Las uñas de las manos crecen cuatro veces más rápido que las de los pies. El ritmo de crecimiento es de 1 mm cada 10 días, varía de un dedo a otro y de una persona a otra. Pero ¿qué pasa con las que se las comen?
Morderse las uñas (u onicofagia) es un tipo de trastorno obsesivo-compulsivo que provoca autolesiones físicas. Este tipo de trastorno es denominado BFRB por sus siglas en inglés. Se calcula que alrededor del 3% de la población sufre algún tipo de conducta repetitiva centrada en el cuerpo y ésta es la más común. En determinados grupos de edad llega al 60% y le siguen la excoriación -irritaciones cutáneas por rozamiento-, que puede llegar al 5%, y la tricotilomanía – arrancarse el pelo- que roza el 3%.
¿Por qué comerse las uñas? Esta conducta suele ocurrir cuando la persona siente tensión o emociones negativas. Es una manera de intentar controlarlo, aunque sin éxito. “Suele servir para aliviar a corto plazo el malestar o la tensión emocional que la persona pueda estar sintiendo. Sin embargo, a largo plazo, lo único que hace es aumentarlo”, explica la psicóloga María Súnico.
A esto se suma que es raro que alguien vaya a terapia por comerse las uñas. En general, acuden a las consultas psicológicas por un trastorno emocional como el estrés, la ansiedad o la depresión. “No suelen ser conscientes de que este tipo de autolesiones pueden ser motivo de atención clínica por sí mismos”, señala Súnico.
¿Cómo tratarlo? Como en todo, depende del caso, pero puede aplicarse un tratamiento farmacológico, una terapia cognitivo-conductual o ambas. El primero, atenúa los síntomas del trastorno emocional. El segundo, ayuda a que la persona incorpore comportamientos alternativos ante la urgencia que siente de autolesionarse y aprenda a gestionar la tensión y las emociones negativas.
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