sábado, 10 de febrero de 2018

MIEDO A LOS PAYASOS: COULROFOBIA


miedo 

Coulrofobia es un neologismo que aún no ha sido reconocido por el Diccionario Inglés de Oxford, ni por ningún manual de psicología. Sin embargo, se refiere al miedo patológico e irracional a los payasos. 

Contrario a lo que pueda parecer, no muchas personas sufren de una fobia paralizante hacia los payasos, para una buena cantidad de personas, sin embargo, simplemente son desagradables. Basta con ir a “Google” y tipear “Odio a los payasos” (I hate clowns) para encontrarse con una cantidad bastante considerable de sitios que hablan acerca de las personas intimidadas por ellos. 





Algunos circos acordaron ofrecer un servicio de utilidad pública, presentando a sus artistas sin maquillaje antes de las presentaciones para demostrar que no son más que personas detrás de maquillaje. Un caso muy curioso ocurrió Sarasota, Florida, EE.UU. en 2006, una extraña histeria se apoderó de la población, cuando la localidad fue elegida como sede de una reunión de payasos de diversas partes del mundo. Los residentes de la ciudad solicitaron al gobierno que esta reunión fuera movida a otro sitio y justificaron su desaprobación por el sentimiento de temor ante los visitantes. Ese mismo mes, el número de delitos aumentó en la ciudad y algunos están convencidos que se debió al temor que algunas personas sentían. 


Incluso aquellos a quienes deberían de gustar los payasos – los niños – a menudo no disfrutan de su presencia. En 2008, un estudio de la Universidad de Sheffield en Inglaterra, entrevistó a 250 niños entre los cuatro y dieciséis años, los resultados indicaron que un gran porcentaje de la muestra tuvo una reacción de miedo ante las caras maquilladas de los payasos. Otro estudio encargado por la BBC encontró que los niños de la actualidad se sienten incómodos viendo la presentación de un payaso. Para la mayoría de los niños entrevistados no parecían divertidos, por el contrario, les resultaban extraños de una manera definida como perturbadora. 

Por supuesto, la mayoría de los payasos no intentan ser raros. Ellos intentan transmitir dulzura a través de sus travesuras, la diversión encarnada. Entonces surge la pregunta: ¿cuándo los payasos, supuestamente figuras que encarnan a la alegría infantil, se convirtieron en algo que causa temor y aprensión? ¿Cuándo los payasos se convirtieron en figuras que inspiran miedo? La verdad es que, tal vez, siempre fue así. 



Payasos 


Payasos saltarines, arlequines y un sinnúmero de tipos de bufones siempre han estado presentes en las sociedades humanas. Presentes en la mayoría de las culturas – enanos disfrazados de payasos hacían reír a los Faraones hacia el 2500 antes de Cristo, en la antigua China imperial, un payaso llamado YuSze fue, según consta en los registros históricos, la única persona que podía señalar los errores en el plan del Emperador Qin Shih Huang de pintar la Gran Muralla China. Los nativos americanos Hopi poseían en su tradición algo parecido a un payaso cuya función era reducir al mínimo el ambiente de seriedad de ciertos rituales a través de bromas y juegos. Ya en la antigua Roma, artistas circenses llamados Stupidus eran muy apreciados por todas las clases sociales; los bufones de la corte medieval de Europa disfrutaban del derecho a burlarse de cualquier personas, incluyendo a los nobles y poderosos, y en los siglos XVIII y XIX la pantomima ganó amplió terreno en Europa Occidental y Gran Bretaña. 

Pero los payasos siempre fueron asociados con un lado oscuro. Algunos dicen que esto se debe al hecho de que reflejan una visión distorsionada de la sociedad. Prácticamente son un reflejo caótico de la normalidad, capaces de subvertir a todo lo que es convencional. El bufón siempre fue visto como una especie de duende travieso, capaz de llevar a cabo acciones a su antojo y comportarse al margen de las normas impuestas por la sociedad. 



Joseph Grimaldi, el primer payaso. 


Andrew Stott, un investigador de la Universidad de Buffalo, publicó varios artículos que hablan de los payasos y el temor que algunas personas les tienen. Stott es el autor de una biografía centrada en Joseph Grimaldi, el más famoso artista de pantomima, quien cosechara numerosos éxitos en la Inglaterra victoriana llegando a presentarse en el London Regency. 


