendirse
Motivación. Sueños. Metas. Concentrarse en seguir adelante no sólo te va a mantener lejos de quedarte pegada en tu pasado, pero también ayuda a purificar tus pensamientos.
Al final, después de superar todas esas luchas, puedes mirar atrás y ver la fuerza en tu dolor. Rara vez puedes recuperar lo que perdiste, pero aún tienes todo por ganar.
9. Aprendí que nunca es realmente un adiós, sino que solo un nos vemos después
Sé en mi corazón que mi mamá nunca se irá por completo, incluso cuando esté envejeciendo en mi silla mecedora. Como la única persona en mi vida que es irremplazable, sé que ella siempre estará ahí.
Fuente: 9 cosas que aprendí en el año que mi madre murió