«Llevamos» a un explorador hasta el Planeta Rojo para comprobar si efectivamente hay agua. Si no se volviera loco, tendría que luchar contra el frío, la radiación y con monstruosas estructuras geológicas
1. Viaje al planeta de los marcianos
Marte exhibe su cicatriz, «Valle Marineris», un valle de más de 4.000 kilómetros de largo y 200 de ancho
Ir a Marte no será precisamente un viaje en primera clase. Para recorrer una distancia cercana a los 79 millones de kilómetros, habrá que viajar unos tres años confinado en una nave espacial y llevarse bien con los otros tripulantes de la misión, cosa ya complicada en una oficina y peor todavía en un laboratorio espacial de alta tecnología. Los espacios serán tan pequeños, que en caso de «bronca» será difícil eso de buscar un sitio donde nadie pueda molestar. Además, habrá que alimentarse de comida liofilizada, o con suerte de lechugas espaciales o insectos como fuente de vitaminas y proteínas. Qué delicia. En cuanto a las necesidades íntimas y cotidianas, habrá que cortarse las uñas junto a un aspirador para evitar molestas y potencialmente destructivas colisiones con los restos en mitad de la ingravidez. Si el estrés y la locura acechan, no habrá sitio para una ducha relajante. En vez de eso, habrá que lavarse el pelo con una especie de aerosol, ante la mirada de los otros astronautas.
Se ha descubierto agua en Marte, a partir de unos estrechos canales en los que los restos de sal indican que en ocasiones, el agua del subsuelo sube y resbala por las laderas de algunos cráteres marcianos. Para algunos, eso refuerza el sueño de enviar exploradores o quizás incluso asentarse para conquistar el Sistema Solar. Para otros, es una noticia estupenda que podría ser la antesala de que hay vida en Marte. Sea como sea, ¿qué encontraría un astronauta de la NASA que quisiera ir al Planeta Rojo?
2. Una ligera... diferencia
Una de las últimas fotografías de Marte, al borde del Valle de Maratón. Los bordes negros se deben a que la imagen está compuesta por varias tomas
Después de un viaje tan incómodo, cualquier astronauta que se precie estaría deseando bajar a estirar las piernas. La primera sensación que tendría al hacerlo sería la de notar una gravedad que es equivalente al 38% de la terrestre. En condiciones terráqueas, esto debería hacerle sentir ligero, pero después de viajar durante años en condiciones de ingravidez, sería como una losa.
Esto pasa no solo porque la masa marciana sea el 11% de la terrestre, sino también porque la densidad de Marte es el 71% de la terrana. Esto es una pista que los científicos usan para saber cuál es la composición del interior marciano, y si está muy cargado de metales o gases, por ejemplo.
3. Un horizonte extraño
«Selfie» panorámico tomado por el el rover «Curiosity»
En la Tierra, las velas de los barcos desaparecen por el horizonte a medida que se alejan, aunque el cielo esté despejado. Esto ocurre porque el planeta es esférico y la curvatura se percibe a enormes distancias.
En Marte, donde el radio es más o menos la mitad que el terrestre, este horizonte debería percibirse como más cercano y más curvo. En el caso de que hubiera barcos navegando en océanos, las velas tendrían que alejarse mucho menos para ocultarse tras la curvatura.
4. Un clima inhóspito
Ilustración artística que representa una tormenta de polvo, que podría estar incluso cargada cno electricidad
Árido y frío. Marte no es precisamente un lugar acogedor, al menos a nivel de superficie. Con temperaturas medias en la atmósfera de -63ºC, los astronautas podrían caminar por el suelo marciano siempre con buena protección. Además, el efecto de las estaciones y de los días y las noches, hacen que en Marte haya variaciones de temperatura que van desde los -140ºC a los 30ºC. La ausencia de vegetación o de grandes masas de agua en superficie, provocarían que las fluctuaciones de temperatura fueran repentinas y extremas.
En el lado positivo, los días marcianos duran, por término medio, solo 37 minutos más que los terrestres. Eso sí, las estaciones cambiarían de una forma mucho más lenta, puesto que un año marciano dura 687 días terrestres, frente a los 365,25 días de los años terranos.
5. Rayos y hombrecillos verdes
«Ciudad de los jardines», en Marte. Estas estructuras aparecen cuando los fluidos se mueven a través de rocas fracturadas y depositan minerales. Si las venas son más duras que las rocas, aparecen estas formaciones
Marte no es para tanto, a fin de cuentas también hace frío en Alaska, podría decir un astronauta aventurero. Sin embargo, la tenue atmósfera, en la cual la presión es minúscula y la aridez casi absoluta, sería incapaz de frenar la radiación solar y espacial más dañina.
Rayos ultravioleta, rayos cósmicos galácticos y toda un abanico de radiaciones perjudiciales harían que los humanos se conviertieran en los auténticos hombrecillos verdes de Marte. Sin protección, el tiempo que permanecieran vivos sería un festival de mutaciones para su ADN. El sufrimiento y la desorganización de su genoma les convertirían en criaturas desgraciadas.
Además, en caso de querer darse un respiro, inhalarían básicamente restos de vapor de agua y dióxido de carbono. Ningún médico lo recomendaría.
6. El volcán más monstruoso del Sistema Solar
Una montaña de más de 21 kilómetros de altura permanece dormida en Marte
Si el frío o la radiación no son suficiente motivo para que los astronautas huyan despavoridos, Marte esconde aún más secretos. Entre sus rocosas laderas y cráteres, más allá de las llanuras polvorientas, Marte es el hogar del mayor volcán que existe en el Sistema Solar: se trata del monstruoso Monte Olimpo, que alcanza una altura de 21.129 metros (frente a los 8,848 metros del Everest).
En su rojiza corteza esconde además la enorme cicatriz del cañón más profundo de todos los planetas conocidos. Se trata de «Melas Chasma», una depresión que llega a los nueve kilómetros de desnivel. Además, una gigantesca cicatriz recorre la cara de Marte: «Valles Marineris» es un descomunal sistema de cañones de más de 4.000 kilómetros de largo, 200 de ancho y de 7 de desnivel.
7. Miedo, pánico y guerra
Patrones marcianos similares a tatuajes y causados por la mezcla de sedimentos de distinto origen
Si, a pesar de saber todo esto, el astronauta incauto quiere ir Marte, quizás haga caso del aviso que es su nombre. Cuando solo se sabía que las estrellas y la luna brillaban como puntos brillantes en el cielo, la luz rojiza de Marte era como un punto de sangre en el cráneo de la creación. Durante siglos, era fuente de supersticiones, un símbolo de guerra y violencia que le llevó a adquirir el nombre de Marte, el dios romano de la guerra.
Muchos años después, los astrofísicos descubrieron que Marte no estaba solo, sino que tenía dos pequeñas lunas. Se llaman «Phobos» y «Deimos», palabras que en latín se usan para miedo y pánico. ¿Acogedor, no?
Fuente:Así sería la terrorífica llegada de un astronauta a Marte
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