Grimaldi fue el responsable de darles una imagen a los payasos modernos. Él es la razón por la que a los payasos todavía se le sigue llamado “Joeys” en Inglaterra. En su época, Grimaldi fue tremendamente popular, algunos periódicos afirmaron que los espectáculos del artista atraían tanto público que más del 80% de la población de Londres había asistido a una de sus presentaciones. En 1820, la fama de Grimaldi era tanta que su cara era más conocida que la del Primer Ministro. Grimaldi solía presentarse en los cines, no en los circos. Antes de él, los payasos solían utilizar poco maquillaje en la cara, solo para sugerir que estaban un poco borrachos. Grimaldi fue pionero en pintarse la cara con pintura blanca, resaltarse los ojos y la boca con círculos de colores y utilizar la bola de nariz roja. Para complementar, su personaje llevaba una peluca azul y ropa brillante. El hombre era un verdadero maestro de la comedia física – saltaba en el aire, hacia malabares y daba piruetas con mucha facilidad. Su habilidad de imitar los gestos de los demás y satirizar los acontecimientos de la vida cotidiana le valieron las críticas de obispos y la clase política, pero el público en general amaba sus chistes. 



vida 

Grimaldi era una estrella en toda la extensión de la palabra, pero su vida personal estaba lejos de ser solo risas. En la biografía, Stott disecciona la personalidad oscura que se ocultaba detrás de la máscara. Nacido en el seno de un hogar fracturado, Grimaldi fue el hijo de un padre tiránico y abusivo que constantemente lo golpeaba y que fue responsable de la muerte de su esposa. Creció en las calles, inicialmente convirtiéndose en carterista. En los reformatorios fue donde descubrió su talento para la imitación de las personas y para ganarse su confianza a través de la comedia. Pasó a tocar en las calles de Londres donde fue descubierto por un caza talentos. A partir de esto fue catapultado a la fama. Grimaldi sin embargo, tenía drásticos cambios de personalidad, posiblemente padecía de una enfermedad maníaco-depresiva. Se había casado y trataba a su esposa e hijos de forma brutal, los disciplinaba con palizas y dejándolos morir de hambre. Uno de sus formas favoritas para “dar lecciones” a los niños era dejarlos casi al borde de la inanición mientras él mandaba a preparar suntuosos banquetes. Los niños eran obligados a ver a su padre comer hasta el hartazgo, sin permiso para tocar nada. 


Se volvió alcohólico para compensar los dolores que sentía por las caídas durante las presentaciones donde hacia malabares. En más de una ocasión, por ejemplo, se presentó completamente borracho, apenas capaz de mantenerse en pie. Las cosas empeoraron aún más cuando la esposa de Grimaldi murió al dar a luz al cuarto hijo del matrimonio. 


Soy severo el día entero, pero escucho voces que ríen en la noche.” Repetía frecuentemente el payaso. Hay rumores (nunca conformados) de que Grimaldi era un pedófilo y un cliente frecuente de los burdeles londinenses de la época, donde pagaba fortunas para ser azotado y ridiculizado. Otros rumores dan fe de que más tarde se casó legalmente con una niña china de 13 años. El hijo de Grimaldi terminó por suicidarse y esta pérdida fue el colapso de la trayectoria del artista que nunca más volvió a presentarse. 


Joseph Grimaldi moría un día de 1837, literalmente, en la calle, sin dinero y víctima de una cirrosis crónica. El autor británico Charles Dickens escribió una novela en serie, publicada en los periódicos de aquel tiempo, basada en la vida de Grimaldi. En la novela de Dickens las risas del público provocaban en el payaso un dolor inconmensurable. Para Stott, la vívida descripción de Dickens de la doble vida del payaso atormentado fue el comienzo del mito de los payasos que inspiran miedo. Lo que Dickens hizo fue que se tornara más difícil mirar a un payaso sin imaginar a quien estaba detrás de la máscara. La versión novelesca de la vida de Grimaldi se hizo muy popular en Europa y América, tal vez influyendo en las percepciones acerca de los payasos. 


