Un grupo de veinteañeros son los adelantados en ganarse la vida colgando en la plataforma vídeos caseros que conectan con una audiencia de miles de jóvenes.
A quienes hemos crecido jugando a consolas puede que eso de ver jugar a otros nos parezca algo aburrido, pero los adolescentes actuales entienden perfectamente que los videojuegos tienen una dimensión social tan inmensa que da igual quien controle los mandos y quien mire. Esto, unido al enorme aumento en la velocidad de Internet, han fomentado el consumo de vídeo online por parte de los más jóvenes, quienes ya se fían más de las opiniones de los usuarios de Youtube que de la de los propios medios especializados.
Con contenidos actualizados de forma diaria, los aficionados a los videojuegos han encontrado en portales como Youtube o Twitch auténticos canales temáticos que hablan, en exclusiva, de todo aquello que les gusta.
Son como Cristiano Ronaldo o Messi pero en el planeta YouTube. Son chicos que apenas superan la veintena y que llevan nombres de guerra que suenan así: Vegetta 777, El Rubius, WillyRex, Wismichu, Celopan, TiparracoSA, TheDiamondMinecart o PewDiePie. Son un fenómeno de masas en ese mundo soterrado que es a veces Internet. Algunos, los menos, ganan millones; otros, cada vez más, son capaces de generar ingresos mensuales de entre 900 y 5.000 euros subiendo, con sus comentarios, bromas o análisis, vídeos caseros a YouTube. Es el fenómeno youtuber, un movimiento planetario que ya ha atraído la mirada de grandes productoras de televisión que ven en esta plataforma el mismo éxito que tuvieron los vídeos musicales en los pasados años ochenta.
Para cientos de miles de jóvenes la vida sucede en YouTube. Estos días, la plataforma atrae a más de 1.000 millones de visitantes al mes que dedican 6.000 millones de horas a ver vídeos. Solo en julio, según la consultora OpenSlate y la web especializada en la industria audiovisual Tubefilter, los cien canales más vistos de YouTube han crecido un 80% en visitas frente a idéntico mes del año pasado. La propia compañía, muy reacia a dar datos, afirma que “los ingresos de los partners [como llama a quienes generan negocio a través de ella] subieron un 60% entre 2012 y 2013”.
Quizá a estos jóvenes youtubers las cifras les suenen lejanas, pero saben que el negocio es real. “En España se puede ganar de 0,20 a 1,20 dólares [entre 0,15 y 0,93 euros] por cada 1.000 visionados”, apunta Pedro Ricote, director general de Boomerang Live, una productora especializada en este mundo. ¿Le parece poco? No cuando uno tiene millones de visitas. PewDiePie, el alter ego de Felix Kjellberg —un gameplayer sueco experto en comentar partidas de videojuegos— acumulaba en julio pasado, según OpenSlate, más de 5.544 millones de visionados, mientras que el español Vegetta 777 (Samuel de Luque) supera los 1.137 millones.
Tienen millones de seguidores y ganan cerca de un euro por 1.000 visitas
En España ya hay una treintena de estos creadores que son casi profesionales, y decenas esperando serlo. “Es verdad que da para vivir, pero tampoco se ganan las fortunas que la gente cree”, dice Jesús Casabón, quien se escode detrás de TiparracoSA. Tiene el mayor canal de bromas y cámaras ocultas del país (acumula cinco millones de visitas) y reconoce que “solo piensa en YouTube”.
Porque si algo define este oficio de youtuber es la obsesión. David Calvo (Celopan) sostiene que “no mira mucho el mañana”. Ha aparcado, con 18 años recién cumplidos, sus estudios de publicidad. Se la juega con su canal de gameplays, que acaba de superar los 500.000 suscriptores y los ocho millones de visionados. O sea, empieza a ser rentable.
Aunque esa ganancia es difícil precisarla. Básicamente porque los propios youtubers no sueltan prenda. Todos se escudan en un acuerdo de confidencialidad con la plataforma. Pero algunos medios, como The Richest, han trazado su ranking particular. Las mayores ganancias acumuladas (siete millones de dólares) se las lleva PewDiePie, le siguen Yogscast (6,7 millones), Smosh (5,7), DisneyCollectorBR (5) y Blue Collection (4,8). Todos extranjeros.
