Tenemos miles de pensamientos al día. Algunos nos hacen la vida más sencilla, otros quizás pasan hasta inadvertidos, pero existe un buen número de ellos que nos complican nuestro día a día, son esos a los que se les conoce como pensamientos negativos. ¿Te suenan verdad?
A veces, tratan sobre temas específicos y otras sobre generalidades, para este tipo de pensamientos no hay excepciones a nivel de contenido, pero tampoco temporales. Aparecen de repente, en cualquier circunstancia y no avisan sobre cuánto tiempo van a quedarse. La pregunta es: ¿son realmente un problema?
¿Qué son los pensamientos?
Los pensamientos son procesos mentales internos a través de los cuáles realizamos representaciones sobre el mundo, los demás y nosotros mismos. Suelen ser relativamente abstractos, complejos, voluntarios o involuntarios y tienen un carácter relacional.
Existen diferentes categorías de pensamientos, como los recuerdos, las ideas, los juicios, las suposiciones, las fantasías y un largo etcétera, pero siendo muy reduccionistas podemos diferenciarlos en palabras e imágenes. También existen diferentes tipos de pensamientos según algunas perspectivas teóricas, pero de este tema no vamos a profundizar en este artículo.
Si todavía no te queda muy claro qué son los pensamientos, puedes comprobarlo por ti mismo. Tan solo tienes que cerrar los ojos y darte cuenta de lo que hace tu mente. Quizás se ponga a dar vueltas sobre algo que ocurrió esta mañana, los planes que tienes para más tarde o se centre en algún tema que te preocupe. Ahora bien, ¿cómo lo hace?
Tal vez sea a través de palabras, como una especie de voz interior o letras que leas en un papel; quizás en imágenes o incluso en una combinación de ambas. En el caso de que se quede en blanco, no te preocupes, no tardará en aparecer algo y si tu mente te dice que no tienen ningún pensamiento, sin duda, eso mismo no deja de serlo.
Un dato curioso es que nuestra mente tiene cierta tendencia a ser negativa. Esto es algo totalmente normal, sobre todo, si tenemos en cuenta que su principal objetivo desde los inicios de la historia de la humanidad es ponernos a salvo del peligro, es decir, buscar nuestra supervivencia. Por ello, está especializada en buscar peligros por todas partes, rastreando el entorno para descubrir o anticipar cualquier cosa que pueda amenazarnos.
Así, no es de extrañar que tengas un gran saco lleno de dudas, preocupaciones y miedos. Y no, no es señal de debilidad o de que tu mente funcione mal, es simplemente una consecuencia natural de la evolución.
Por lo tanto, por mucho que oigamos eso de ¡Piensa en positivo! y lo pongamos en práctica, no podemos ser ingenuos: los pensamientos negativos no van a desaparecer, podrán suavizarse, modificarse, perder protagonismo, pero una parte de ellos seguirá existiendo.
El psicólogo y escritor estadounidense Martin Seligman considerado como el “padre de la psicología positiva” es muy honesto con este tema, ya que afirma que a pesar de pasarse años y años enseñando y formando a la gente en cómo pensar de manera positiva y optimista, cuando se ve en una situación estresante, lo primero que aparece en su mente es un pensamiento negativo.
La doble cara de nuestra mente
Como vemos, la mente tiene un doble rasero: una parte más luminosa y otra más oscura. Ahora bien, esto no quiere decir que siga siendo sorprendente. Nos ayuda a planificar, aprender, analizar, comunicarnos, organizar, crear, inventar, adaptarnos… Son tantas las posibilidades que nunca deja de ser asombrosa.
Lo cierto es que más allá de ese lado luminoso, también se encuentra su parte oscura. Se trata de esas tendencias a criticar, llenarnos de temores y preocupaciones, crear historias terribles o juzgarnos duramente. Es capaz de compararnos con los demás, sumergirnos en recuerdos dolorosos y machacarnos con los errores que hayamos cometido. Sin embargo, los pensamientos negativos son totalmente normales. Ahora bien, ¿son inevitables?
