Quien más y quien menos ha tenido algún contacto con la ouija durante su adolescencia. Ya sea espoleado a través de alguna película o novela juvenil o coaccionado por su grupo de amigos, el tablero y el puntero, el contacto con los espíritus, la cautela aconsejada por los progenitores, el miedo explícito de algunos de ellos, todo ello se ha condensado en noches en vela junto a lumbres tenues y en espacios oscuros.
Y a priori, ha funcionado. Hay quien lo afirma. Contactos con viejos espíritus, extraños sucesos paranormales durante el transcurso de los acontecimientos, visiones. Ya fuera como una forma de fanfarronear en los ratos libres del verano o como una auténtica y devota creencia en el contacto con el más allá, la ouija, hay quien dice, funciona. Pero no funciona. No hay contacto con los espíritus al otro lado sino con nuestra psique al otro lado. Porque en el fondo, la ouija es mentira. Somos nosotros desde el principio.
El efecto ideomotor: la ouija eres tú
La ouija parte de una premisa básica. A través de un tablero con diferentes señales (las letras del abecedario, números, "sí o no", un grupo de personas reunidas a su alrededor pueden hablar con difuntos o espíritus. ¿Cómo? Uniendo sus manos en torno a un pequeño puntero que haría las veces de traductor de sus palabras.
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Una tercera persona o alguno de los participantes, en ese momento, empezaría a realizar preguntas a la persona con la que hipotéticamente intentamos contactar. Puede ser algún familiar de algunos de los presentes, por ejemplo. A cada pregunta, el espíritu atendería desplazando el puntero sobre el tablero y formulando respuestas.
La idea fundamental es que nadie mueve el puntero, porque ninguno de los participantes puede ponerse de acuerdo de forma inconsciente para llevarlo hacia el mismo lugar. Si ninguno hace fuerza pero el puntero se mueve sobre el tablero ofreciendo respuestas coherentes, la única explicación es que lo hace una tercera fuerza omnisciente, ¿no? No exactamente. La ouija, de hecho, es un producto de nuestra propia fisionomía, aunque no seamos conscientes de ello. La culpa la tiene el efecto ideomotor.
El efecto ideomotor es un fenómeno fisiológico por el cual podemos mover partes de nuestro cuerpo de forma involuntaria, a través de reacciones. Un ejemplo sencillo y fácil de entender: el pequeño espasmo que habrás experimentado alguna vez cuando estás a punto de dormirte. No lo controlas tú, sino tu sistema nervioso, enviando señales la resto de tu cuerpo para comprobar que te estás durmiendo y no pasando a mejor vida.
La ouija funciona de un modo parecido, pero intercala el efecto ideomotor con nuestra respuesta psicológica y emocional a las preguntas que se nos plantean sobre el tablero.
Pero sí puedes comunicarte con alguien: contigo
La clave se haya en nuestro subconsciente. Como explican en Vox, el efecto ideomotor se maximiza cuanto más creemos que delegamos el movimiento del puntero en un ente paranormal. Dicho de otro modo, nuestro reflejo muscular involuntario, el que nos lleva a empujar el puntero, está fuertemente atado a nuestra memoria y a nuestras emociones, por lo que las respuestas que elijamos a través de nuestros movimientos no voluntarios tendrán mucho que ver con nuestros anhelos, aspiraciones y deseos.
Desde este punto de vista, y como se ha demostrado en algunos estudios, la ouija no es útil para contactar con el más allá, pero sí con nuestra psique más profunda. A través de una respuesta fisiológica conectada a nuestro subconsciente, la ouija sí puede permitirnos aprender más de nosotros mismos en formas que de otro modo, quizá, no hubiéramos logrado. De momento, es una teoría.
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"Ok, pero esto suena un poco raro". Puede ser, pero si no hubiera efecto ideomotor y no estuviera ligado a nuestro subconsciente, la ouija debería funcionar también cuando no tenemos visión directa sobre el tablero, ¿no? Numerosos experimentos conducidos en grupos de control vendados frente a un tablero de ouija han puesto de manifiesto que, una vez los participantes son despojados de su observación sobre el tablero, los mensajes que producen "los espíritus" son incoherentes o directamente puro sinsentido.
Sucede algo parecido en otros experimentos populares que contactan con el otro mundo. Uno particularmente devoto de los aficionados a las técnicas oculistas son las varitas de radiestesia, por las cuales una persona puede ver qué hay debajo del suelo a través del movimiento espasmódico pero firme de las varitas.
El culpable también es el efecto ideomotor, en un proceso muy similar al del péndulo de Chevreul. En él, una persona sólo tiene que agarrar un péndulo y estirar el brazo. Al poco, por más que no esté realizando ningún movimiento voluntario, observará cómo el péndulo comenzará a girar en una u otra dirección, a ser posible en respuestas afirmativa o negativa a la pregunta que podamos haber lanzado al "espíritu". No hay espíritu ni respuesta, sólo nuestros diminutos movimientos musculares magnificados por el efecto de la inercia.
Tanto la ouija como las varitas anulan nuestra sensación de control de nuestro organismo. Es una suerte de suspensión de la incredulidad por parte de los participantes, que tiene consecuencias en su interpretación de los movimientos que nuestra mente ejecuta igualmente. Como se explica en este artículo de la BBC a partir de las teorías del psicólogo Daniel Wegner, el funcionamiento de la mente humana para con las órdenes que emite al cuerpo no es tan lineal como uno podría esperar, sino más colectivo.
Es decir, no todas las respuestas de nuestro organismo tienen una causa-efecto subordinada a nuestra consciencia. Y así, cuando decidimos pensar que nuestros movimientos ya no nos pertenecen, que nosotros no estamos empujando el puntero, es más complicado que conectemos mentalmente el movimiento del puntero sobre el tablero de la ouija a nuestras propias decisiones.
Fuente: La ouija es una gran mentira. Tras el tablero no hay ningún espíritu, sólo tu subconsciente
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