Humor, descaro y videojuegos
“Una persona que entre en YouTube buscando solo dinero fracasa”. La advertencia de Cristina Bonaga, country manager de Divimove, compañía que representa a algunos de los principales youtubers españoles, revela que hacer caja en este mundo resulta difícil. Los contenidos tienen que ser frescos y diferentes si se quiere destacar sobre miles de competidores. Y dado que el público anda entre 15 y 21 años es mejor subirlos a partir de las siete de la tarde; a la vuelta de clase. También resulta preferible en día laborable antes que en festivo. Además, junto a la constancia de colgar regularmente material, hace falta comunicar. El público debe conocer cuándo se subirán las imágenes. Porque ganar dinero por publicar vídeos tiene sus reglas.
Las ganancias de estos creadores dependen del número de reproducciones (no se cobra por volumen de suscriptores), de la duración del vídeo, del país de procedencia de las visitas, del día en que se cuelga o del tipo de audiencia. Más pistas. Triunfa el humor, el descaro y la ironía. Pero, sobre todo, mandan los videojuegos y los youtubers que los comentan. El gameplayer.
En España, Ismael Prego, 20 años, creador del canal Wismichu, lanza sus cálculos. “Si quieres vivir bien de esto necesitas 500.000 suscriptores; o sea, unos 100.000 visionados por mes”. Por ahora, él ya tiene 1,48 millones de fieles y suma 12 millones de visitas. Forma parte de la élite nacional. Allí donde hacen negocio y fama (datos a jueves pasado) El Rubius (8,35 millones de suscriptores), Vegetta 777 (6,9), WillyRex (4,2 millones), JPelirrojo, (502.772), YellowMelloMG (472.814) y Loulogio (444.685).
Pero sería injusto contar la historia de los youtubers solo con números, porque también habla, y mucho, de creatividad, trabajo (algunos chicos dedican 12 horas al día a su canal) y talento para conectar con una audiencia que tiene entre 15 y 21 años. Son voces de una nueva generación. Un tiempo diferente que “salta las barreras convencionales”, según Leandro Pérez, organizador de iRedes, un encuentro internacional de redes sociales. “Antes los niños querían ser futbolistas, ahora youtubers”, asegura, tal vez exagerando, Pedro Ricote. Hay cierto poso de realidad. Héctor Zamarriego es el creador del canal Hectoreshector (400.000 suscripciones y 25 millones de visitas). Ha construido su plataforma entrevistando a otros youtubers. Empezó en 2011 analizando videojuegos y más tarde encontró su lenguaje. “No sabemos cuánto va a durar esto. Tal vez sea algo temporal, como lo fue Terra frente a Google”, narra este estudiante de 2º curso de Comunicación Audiovisual. “Aun así, cada vez tengo más ganas de colgar vídeos”.
Sobre esa pasión, infinidad de empresas han visto el negocio de utilizar a estos chicos como prescriptores de marca. De hecho, muchas compañías de videojuegos que antes no querían asociar su producto a los youtubers —por el riesgo de perder el control de los mensajes— ahora les persiguen. “A nuestros consumidores les gusta el mundo digital, por eso las campañas y experiencias de marca tienen una fuerte presencia en ese entorno”, explica un portavoz de Nike. El enganche es fuerte. Luis Regalado, 16 años y en 4º de ESO, cuenta que en verano dedica cuatro o cinco horas al día a seguir a El Rubius, WillyRex, Vegetta 777 o Puncho Deistar, algunos de sus youtubers favoritos. Y en Reyes, asegura, pedirá una capturadora de PlayStation para crear su propio espacio. “Es un fenómeno brutal que, con algunos cambios, se sostendrá a largo plazo”, augura Cristina Bonaga, country manager en España de la productora Divimove, que representa a conocidos youtubers.
Por ahora, la industria toma posiciones. Disney ha pagado 950 millones de dólares (unos 733 millones de euros) por la estadounidense Maker Studios, una de las principales redes que agrupa canales de youtubers. Y la californiana Fullscreen —tiene más de 40.000 espacios de YouTube— es una pieza más que tentadora para las corporaciones. En EE UU se vive una fiebre en busca de talento para la plataforma. Por eso los españoles WillyRex y Vegetta 777 se han ido a vivir juntos a Los Ángeles en busca de fortuna.
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