Cuando estamos bien de ánimo, nos sentimos más enérgicos, vitales y saludables. En cambio, cuando nos encontramos peor, también sentimos que algo falla en nuestro cuerpo. Ahora bien, ¿por qué sucede?
Llevamos décadas planteándonos si las enfermedades o dolencias pueden estar relacionadas con nuestras emociones y sentimientos. Sin embargo, ha sido de forma más reciente cuando se ha dedicado parte de la investigación a estudiar cómo influye el estado de ánimo en la salud.
Se conoce que el dolor depende en cierta medida de la percepción que tenemos del mismo, al igual que de nuestro estado anímico. También existen enfermedades que, aunque se conoce parte de la base biológica, no se terminan de explicar por este medio. Es ahí donde muchos profesionales apuntan a un posible origen psicológico.
En este sentido, queda menos claro cuáles pueden ser los mecanismos por los que influye el estado de ánimo en la salud. La dificultad para esclarecer cuáles son esos mecanismos reside en que hay que tener en cuenta un amplio rango de factores sociales, cognitivos, fisiológicos y conductuales. Igualmente, podrían tratarse de mecanismos que afecten de forma directa, o bien, indirecta.
Estado emocional y salud fisiológico
Las emociones pueden afectar al funcionamiento fisiológico. Así, se encuentran muchas evidencias de que las emociones negativas están relacionadas con la vulnerabilidad, duración de infecciones, así como con procesos de cicatrización.
Esto podría deberse a que un estado de ánimo positivo se acompaña de la secreción de un anticuerpo de primera línea: la inmunoglobina secretora A. Esta sustancia protege, por ejemplo, del resfriado común.
Por lo tanto, el estado de ánimo aumentaría o reduciría la respuesta del sistema inmune. Así, se ha visto que personas que tienen un estado de ánimo negativo o que se enfrentan a un estrés prolongado en el tiempo, son más susceptibles al resfriado o tienen menor resistencia a enfermedades más graves.
Estado de salud subjetivo
Las emociones no solo determinan directamente factores fisiológicos, sino que además condicionan los pensamientos que tenemos. Es decir, un estado de ánimo negativo facilitaría tener pensamientos más negativos, reconociendo e interpretando los síntomas físicos como un posible problema de salud.
Analizando cómo influye el estado de ánimo en la salud, se ha visto en estudios de laboratorio que, cuando se «inoculaba» tristeza a los participantes, estos indicaban tener una mayor cantidad, y más severos, de síntomas de enfermedad. Esto se produce porque las personas con un afecto más negativo suelen estar más alerta a sus sensaciones corporales. Así, cualquier sensación notada, por leve que sea, la interpretarán de forma más preocupante.
Búsqueda de atención médica
En relación con lo anterior, cabría pensar que las personas más pendientes su cuerpo y su salud tienden a acudir antes a un especialista. Sin embargo, los estudios muestran lo contrario.
Parece ser que las personas que se encuentran peor anímicamente, se perciben a la vez como menos capaces de llevar a cabo conductas de cuidado de salud y acuden menos al médico. Es como si pensaran que pueden hacer poco por sentirse mejor.
Además, pueden achacar sus síntomas a su estado anímico y retrasar la ayuda profesional. En cambio, cuando una persona se encuentra mejor, está más motivada por mantenerse saludable y cuidarse.
Por otro lado, parece que el estado de ánimo y la búsqueda de atención médica se relacionan con la capacidad para afrontar una posible noticia negativa. Acudir al médico es enfrentarse a una amenaza, ya que la persona podría recibir una noticia preocupante.
Cuando el estado de ánimo es positivo, la información que se recibe puede afrontarse mejor, ya que contamos con más recursos para enfrentarnos a ello.
Conductas saludables
El estado de ánimo, además de afectar directamente a nuestro cuerpo y percepción de la enfermedad, influye en qué comportamientos ponemos en marcha.
En este sentido, cuando estamos peor de ánimo tendemos a alimentarnos peor, consumir más alcohol, realizar menos deporte, etc. De hecho, en el caso del consumo de tabaco, la mayoría de fumadores indican que consumen tabaco para regular o mejorar su estado de ánimo o para reducir estrés.
En general, esas conductas suelen funcionar como reguladoras, controlado de alguna manera la influencia del estado de ánimo en la salud. Bien para llevarnos a sentirnos mejor o bien para reducir sentimientos negativos. De lo que no hay duda es que estas conductas están directamente relacionadas con la salud.
Por lo tanto, si aumentamos el repertorio de conductas poco saludables debido al estado de ánimo, la salud se verá afectada a corto y a largo plazo.
El estado de ánimo en la salud: ¿qué nos queda?
Ahora bien, sabiendo todo esto, y conociendo que es inevitable experimentar emociones negativas, es importante establecer hábitos saludables.
Estos hábitos, aunque en ocasiones se vean nublados por el estado anímico, compensarán parte de los efectos nocivos. Además, aunque el estado de ánimo varíe, si tenemos un repertorio amplio de conductas de afrontamiento, las penas serán menos penas, y sus efectos también.
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