viernes, 8 de noviembre de 2019

LA RUTA DEL HORROR: 6 LUGARES TERRORÍFICOS DE MADRID






Parecen lugares completamente normales, pero su interior está encantado.
No parece casualidad o por lo menos llama la atención: casi todos los lugares que copan esta lista (todos menos uno, de hecho) son edificios emblemáticos e icónicos de Madrid y su historia está teñida de crímenes, de terribles asesinatos. Es decir: la historia truculenta parece ser un componente necesario para que ese lugar luego sea un lugar importante. Como un augurio (malo, por supuesto).
En ese punto y habida cuenta de que la veracidad de muchas de las historias es dudosa, aparece una pregunta ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? O sea, ¿el crimen o la leyenda?

1. La Casa de las Siete Chimeneas

La actual sede del Ministerio de Cultura esconde una historia de amor, de muerte y de fantasmas. Era el siglo XVI, el rey Felipe II tenía una amante (o una hija bastarda, eso depende de quién cuente la historia) y como muestra de todo el amor que le profesaba, el monarca decidió ponerle una casita en las afueras de Madrid. Las afueras de Madrid, por cierto, que hoy sería pleno Chueca. La casa sería el edificio que hoy conocemos La Casa de las Siete Chimeneas.
Elena, que es como se llamaba la amante (o la hija), se casó finalmente con el capitán Zapata, que murió en Flandes. Elena, absolutamente apesadumbrada, terminó suicidándose, pero el paradero de su cuerpo era una incógnita. Hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se llevaron a cabo ciertas reformas: fue entonces cuando descubrieron el esqueleto de una mujer. Una mujer que años antes (según cuentan los testimonios de la época) se aparecía en túnica blanca, antorcha en mano y paseando por el tejado del edificio. Sorteando chimeneas y creando temores entre los habitantes de Madrid.
Plaza del Rey, 1

2. Palacio de Linares

La historia de lo que hoy conocemos como Casa América tiene ecos de tragedia griega; un componente edípico (desde el punto de vista narrativo, no por sus implicaciones freudianas). José Murga y Reolid, marqués de Linares y de aquí en adelante José, sería algo así como el equivalente a Yocasta: se enteró de su incesto tras la muerte de su padre.
José le había preguntado a su padre si podía casarse con Raimunda de Ossorio y Orgega. El padre, contra lo que hubiera esperado José, se mostró contrario a la concreción del matrimonio y le pidió al hijo que se fuera a Londres a estudiar. En algún momento en este tramo temporal, el padre murió y el hijo se enteró (rebuscando entre su correspondencia) de que Raimunda era su hermana.
Lejos de disuadir su amor por Raimunda, los hermanos se casaron y le pidieron al Vaticano una bula papal que les permitiera vivir en castidad. La bula fue emitida, pero los hermanos se saltaron el trato: tuvieron una hija, Raimundita. Terriblemente asustados y con el temor de que se creara un escándalo alrededor de ellos, asesinaron a la hija, quien empezó a vagar por los pasillos del Palacio de Linares.
Plaza Cibeles, s/n

3. El nº 3 de Antonio Grilo

El caso del nº 3 de Antonio Grilo es uno de esos temas inagotables. Uno de esos temas a los que se puede volver por cualquier razón: un aniversario o una mención en un programa de entretenimiento son motivos suficientes para recordar lo que aquí pasó. Que no fue ni más ni menos que ocho asesinatos y un suicidio en tres momentos distintos a lo largo de 19 años.
El primer crimen fue el 8 de mayo de 1945. Felipe de la Braña Marcos, camisero, aparecía muerto en algún lugar del bloque. Para regocijo de la leyenda, la única pista que tuvieron las fuerzas policiales de la época era un mechón de pelo en su mano. La tecnología del momento no permitió revelar la autoría del asesinato. Y así sigue siendo hasta ahora.
El 2 de mayo de 1962 ocurría el peor de los crímenes. Los detalles de la historia por lo general son escabrosos e innecesarios y casi lo único que se necesita saber es el titular que usó el ABC para referir la noticia: “Un sastre mata a su esposa y a sus cinco hijos antes de suicidarse”.
Pilar Agustín, una joven madre soltera, asesinaba a su hijo recién nacido, escondía el cadáver en un cajón del armario y cerraba el triángulo de los asesinatos en el nº3 de Antonio Grilo. Ocurría en abril de 1964.