Debido al éxito de Grimaldi, otra figura se hizo muy popular en Europa, el francés Jean-Gaspard Deburau Pierrot, un payaso mudo que utilizaba pintura blanca en la cara, lápiz labial rojo y cejas oscuras para entretener a la audiencia. Deburau tuvo sus inicios en las calles de París, tenía admiradores que lo reconocían incluso sin maquillaje. Pero en la misma medida en que Grimaldi fue trágico, Deburau era siniestro: en 1836, mató a un niño de 11 años de edad, con un golpe de su bastón después de que el niño le gritara algunos insultos en la calle. El payaso fue absuelto de los cargos, debido a su fama más que a otra cosa. Se cuenta que Debureau era intempestivo, con arrebatos de furia en los que maldecía y agredía a quien estuviera cerca. En uno de estos episodios se había ensañado contra las personas en su presentación. Pierrot, que popularizó la figura del payaso triste, vio su carrera truncada por estos episodios. 



Coulrofobia 

Dos de los payasos más populares de la historia eran hombres llenos de problemas y maldad detrás de sus caras pintadas. Después de Grimaldi y Pierot, las presentaciones de pantomima cambiaron de forma considerable; las payasadas dejaron de ser un acto de los cines y pasaron a las carpas circenses. Los circos ambulantes se hicieron populares sólo hasta la segunda mitad del siglo XVIII, con espectáculos ecuestres y animales exóticos. Con la incorporación de los malabaristas, trapecistas y magos, vinieron los payasos. Siguiendo el estilo de Grimaldi, hacían presentaciones aplicándose maquillaje y utilizando ropa llamativa. 


Básicamente estos payasos servían como un alivio cómico para los espectáculos que implicaban retos y actos laboriosos de otros artistas. Como este estilo de humor comenzó a ganar terreno, los payasos se hicieron cada vez más populares. Pero siempre hubo algo oscuro en su comedia como escribió Edmond de Goncourt, un crítico francés de 1876: “El payaso personifica un tipo de arte repleto de ansiedad y aprensión. Todo lo hace se refiere al caos, la confusión y la locura. Y la locura no es divertida, es aterradora” La ópera italiana Pagliacci (Payaso) de 1892, en la que el personaje principal, un artista del estilo de Grimaldi, asesina a su esposa infiel, muestra cómo los payasos se consideraban asustadores y una fuente para el drama. 


Inglaterra exportó el circo y los payasos al continente americano, donde todo erra tierra fértil para el género a principios del siglo XIX. Los circos dejaron de tener un solo escenario y se convirtieron en espectáculos grandiosos que viajaban de ciudad en ciudad. Muchas cosas cambiaban en los circos, pero los payasos se mantenían inalterables – Emmett Kelly, por ejemplo, fue el más famoso de los “payasos vagabundos” americanos. Con su aire cínico que no se permitía sonreír nunca, todavía conseguía ser hilarante. 


Los payasos tuvieron una especie de época dorada en los EE.UU. con los programas televisivos de la década de 1950, donde artistas como Clarabell, el payaso, Howdy Doody y Bozo se disputaban la atención de los niños. Bozo, a mitad de la década de 1960, tuvo un programa visto a diario por miles de niños y largas filas para participar en el show. En 1963, las franquicias de comida rápida McDonald’s creaban a Ronald, el payaso feliz, para vender hamburguesas y promover la marca, convirtiéndose en su rostro “embajador” en todo el mundo. 


Pero esta “edad de oro” no duraría mucho tiempo. Antes del fin del siglo XX, los payasos no eran una diversión infantil, los mimos, por ejemplo, tenían situaciones y chistes dirigidos a un público adulto. Algunos eran espectáculos grotescos, llenos de malas palabras, violencia y prejuicios. La evolución de los payasos como entretenimiento para los niños se llevó a cabo de forma abrupta, sin cambiar la figura del carácter original, manteniendo su maquillaje chabacano y el humor caótico. La máscara siempre despertó sospechas: “Donde existe misterio, hay desconfianza.” 


Muchos payasos no tienen nada que ocultar, no son más que artistas de entretenimiento que actúan con alegría y entusiasmo. Pero como Grimaldi y Pierot, la sensación de que los payasos tienen una doble vida despierta la percepción de ciertos miedos en las personas. Estos temores llegarían hasta la estratosfera en la década de 1970. 



Miedo a los payasos: coulrofobia 

Cuando Bozo aún era un éxito, un payaso muy siniestro comenzó a aterrorizar el centro de los EE.UU. En apariencia, el distribuidor John Wayne Gacy era un hombre afable y muy trabajador, que también se presentaba ante los niños como el payaso Pogo. Sin embargo, entre 1972 y 1978, Gacy atacó sexualmente y asesinó a más de 35 jóvenes en el área de Chicago. “Ya sabes cómo son las cosas… nada mejor que un payaso para controlar a los niños“, dijo a la policía poco después de ser detenido. 


