El pasado 1 de abril de 2006 la revista 'British Medical Journal' publicaba el nombre de una nueva enfermedad, el Trastorno por Déficit de Motivación (TDM). Una disfunción cuyo síntoma principal es proponerse un objetivo pero no encontrar la fuerza de voluntad para llevarlo a cabo, aderezado con un sentimiento diario de pereza. ¿Te suena? Es el momento de informarle que este trastorno no existe. Es una broma científica, una inocentada de la revista (el 1 de abril es el equivalente a los Santos Inocentes en el mundo anglosajón). Los síntomas de la pereza son tan habituales para todos que, sumados al gusto por poner nombres clínicos a la vida cotidiana, hicieron que la broma resultara perfectamente creíble.
El gandul pura sangre es un vividor al que no le interesa el futuro. Como todas las conductas humanas, la pigricia nació con un buen propósito: era un sistema de ahorro de energía por el cual nuestros ancestros -que tenían acceso limitado a la alimentación- pasaban temporadas dormitando como osos. Hoy, la pereza es un mecanismo de compensación que nos ayuda a descansar después de largas jornadas de trabajo. No hablamos de depresión o fatiga crónica, que necesitan tratamiento médico, sino de la desidia que nos puede derrotar a todos.
LAS TRAMPAS
Exceso de exigencia. Según los griegos, la herramienta del diablo es dividir. Eso es lo que hace la pereza, partirnos en dos. La voz interna que dice "debería", lucha contra la voz que dice "no me apetece" y, en medio, estás tú intentando llevar las riendas. Psicosolución: Elimina las listas y los "tengo que". Es importante equilibrar el tiempo de trabajo con el de descanso. Utiliza la técnica del 50:10 con 50 minutos de trabajo y 10 de descanso. En los niños comience por la ratio 20:10.
Alergia al esfuerzo. El esfuerzo nos hace fuertes. Significa persistir para alcanzar un fin. Hace unos días, un nadador paralímpico en silla de ruedas explicaba en televisión entre risas cuál era su receta para el éxito: "Mientras mi mente dice 'qué cansancio, hoy me quedo en casa', me estoy poniendo el bañador y saliendo por la puerta". La voz de la pereza siempre está presente, pero el luchador sigue adelante sin escucharla. Psicosolución: Cuando surjan los pensamientos "estoy tan a gusto", visualiza cómo te sentirías con la tarea hecha. Di: "Un, dos, tres... ahora" y póngase en marcha. Juega a ser un superhéroe que hace tareas imposibles con sus hijos.
Falta de motivación. Cuando faltan los buenos motivos renunciamos ante la primera dificultad. En el cerebro, la dopamina, el transmisor de la fuerza de voluntad, es la encargada del empujoncito para alcanzar el objetivo. Psicosolución: Actúa, piensa en un objetivo y analiza los motivos que tienes para hacer la tarea, pueden ser la mejora de la autoestima, la satisfacción o el altruismo. Una vez en acción, marca tres actividades para realizar, empieza por la más fácil, sigue con la más difícil y concluye con la de dificultad media.
Pereza mental. A diario vemos personas que hacen esfuerzos ingentes para no cambiar sus mentes y se abandonan al placer de pensar que llevan razón. Psicosolución: Entrena tu cerebro enfrentándote a situaciones a las que no estás acostumbrado, escucha a personas con las que no tratas o argumenta desde el punto de vista de otro durante un rato. Quizás seas uno de esos tipos talentosos que ha tirado la toalla. Vence hoy al diablo de la inercia y haz como el nadador: mientras tu mente te dice "no me apetece", ponte el traje para coger el camino que te lleve a hacer realidad sus sueños.
En un minuto...
Respira un minuto: pon la alarma del móvil para que suene cuando concluya el tiempo. No es una tontería porque esto te permitirá olvidarte de todo. Ahora repítete a ti mismo: "Puedo sentir tranquilidad y paz interior", mientras te concentras en tu respiración. El minuto Kaizen. Sigue con la técnica japonesa kai (cambio) zen (sabiduría). Pon otro minuto para hacer la tarea que tanto te cuesta. Levántate, ponte en pie y ¡estírate! Un minuto es poco tiempo y no abruma la tarea. Haz de este ejercicio una rutina diaria que realizarás a la misma hora. Descubrirás que en breve estarás aumentando el tiempo que le dedicas a tu objetivo. Vale la pena. Autoconfianza. La pereza puede ser miedo camuflado, como cuando tenemos que enfrentarnos a una persona o a una situación difícil y parece que una fuerza sobrehumana no nos deja movernos. Algunas veces, bajo la renuncia holgazana se esconden creencias irracionales sobre nuestra competencia. Si tienes miedo es mejor ser amable y paciente consigo mismo. Cambia el diálogo interno y dígase frases como "puedo hacerlo, lo sé" una y otra vez, mientras ordenas sus ideas. Carpe diem. Dejarse dominar por la pereza suele producir sentimientos de culpa y envidia porque en el fondo sabemos que el beneficio de hoy es el perjuicio de mañana.
Fuente: www.elmundo.es
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