Para comprenderlo, utilizaremos un ejercicio del psicólogo Stephen C. Hayes. Se trata de que cuando leas las frases incompletas que vienen a continuación trates de observar qué palabras vienen a tu mente.
- De los cuarenta para arriba…
- A quien madruga…
- En casa del herrero…
¿Qué ha sucedido? Seguramente que tras leerlas, lo primero que te haya venido a la mente es: “no te mojes la barriga”, “Dios le ayuda” y “cuchillo de palo”. ¿Y crees que esas afirmaciones son verdad? No creo.
Sin embargo, ¿crees que serías capaz de eliminar esa secuencia de palabras de tu menta? La respuesta es no. Lo mismo ocurre con los pensamientos negativos cuando nos encontremos frente a una situación amenazante o desafiante para nosotros. Nuestra mente está muy bien entrenada en ciertas historias, tales como “vas a hacerlo mal”, “no lo conseguirás”, “no vales para eso”, “eres un perdedor…”.
Con esto, no pretendo que te desanimes sino que entiendas cómo funcionan los pensamientos negativos.
No eres tus pensamientos
Una vez que conoces cómo funcionan este tipo de pensamientos, es importante que sepas que seguramente tendrás algunas creencias erróneas sobre los pensamientos negativos, como por ejemplo:
- Son tan dañinos que al final acaban por volverse ciertos. ¿De verdad crees que acaban por ser reales? ¿cuántos de tus pensamientos negativos han acabado por cumplirse? Las personas que tienen TOC tienen un gran número de pensamientos negativos recurrentes y además están convencidos de que son reales. Por ejemplo, pueden pensar que tendrán un accidente o que se contagiaran de alguna enfermedad. Solo cuando comprenden que no son ciertos, comienzan a recuperarse…
- Son problemáticos porque controlan nuestras acciones. Reflexiona por un momento sobre alguna situación en la que te enfadaste mucho con alguien y recuerda qué tipo de pensamientos venían a tu mente. Quizás querías hacerla daño intencionalmente (sé sincero contigo) ¿Llegaron a materializarse tus pensamientos en acciones? Este asunto sería un gran problema si fuese verdad… Imagínate cómo estarían las relaciones y el mundo en general.
Entonces, ¿son un problema los pensamientos negativos? La respuesta es no, siempre y cuando, no nos quedemos atrapados en ellos, es decir, se vuelven problemáticos cuando enfocamos toda nuestra atención en ellos, los consideramos verdades absolutas, dejamos que nos controlen o luchamos contra ellos. Y esto solo ocurre cuando nos fusionamos con ellos, cuando creemos que somos nuestros pensamientos.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Aprender a desengancharnos de ellos. Para ello, necesitamos tomar distancia.
- Por ejemplo, en lugar de asumir “soy un perdedor” o “me va a salir mal“, prueba a cambiarlo por “estoy teniendo el pensamiento de que soy un perdedor…” o “estoy teniendo el pensamiento de que me va a salir mal“.
- También podemos seleccionar uno de los juicios negativos que tenemos sobre nosotros mismos, repetírnoslo hasta creérnoslo lo máximo posible, observar cómo nos sentimos y luego repetírnoslo de nuevo con una voz diferente.
- Prueba a dar las gracias a tu mente diga lo que te diga. Puedes hacerlo de la forma que desees: “gracias mente mía”, “gracias compañera, ha sido una buena historia”. La idea es ayudarnos a no identificarnos con nuestros pensamientos, esos que han ido creciendo fruto de la educación recibida y las experiencias vividas.
Existen muchas técnicas que pueden ayudarnos a distanciarnos de nuestros pensamientos negativos, se trata de investigar cuál nos viene mejor a nosotros. Lo fundamental es mirar a nuestros pensamientos, observarlos, en lugar de mirar el mundo desde ellos y asumiendo todo lo que nos digan hasta sentirnos identificados.
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