Cada vez que aparece una nueva tecnología con gran impacto en nuestras vidas cotidianas, los temores a sus posibles efectos negativos en la salud física o emocional de los usuarios se extienden veloces por una opinión pública generalmente mal informada y expuesta a titulares agresivos y alarmistas.
La telefonía móvil no ha sido una excepción, sino más bien el paradigma de lo que significa temer una innovación tecnológica casi desde sus inicios desde múltiples y muy variados puntos de vista. Uno de ellos es el terminal móvil y las misteriosas radiaciones electromagnéticas de las que se alimenta para permitirnos comunicarnos a distancia. ¿Es realmente peligroso para nuestra salud?
Difícil respuesta, ya que se trata de un tema recurrente al que responden cada pocos meses diferentes estudios internacionales, cada uno con conclusiones muy variopintas que no logran sino confundir a los usuarios y desatar la polémica, momentáneamente, hasta que sale el próximo estudio y desmiente los resultados del anterior.
Recientemente hemos vuelto a asistir a este peculiar proceso de la mano de un interesante estudio procedente del Hospital Universitario de Örebroin en Suecia. Sus investigadores concluían que el uso habitual y continuado (durante más de 25 años) de los terminales móviles y teléfonos inalámbricos incrementaba considerablemente la posibilidad de desarrollar un glioma (tumor cerebral), debido a efectos acumulativos en las horas de exposición a las emisiones radioeléctricas de los teléfonos.
Es decir, cuánto más tiempo pasamos con el teléfono pegado a la cabeza a la lo largo del día, más probabilidades de desarrollar uno de estos tumores en el plazo de dos o más décadas. Como os podéis imaginar, estos datos, así expuestos son como poco alarmantes. Sin embargo, no es la primera vez que se publican estudios similares y la mayoría de ellos adolecen de los mismos problemas estadísticos.
Para empezar el tamaño de la muestra. Se necesita estudiar a un número suficientemente amplio de sujetos (en el último estudio sueco rondaron los 5.000) para poder afirmar que un elemento produce una enfermedad que se da de forma natural en 3 o 4 de cada 100.000 habitantes. Además, las encuestas que se basan en la percepción subjetiva de los usuariospueden estar sesgadas, intencionadamente o no, lo que dificulta obtener resultados fiables.
Por último, tenemos el factor tiempo. Dado que este tipo de enfermedades se desarrollan a lo largo de décadas, estudios que se limitan a unos pocos meses o años y con datos procedentes en muchos casos de la memoria de los usuarios, no sirven para inferir situaciones futuras que podrían darse dentro de 20 o 30 años.
La eterna y cíclica polémica
Por ejemplo, en 2011 los posibles riesgos asociados a las radiaciones electromagnéticas de las redes WiFi sobre los niños llevaron al Comité de la UE de Medio Ambiente, Agricultura, Asuntos Locales y Regionales a recomendar su prohibición en las escuelas:
En cuanto a la seguridad de los niños se refiere, el comité recomienda encarecidamente lo siguiente: Prohibir todos los teléfonos móviles, los sistemas Wi-Fi y redes WLAN de las clases, así como los teléfonos inalámbricos con tecnología DECT.
Meses después, la OMS tomaba la decisión de incluir los campos electromagnéticos de la telefonía móvil en el grupo 2B de sustancias que podrían ser una causa posible de contraer cáncer. Se trata de un grupo en el que se encuentran sustancias, productos o energías sobre las que hay alguna sospecha pero no se ha podido confirmar un mecanismo biológico concreto.
Posteriormente se publicaba el controvertido informe de la PSRAST (Physicians and Scientists for Responsible Application of Science and Technology) en el que se llegaba a la conclusión de que el uso continuo de los móviles pegados a la cabeza era sumamente peligroso para nuestra salud:
Existen una cantidad considerable de evidencias que demuestran, más allá de toda duda razonable, que la radiación de microondas de los teléfonos móviles y redes inalámbricas puede causar un aumento significativo del riesgo de sufrir tumores cerebrales. Además, hay cada vez más pruebas que indican que provoca una alteración de la función cerebral, daño a los genes y otras alteraciones.
