miércoles, 22 de abril de 2015

CLAVES PARA QUE SAQUES EL MÁXIMO PARTIDO A TUS CAJAS ACUSTICAS ELIGIENDO EL AMPLIFICADOR OPTIMO



En un equipo de música o cine en casa todos los componentes son importantes, y, por tanto, dejan su impronta en el sonido que nos ofrece. Sin embargo, no todos están sometidos al mismo «estrés». Probablemente el elemento que realiza el trabajo más duro es el amplificador debido a que se ve obligado a lidiar con la carga impuesta por las cajas acústicas. Aunque, obviamente, no son todas igual de difíciles de «atacar».




Por esta razón, lo primero que os aconsejo mirar antes de elegir el amplificador con el que vais a excitar los altavoces de vuestras cajas acústicas es su impedancia nominal. La encontraréis en la parte trasera de cada caja, junto a los bornes de conexión a la amplificación, y habitualmente suele ser de 4, 6 u 8 ohmios. Mirad qué potencia entrega el amplificador que os gusta a esa impedancia. Es preferible, aunque no imprescindible, que al menos entregue la potencia máxima admitida por los altavoces porque, de esta forma, trabajará con más comodidad cuando incrementéis el nivel de presión sonora y mantendrá bajo control la distorsión.

Impedancia y sensibilidad, siempre vitales

El segundo parámetro que nos interesa conocer antes de optar por un amplificador u otro es el comportamiento de la impedancia de nuestras cajas acústicas. La impedancia varía con la frecuencia, lo que provoca que algunos altavoces, los más difíciles de amplificar, experimenten caídas abruptas capaces de poner en apuros al amplificador. Algunas cajas acústicas con una impedancia nominal de 8 ohmios pueden caer en algunos momentos por debajo de los 2 ohmios, por lo que es necesario «atacarlas» con un amplificador equipado con una buena fuente de alimentación, y que, por tanto, sea capaz de entregar mucha corriente.

Otro factor determinante en la relación que se va a establecer entre las cajas acústicas y el amplificador es la sensibilidad de las primeras. Este parámetro relaciona el nivel de presión sonora que vamos a obtener con la potencia entregada a las cajas acústicas. En cualquier caso, lo que debemos tener en cuenta es que unas cajas con una sensibilidad de, por ejemplo, 90 dB, suelen ser más fáciles de «atacar» que otras de 85 dB (al menos siempre y cuando las variaciones de impedancia de ambas cajas sean similares).





Ilustremos estas ideas con un par de ejemplos. Si nos hemos hecho con unas cajas acústicas que tienen una impedancia nominal de 4 ohmios que apenas fluctúa por debajo de este valor (el diseño del filtro divisor de frecuencias influye mucho en este parámetro), y con una sensibilidad de 90 dB, podremos «atacarlas» perfectamente con un amplificador que tenga relativamente poca potencia, y que no deberá contar necesariamente con una fuente de alimentación «monstruosa».

Sin embargo, si las cajas tienen una sensibilidad de 84 dB y caídas de la impedancia bruscas por debajo de los 2 ohmios, la mejor opción será un amplificador con una capacidad de entrega de corriente muy generosa. No es imprescindible que entregue muchos vatios, pero sí que, al menos, sean de calidad. Espero que estos consejos os resulten útiles cuando tengáis que renovar vuestro amplificador o etapa de potencia.

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La impedancia es, probablemente, uno de los términos de cuantos describen el comportamiento de nuestras cajas acústicas más crípticos para los usuarios. Otros conceptos, como la distorsión, la respuesta en frecuencia o la relación señal/ruido son algo más fáciles de intuir, pero la impedancia suele atragantársele a muchas personas. Y es importante saber qué significa si queremos que nuestros altavoces rindan como es debido, y también que nuestro amplificador dé la talla y nos ofrezca muchos años de servicio sin darnos problemas.
En el ámbito de los altavoces y los auriculares, la impedancia nos indica cómo se comportan, o qué oposición presentan, ante el paso de la corriente eléctrica. Este parámetro varía con la frecuencia, lo que significa que la impedancia de una caja acústica no permanece constante todo el tiempo, sino que varía durante la reproducción de la música a medida que evoluciona la frecuencia. El valor nominal de la impedancia que nos dan los fabricantes de altavoces suele estar medido a una frecuencia de 1 kHz, y suele ser de 4, 6 u 8 ohmios.

La impedancia importa, y mucho
Lo que realmente debemos tener en cuenta es que nuestro amplificador debe ser capaz de trabajar con las variaciones de impedancia presentadas por las cajas acústicas. Cuando la impedancia cae, el amplificador debe ser capaz de entregar más corriente y suministrar a los altavoces más potencia. De lo contrario el nivel de presión sonora fluctuará y el sonido se deteriorará. En el peor de los casos, si el amplificador no es capaz de lidiar con las variaciones de impedancia, podría trabajar en régimen de sobrecarga, lo que acortaría su vida útil, y, además, podría dañar alguno de los altavoces de las cajas (el más sensible es el tweeter).
Afortunadamente, un amplificador de calidad, dotado de una buena fuente de alimentación, puede «atacar» cualquier caja, tenga la impedancia nominal que tenga, y soportará sin problemas las caídas abruptas de este parámetro. Lo que podemos hacer los usuarios es mirar bien las especificaciones antes de elegir el amplificador ideal para nuestras cajas, sobre todo si son «difíciles» y presentan variaciones intensas de impedancia. El amplificador ideal debe ser capaz de incrementar drásticamente la entrega de corriente y duplicar la potencia cuando la impedancia cae a la mitad, aunque hay diseños que no cumplen esta condición «a rajatabla» y, aun así, su rendimiento es muy bueno.
En resumen, lo aconsejable es que no os conforméis con conocer únicamente la impedancia nominal de vuestras cajas, sino también cómo se comportan en régimen dinámico, y elijáis el amplificador adecuado. Vuestro equipo sonará mejor, y, además, evitaréis averías

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