Gacy fue declarado culpable y sentenciado a muerte por 33 delitos graves, fue ejecutado en 1994. Este hombre pasó a la historia como “El Payaso Asesino“, un apodo usado ampliamente por los medios para identificarlo. Curiosamente, mientras cumplía su condena en el corredor de la muerte, Gacy realizó algunas pinturas, la mayoría de ellas retrataban a payasos tristes como Pogo. Gacy, no sólo asumió la identidad de Pogo, sino que la aprovechaba para acercarse a los niños y planear sus crímenes. El caso alimentó los temores de “depredadores sexuales”, y transformó a los payasos en objeto de sospecha. 


Después de que Gacy conmocionara a América, la figura del payaso sufrió un cambio de rumbo. Antes, películas como la superproducción de 1952, “
El mayor espectáculo del mundo” de Cecil B. DeMille se permitían jugar con la noción trágica de un payaso, pero ahora, los payasos se habían convertido en un elemento para provocar miedo. 


En 1982, el filme Poltergeist, presentaba a la típica familia estadounidense de los suburbios siendo víctima de los malos espíritus. En una escena en particular, un payaso de juguete hizo las veces de agente de lo sobrenatural cuando trató de arrastrar a un niño debajo de la cama. En 1986, el escritor Stephen King puso en marcha una novela, en la que un ser demoníaco asumía la identidad de Pennywise, el Payaso para matar a niños inocentes. En 1988, la película clase B, “Los Payasos Asesinos del Espacio Exterior” se convirtió en un éxito inesperado del cinema trash. Al año siguiente la película de culto Clownhouse mostraba que los pacientes mentales peligrosos se valen del disfraz de un payaso para aterrorizar a una comunidad rural. El villano de la película y de los comics, un personaje de Spawn, usa maquillaje de payaso. Y ni que decir del mayor enemigo de Batman, Joker, que dejó de ser un simple payaso para convertir en un asesino aterrador. Desde la década de 1980, el payaso fue asociado mayormente con horror que con comedia, convirtiéndose en un recurso de terror tan común como los vampiros y los hombres lobo.


Muchos circos llegaron a suspender la aparición de los payasos en sus shows a fin de no asustar a los niños. Aquella figura negativa de payasos dispuestos a aprovecharse de la inocencia de los niños para cometer los actos más terribles quedó tan arraigada en el inconsciente colectivo que los terapeutas creen que esta imagen se superpone a los payasos divertidos. Por cierto, en Internet hay más imágenes de payasos aterradores que de payasos alegres. 



miedo 



Esto hizo entrar a la humanidad en una especie de círculo vicioso que alimenta un miedo irracional hacia los payasos. Por supuesto, es muy difícil determinar cuántas personas sufren de una verdadera fobia a los payasos, pero hay casos documentados de personas que simplemente se paralizan ante su presencia, siendo incapaces de reaccionar. Otros sienten falta de aliento, manos sudorosas, boca seca o simplemente molestias. 

Desde la perspectiva psicológica, el miedo a los payasos se inicia en la infancia. Incluso existe un apartado en el famoso Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, o DSM en el que se confirma la existencia del miedo a los payasos, a pesar de que está incluido en la categoría de fobia pediátrica de personas ataviadas con trajes (entre los que se cuelan Papá Noel, el conejito de Pascua, Mickey Mouse…). “Generalmente este miedo comienza con los niños de dos años cuando desarrollan un grado de ansiedad en presencia de extraños“, explica la Dra. Brenda Wiederhold, del centro de tratamiento de fobia y ansiedad de San Diego. 

En su opinión, la coulrofobia es bastante real. La mayoría de la gente crece y se olvida de ese miedo, pero un pequeño número de personas – quizás el 2%, llevan su ansiedad ante los payasos que tenían cuando niños a la edad adulta. Las personas que sufren de coulrofobia, informan que uno de los elementos más perturbadores acerca de sus temores, se refiere al hecho de que no es posible determinar las verdaderas emociones en la cara del payaso. En segundo lugar, está el temor de que el payaso pueda perder el control y hacer lo que quieran sin ser reconocido, gracias al uso del disfraz. 
El miedo, a fin de cuentas, es algo extraño. La forma en que se manifiesta en la mente de una persona y por qué ciertas cosas producen un miedo irracional en otras todavía no se ha resuelto plenamente. 





Fuente: Miedo a los payasos: coulrofobia

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