Sin embargo, todos estos estudios eran después criticados y posteriores evidencias mostraban que no, que el uso de los móviles no es peligroso. Uno de los últimos nos llegaba el año pasado de la mano del Mobile Telecommunications and Health Research Programme (MTHR) británico, quien tras más de 11 años de estudios, afirmaba que no hay riesgo alguno para nuestra salud.
no hay evidencias de que las redes de datos inalámbricas de los sistema de telefonía móvil sean perjudiciales para la salud humana
El análisis fue llevado a cabo por petición del Departamento de Salud y analizaba casos de más de 31 proyectos de investigación anteriores. Fue controlado por expertos independientes y concluía que no hay evidencias de que las redes de datos inalámbricas de los sistema de telefonía móvil sean perjudiciales para la salud humana, ni para individuos adultos ni para niños o mujeres embarazadas.
No obstante, se recomendaba continuar investigando sobre el impacto en los jóvenes con menor edad, dado que un posible efecto negativo podría verse pasados muchos años de uso continuado.
Otro también muy interesante se publicaba en 2012 y analizaba la posibilidad de desarrollar un glioma en la población norteamericana comparando los datos desde 1997 hasta 2008. ¿La conclusión? Pues que la tasa de aparición de estos tumores se ha mantenido constante, sin que se haya visto afectada por la introducción de la telefonía móvil en los hábitos sociales.
Tomemos estos estudios con prudencia
La tecnología se implanta tan rápido que muchas veces no somos capaces de asimilar ni prever sus verdaderos impactos sociales a medio plazo y mucho menos en periodos de décadas. Si a esto le sumamos nuestra incapacidad técnica para predecir hechos causales complejos no inmediatos en los que intervienen múltiples factores ambientales y biológicos, dejamos la puerta abierta para todo tipo de especulaciones y argumentaciones.
¿Cómo defendernos? Pues ante todo siendo prudentes y pensando por nosotros mismos. Si, ya sé que me diréis que los ciudadanos corrientes no tienen los conocimientos necesarios para saber si una tecnología como la de los teléfonos móviles es perjudicial o no. Pero tampoco hay que dejarse guiar por todo lo que nos digan las estadísticas, que al fin y al cabo no son sino modos de tratar de clasificar una realidad inclasificable con datos muchas veces parciales, sesgados o incompletos.
¿Produce algún efecto el uso continuado del móvil en nuestro cuerpo? Está claro que sí. Al sostener el terminal junto a la cabeza para hablar, una parte de las ondas electromagnéticas no ionizantes producen cierto calor sobre los tejidos corporales, aunque rápidamente se disipa y no está probado que produzca efectos acumulativos como sí lo hacen otras radiaciones ionizantes como los rayos X o los ultravioletas.
Pero es que, además, la tendencia actual pasa por utilizar cada vez menos el terminal como teléfono y más como sistema de mensajería no pegado al cuerpo del usuario (bueno, sólo a sus dedos), o como centro de datos que se comunica con otros elementos como auriculares inalámbricos, con lo que los riesgos de los usos iniciales del móvil están desvaneciéndose por sí mismos.
Entonces, ¿podemos afirmar que el terminal móvil es completamente inofensivo? No, aunque por diferentes motivos. Son patologías muchas veces psicológicas, totalmente demostradas y a las que sin embargo parecemos no querer prestarles atención.
También tenemos el peligroso asunto de los despistes ocasionados por los móviles al volante o incluso por la calle. ¿Mi recomendación? Hagamos un uso racional del móvil, tanto en la forma como en tiempo de utilización, y tendremos así la mejor arma para combatir sus posibles efectos negativos.
Fuente: www.xatakamovil.com
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