viernes, 27 de abril de 2018

VIVIR SIN REDES SOCIALES EMPIEZA A SER VISTO COMO SENSATO


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Hace diez años todos hacían memoria: ¿que será de la vida de Juan? ¿Cómo era el apellido de tal? Facebook apareció como un “Gente que busca gente” pero sin show ni intermediarios: del buscador a la solicitud de amistad y al mensaje directo. Era mágico. La red social unía lo que las distancias y el tiempo habían separado. Después, el placer social: ser parte, compartir, mostrar lo mejor de estar vivos. 

La mayoría aceptó que el futuro había llegado y ese era el camino de ahora en más. Pero en el camino quedaron los intransigentes. Los anti, los raros, los ¿para qué? Resistieron las insistencias, las cargadas, y ahora ven pasar los escándalos y los efectos negativos de las redes sociales desde la vereda de enfrente, en donde la presión de los likes y las filtraciones no los tocan. 





Las redes sociales y Facebook en particular, como el emblema del primer gran contacto con la viralización y lo público, encandilaron por la novedad de una nueva comunicación que todavía nadie entendía bien pero disfrutaba sin preguntar demasiado. 

En Argentina las experiencias de Internet más fuertes habían sido los sistemas de mensajería instantánea, en donde lo más grave que podía ocurrir era dejar abierta la sesión o confundirse de conversación y mandar algo a la persona equivocada. 

¿En qué momento empezó a desmoronarse la idea de las redes sociales como un lugar positivo? Ya en su esplendor, a través de las aplicaciones, modificaron el comportamiento de las personas y se impuso la escena que ya es habitual: seres que andan cabizbajos, celular en mano, por la calle. 

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Pero más allá de lo externo (y de las consecuencias cervicales) , hace varios años empezó a evidenciarse que las redes se han fijado en nuestras vidas de un modo mucho más íntimo, modificando mecanismos de nuestro cerebro. 

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El nuevo sentido común indica que alguien que tiene muchos seguidores y likes es socialmente aceptado. Y si bien la gran mayoría trata de no tomárselo tan en serio, los estudios son contundentes al momento de hablar de cómo los mecanismos de las redes sociales afectan el autoestima y la seguridad. 

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En mayo del año pasado, la RSPH (Sociedad de Salud Mental del Reino Unido) publicó un informe sobre el daño psíquico que producen las redes sociales sobre el autoestima, especialmente entre los jóvenes. Este señala, entre otras cosas, la depresión social que produce la indiferencia de las publicaciones. 


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Fuente: Raros, ya no tan raros: vivir sin redes sociales empieza a ser visto como algo sensato

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