4. Museo Reina Sofía

Antes de ser lo que todos conocemos, antes de ser incluso lo que muchos conocíamos antes de ser lo que conocemos (un hospital durante la Guerra Civil), el Museo Reina Sofía fue un núcleo de reclusión de dementes y de niños abandonados. Y esas cuestiones, bien pensadas, llevan a un pensamiento único: pocos sitios de Madrid han sido el escenario de tantísimas muertes.
Prueba de ello son los cadáveres (de tres monjas) que aparecieron hace una treintena de años en la antigua capilla del hospital. Y prueba de la leyenda negra que arrastra este lugar es que distintos obreros que trabajaron en la creación de lo que hoy es el museo denunciaron la aparición de tres monjas en los jardines del lugar. Prueba de todo esto, también, es que hay gente que dice que el fantasma de Picasso deambula por el museo o que los ascensores suben y bajan en base a un criterio propio o que el espíritu de un sacerdote torturado durante la Guerra Civil también se da vueltas por el lugar.
Calle de Santa Isabel, 52

5. Metro de Tirso de Molina

En la tradición literaria de las ciudades, el Metro siempre es un lugar hostil: un lugar de trasiego en el que ocurren tragedias. Su base, además de la metafórica (la relación entre lo subterráneo y todo lo malo), es la de la realidad. Y la historia de la parada de Metro de Tirso de Molina refuerza esta idea.
La estación de Tirso de Molina, por cierto, no siempre se llamó así: cuando se inauguró en 1921 se llamaba Progreso. Y su construcción se produjo bajo los escombros del antiguo Convento de la Merced (cerrado en 1834).
Es sabido (o quizás no) que los frailes, cuando fallecían, eran enterrados en un cementerio dentro del convento (lo subterráneo, otra vez). Y eso fue lo que se encontraron los obreros de la época: los cadáveres de los frailes muertos más de cien años atrás. Desconcertados y sin saber qué hacer, preguntaron a las autoridades de la época. ¿La respuesta? “Depositadlos en las paredes, luego colocáis los azulejos y después ya veremos”. ¿El problema? Que los madrileños empezaron a escuchar los lamentos de los monjes y los frailes que aquí fueron sepultados.

6. Iglesia de San Ginés

Si la imprenta se hubiera inventado antes o si estos sucesos hubieran ocurrido más tarde, quizás podríamos encontrar en los periódicos de la época los siguientes titulares: “Un grupo de salvajes entra en una iglesia a robar y decapita a un vecino que se puso por delante”.
La iglesia en cuestión fue la de San Ginés, uno de los templos más antiguos de Madrid, y el suceso tuvo lugar en 1353. La precisión de la fecha nos lleva a pensar que la primera parte de la historia puede ser cierta. La primera parte de la historia es la siguiente: los ladrones entraron en el templo para saquearlo, se encontraron con un anciano que les hizo frente y decidieron decapitarlo para quitárselo de en medio.
La credibilidad de la segunda parte de la historia sería algo más dudosa: en los días posteriores una sombra sin cabeza se presentó ante los vecinos, reveló la identidad de sus asesinos y estos fueron condenados a muerte. ¿Fantasma justiciero? Sí, podría ser, de no ser porque cuenta la leyenda que el fantasma del anciano aún sigue apareciéndose hoy en día.No parece casualidad o por lo menos llama la atención: casi todos los lugares que copan esta lista (todos menos uno, de hecho) son edificios emblemáticos e icónicos de Madrid y su historia está teñida de crímenes, de terribles asesinatos. Es decir: la historia truculenta parece ser un componente necesario para que ese lugar luego sea un lugar importante. Como un augurio (malo, por supuesto).
En ese punto y habida cuenta de que la veracidad de muchas de las historias es dudosa, aparece una pregunta ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? O sea, ¿el crimen o la leyenda?

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