La doctora Suzanne O’Sullivan es una famosa neuróloga, autora del libro Todo está en tu cabeza. En esa obra, insiste en una idea: “El cerebro puede enfermarnos”. Se refiere al desconocido mundo de la enfermedad psicosomática.
Las enfermedades psicosomáticas son conocidas desde hace mucho tiempo, pero aún en pleno siglo XXI siguen planteando interrogantes y despertando mucha incomprensión. Muchos piensan en ellas como si fuesen simulaciones. No son conscientes de que, como lo señala O’Sullivan, “El cerebro puede enfermarnos”.
Las enfermedades psicosomáticas no son enfermedades falsas. Lo que ocurre esque sus síntomas se desencadenan por razones mentales.
Por lo tanto, un dolor de piernas psicosomático es totalmente real, lo que ocurre es que el problema no está en la piernas. Quien lo padece, lo sufre, igual que si existiera un daño en la extremidad. Lo que pasa es que no obedece a una razón física, sino a una condición psíquica. De ahí que afirmemos que “El cerebro puede enfermarnos”.
“De noventa enfermedades, cincuenta las produce la culpa y cuarenta la ignorancia”.
-Paolo Mantegazza-
Lo psicosomático
O’Sullivan recuerda que todas las emociones generan cambios físicos. Como ejemplo pone aquello que podemos sentir ante la presencia de un ser amado: “mariposas en el estómago”. Es una sensación física originada en los sentimientos y las emociones. Lo mismo pasa cuando, por ejemplo, hablamos en público. El corazón late más fuerte y las piernas tiemblan.
En esos ejemplos, nadie pone en tela de juicio esa conexión entre emociones y manifestaciones físicas. En cambio, cuando se habla de enfermedad psicosomática, aparecen los problemas. Muchos piensan que el miedo sí puede originar un temblor en las piernas, pero se niegan a reconocer que ese mismo miedo, en ciertas circunstancias, origina síntomas más graves.
Es una contradicción en la que también caen muchos médicos. Hay una fuerte tradición que lleva a separar la mente del cuerpo y a considerar los fenómenos de la mente como “ficciones”, y los fenómenos físicos como “reales”. Si los dos ámbitos estuviesen separados, no sentiríamos “mariposas en el estómago”, ni escalofríos, ante situaciones con alta carga emocional.
“El cerebro puede enfermarnos”
Para la propia Suzanne O’Sullivan fue toda una sorpresa comprobar que “el cerebro puede enfermarnos”. Al comienzo de su práctica médica como neuróloga, recibía pacientes con síntomas graves.
Por ejemplo, tuvo muchos pacientes que presentaban convulsiones epilépticas. Sin embargo, al investigar, descubría que no había un patrón neurológico que las explicara.
Muchas veces se preguntó si esos pacientes estaban fingiendo. Con el tiempo, descubrió que no era así. Estas personas sufrían sus convulsiones y su epilepsia igual que aquellos en los que sí era posible identificar una causa neurológica.
Así fue como entendió que “el cerebro puede enfermarnos”, es decir, que a veces la causa de un cuadro sintomático se origina en la mente y no en el cuerpo. Las manifestaciones de la enfermedad son básicamente las mismas, lo que varía es el origen y, por lo tanto, el protocolo de intervención recomendado.
Un problema generalizado
O’Sullivan cuenta que muchos de sus pacientes se mostraban decepcionados, incluso molestos, cuando les informaba que su problema era psicosomático. Pedían que les repitieran los exámenes o buscaban segundas opiniones. De alguna manera, esta tendría que haber sido una buena noticia para ellos, pero no fue así. En muchos casos sintieron que estaban siendo considerados “locos”.
En este sentido, parece que somos bastante menos hábiles a la hora de identificar síntomas emocionales, en cambio sí lo somos camuflándolos o derivándolos. De manera que ese malestar retorna muchas veces en forma de un síntoma físico, que habitualmente es de orden psicosomático. Entonces, al hacer el diagnóstico, la persona tendría que reconocer eso que antes decidió ignorar. Y muchas no están preparadas para ello o son incrédulas frente a esta relación.
Hay un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), según el cual una de cada cinco personas tiene al menos seis síntomas físicos que no se pueden explicar por una afectación orgánica. Es decir, que tienen problemas psicosomáticos. Otro estudio señala que entre los enfermos que están hospitalizados, al menos el 30 % corresponden a casos de enfermedades psicosomáticas.
En muchos casos, el problema sigue siendo la resistencia de muchos pacientes a aceptar el diagnóstico; su temor a que exista una causa orgánica que se haya pasado por alto o la motivación por simplificar la intervención, depositando la responsabilidad sobre fármacos o intervenciones quirúrgicas, son dos de los principales constructores de esta resistencia. Por otro lado, esta supone un problema, ya que es necesaria la colaboración activa del paciente para atacar eso que se ha somatizado y produce la sintomatología.
En cualquier caso, el sufrimiento es real y, por lo tanto, nuestro deber como sociedad es seguir investigando, al mismo tiempo que derribamos muchos de los mitos que rodean a los problemas psicosomáticos. Y es que sí, “el cerebro puede enfermarnos.”
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