Hay días en los que aquellos espacios que frecuentamos se encuentran ocupados por personas inmersas en mares de emociones negativas. Uno de ellos es el trabajo. Ya sea porque somos responsables de un equipo o los jefes de una empresa, es nuestro deber intentar que esos ánimos se recuperen. Pero, ¿cómo influir en otros de esta manera? Para ello es necesario conocer el arte de motivar a los demás.
Aunque en primera instancia es condición indispensable centrarnos en nosotros -sería imposible intentar motivar a un equipo si nosotros no lo estamos-, como garantes del rendimiento de un grupo siempre es importante prestar atención a las emociones que mandan en él. No olvidemos que la motivación de un grupo está relacionada de manera íntima con las emociones que predominan en él.
Mejora la interacción con tu equipo
Quieres sacar lo mejor de las personas que tienes a tu alrededor, deseas impulsarlos hacia adelante porque sabes lo que pueden dar. Sin embargo, hay muchos motivos por los que todos ellos han frenado y empiezan a dar pasos hacia atrás. Entonces el resultado previsible empieza a alejarse del deseado. Un proyecto puede ser rechazado, un problema familiar puede ocupar nuestros pensamientos en todo momento…
El arte de motivar pasa por identificar las dificultades que surgen, inevitables en cualquier proyecto, y a las que hay que hacerles frente. Para que esa identificación sea posible y precisa es necesario que exista una buena comunicación. Una interacción que se base en el respeto, pero que a la vez estimule la asertividad y la expresión de opiniones.
No siempre como jefes vamos a tener razón. Las personas que trabajan para nosotros pueden ver desde otra perspectiva cómo están evolucionando las cosas. Así, es positivo que todas las opiniones sean escuchadas para que todos se sientan como parte del proyecto. Además, escuchar lo que piensan los demás, como encargados, siempre nos va a aportar diferentes perspectivas de los problemas que aparezcan; perspectivas a las que nosotros desde la dirección difícilmente llegaríamos.
Motivar se hace en “caliente”
¿Sirve de algo echarle la bronca a un niño cuando la travesura la hizo el día anterior? Con respecto a el arte de motivar sucede exactamente lo mismo. La motivación debe darse en el momento exacto en que se necesita. Por eso, como responsables de un equipo tenemos que estar siempre alerta para fijarnos en esos breves instantes en los que nuestra intervención como motivadores puede tener un efecto mayor.
Abre bien los ojos, de otra forma no podrás darte cuenta de qué está funcionando y qué no. Refuerza con palabras lo que creas pertinente y ponlo por escrito para que quede constancia. Piensa que establecer una especie de bitácora ayudará a tu equipo a honrar a los pasos que estáis dando y pondrá de relieve todo lo que ha costado alcanzar una meta cuando esta se consiga. Algo que redundará de manera positiva en la motivación del grupo y en la tuya.
Da espacio a los demás
Motivar no es lo mismo que presionar. A veces confundimos estos dos términos y por eso no obtenemos los resultados esperados. Como jefe de un equipo eres tú quien tiene la responsabilidad de dictar los pasos que hay que seguir, las pautas que se deben tener en cuenta y el ritmo de trabajo necesario para llegar al objetivo que hemos marcado.
Una vez que todo esto esté claro, es necesario dar espacio a las personas de nuestro equipo. Permitirles que establezcan su propio ritmo de trabajo, que cumplan con las entregas, que se esfuercen y que sus ánimos no decaigan. Comprobar aquello en lo que se atascan, pero sin someterlos a una presión excesiva recordándoles de manera constante lo que ya debería estar hecho.
Un equipo trabaja para un fin común y cada uno de los miembros debe ser responsable de sus deberes. Si como trabajador sabes lo que tienes que hacer y en tus manos tienes un cometido, es muy probable que te sientas motivado. Sin embargo, si además de toda esta responsabilidad, el encargado te ahoga, te recuerda los plazos, te acosa a preguntas constantes de cómo vas, no te señala lo bueno y solo se fija en lo negativo, te desmotivará.
Toma medidas creativas
El agotamiento físico y mental puede ser contraproducente en el arte de motivar; por eso es necesario que al mismo tiempo que exprimimos nuestra mente, también permitamos que descanse. Porque, a veces, el trabajo se convierte en un suplicio. Pero, con solo hacer una buena gestión de nuestra energía mental, podemos lograr que incluso sea hasta entretenido. Para llegar a este punto es imprescindible dorar pequeñas píldoras creativas que nos permitan divertirnos con el trabajo, sin dejar de lado la responsabilidad que conlleva.
¿Qué podemos hacer al respecto? Un ejemplo puede ser parar unos 10 minutos, dejar todo lo que se está haciendo e irnos a tomar un café. Eres el jefe del equipo y sabes que por un momento que os relajéis esto no disminuirá vuestro rendimiento, sino todo lo contrario. Despejarse es muy positivo. Nos permitirá liberar tensiones, interactuar y reírnos que seguro nos hace mucha falta.
Otra medida creativa puede ser proponer una ronda de chistes o anécdotas durante 5 minutos o una siesta corta, conocida como powernap. No es imprescindible irse a ningún lugar. En el propio escritorio, en el lugar del trabajo, nos permitiremos un descanso divertido e imprevisto para recuperar energías y revitalizarnos. Esta costumbre, bien llevada, también propiciará un buen ambiente de grupo y nos dará información de cómo se siente cada uno de sus componentes más allá del trabajo.
Comunicarnos con el equipo, interesarnos por lo que les ocurre a las personas que lo conforman, darles su espacio y romper esquemas, es muy importante en el arte de motivar. ¿Nuestro objetivo? Que uno pueda divertirse con aquello que requiere de una gran seriedad y compromiso. Parece un imposible, pero en realidad no lo es. Estas pequeñas recomendaciones ayudarán a tu equipo, y a ti en particular, a estar preparados para abordar vuestro próximo objetivo con ganas.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com
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