Volver la vista hacia el pasado no va a ser una tarea sencilla si no has sido capaz de superarlo con la entereza oportuna y, de hecho, solo sabrás que lo has logrado cuando te observes a ti misma riendo ante algo en lo que te habías ahogado. A esa sensación de entereza que sientes al salir de una situación complicada y verla de otra forma se llama madurar.
Cuando estés atravesando un momento complicado puede que la cantidad de oscuridad te impida, de alguna forma, ver la salida para encaminarte hacia ella. Quizás, entonces, prefieras quedarte parada y sin poner oposición a tus miedos, sin enfrentarte a todos los seres imaginarios que intuyes como una gran amenaza.
Sin embargo, si recuerdas otras situaciones en las que te has sentido así, aunque las circunstancias no fuesen las mismas -nunca lo son, igual que nunca cruzamos el mismo río- entenderás que las dificultades que ahora parecen gigantes suelen tener puntos débiles igualmente grandes. Así, en el momento en el que los encuentres serás capaz de mirar atrás y sentir cómo puedes sonreír con orgullo a la propia experiencia, a los propios miedos.
Puede que, al leer esto, te hayas acordado de la frase que dice que “no se madura con los años sino con los daños”. Lo cierto es que no deja de asistirle parte de razón: de repente esas heridas, que ahora son cicatrices, ya no escuecen y son la más palpable prueba que tienes de ver cómo has crecido y qué te han enseñado.
“No hay otro camino para la madurez que aprender a soportar los golpes de la vida”
-William Shakespeare-
Reír a lo que nos hizo daño
Los golpes se habrán unido a ti para siempre y según la dureza de cada uno así se te exigirá más o menos resistencia a ellos: irán contigo allá donde quieras ir, no podrás huir de ellos y se grabarán en aquel libro que se dice que es tu vida. Lo harán sin excepciones, pero conseguirás que acaben siendo páginas pasadas: de esas que ya has leído y que solo podrás volver a leer si tú quieres.
Además, no solo tienes la ventaja de decidir si quieres o no leerlas de nuevo: lo más importante de todo es que únicamente está en tus manos el poder de recordarlas de la manera más adecuada, con la actitud que consideres que se merecen.
Por eso te digo que reír a lo que una vez dolió es madurar, porque madurar también significa aprender de ti y estar segura de quién eres. Has encontrado tu punto de inflexión cuando más perdida te veías y ese es motivo más que suficiente para sonreír: te has liberado de un pasado que te tenía atada y ahora ya sabes cómo deshacer nuevos nudos que se te presenten.
Errores que se vuelven piedras del camino
Algunos de los mayores golpes que te sacude la vida son esos baches fruto de las equivocaciones que se originan de tus decisiones: hay situaciones que te exigen elegir entre varias opciones que te importan mucho, poniéndote “entre la espada y la pared”. Cualquiera de las opciones te lleva hacia un camino u otro y, es probable, que el definitivo sea el incorrecto.
Los errores personales se convierten en pequeñas piedras con significado, un significado que es bueno que entiendas para que no vuelvan a aparecer más adelante, en futuros caminos. Las piedras te retan a tropezar y caer una y otra vez, hasta obligarte a levantarte para continuar: esto supondrá un gran esfuerzo que te marcará.
“La madurez no se refleja en el tomar decisiones acertadas, sino en vivir con las ya tomadas, incluso cuando no sean acertadas.”
-Anónimo-
Madurar es también mirar a las equivocaciones como oportunidades de aprendizaje y como herramientas para experimentar al máximo tu vida. Es cierto que fallar duele, a veces mucho, pero es bastante peor que te duela por no haber intentado algo. Intentar, fallar y volver a intentar forma parte de tu descubrimiento interior.
Madurar es liberarse de quién te hizo llorar
Si bien es cierto que aquello que te ha hecho llorar ha podido ser el desencadenante de una acción tuya, también es posible que no lo sea y que el daño provenga de algo o alguien externo. A veces por ejemplo, te has podido encontrar dentro de una relación tóxica de la que te ha costado salir y que te ha desestabilizado emocionalmente.
O, por el contrario, puede que estés en una de esas épocas en la que te es complicado cortar los hilos que te unen a otras personas a las que quieres y que te han regalado lo mejor de lo que son: por cualquier circunstancia necesitas asimilar las despedidas y dejar de llorar por lo que fue y no es.
Dice Elvira Sastre que una vida sin valentía es un infinito camino de vuelta: madurar tiene mucho que ver con ser valientes en cada paso que das, sobre todo en aquellos más duros, para que nunca te falte la fuerza suficiente ante los contratiempos. Así, solo habrá caminos de ida y de recuerdos, como pequeños bagajes de tu esencia que han ido creciendo con el tiempo.
“Si tu llamas experiencias a tus dificultades y recuerdas que cada experiencia te ayuda a madurar, vas a crecer vigoroso y feliz, no importa cuán adversas parezcan las circunstancias”
-Henry Miller-
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