viernes, 24 de abril de 2015

LOS DISCOS DE VINILO HAN VUELTO

Apollon

Los discos de vinilo están viviendo una «segunda juventud». Basta darse un paseo por alguna de las grandes superficies comerciales en las que se vende música para encontrar al menos un expositor repleto de vinilos. A principios de este siglo, en plena explosión del MP3, probablemente ninguno habríamos intuido que estos discos volverían a las tiendas generalistas. Pero lo han hecho. Aun así, es evidente que no es un formato de consumo masivo, una posición que ocupó hasta que a principios de la década de los 90 fue desterrado definitivamente, en apariencia, por el CD.




Probablemente el mercado de los discos de vinilo nunca volverá a tener las dimensiones que tuvo en el pasado, pero ha recuperado el suficiente «tirón» para revivir una industria que parecía condenada al olvido. Y es que hoy en día podemos encontrar en las tiendas un abanico enorme de giradiscos que no son otra cosa que pequeñas obras de ingeniería, y, por supuesto, un catálogo de vinilos que no deja de crecer. En cualquier caso, lo interesante es que este formato ha evolucionado mucho desde un punto de vista tecnológico, por lo que en este post intentaremos profundizar en las cualidades que tiene actualmente, y, por supuesto, también en sus carencias.
La tecnología aplicada a los giradiscos ha evolucionado mucho desde aquellos antiguos modelos de los años 70 y 80
Antes de seguir adelante me parece honesto confesar que me gustan mucho los discos de vinilo, pero también los formatos digitales, sobre todo los de alta resolución (aunque reconozco que hay CD que suenan de maravilla). El 60% del tiempo que dedico a escuchar música, aproximadamente, lo invierto en formatos digitales, y el 40% restante en vinilos. Y, con total honestidad, disfruto por igual ambos formatos, aunque soy plenamente consciente de que ofrecen una estética sonora diferente. De hecho, poder elegir uno u otro en función de nuestras preferencias en un momento dado me parece un pequeño lujo.
Creo que es evidente que los formatos digitales (CD, SACD, Blu-ray Pure Audio, etc.) son más prácticos que el vinilo, que, como sabéis, es analógico. La música digital puede ser consumida con rapidez y de una forma cómoda, mientras que el proceso de reproducción de un disco de vinilo es más lento y tedioso, lo que suele condicionar el tiempo que se dedica a uno u otro formato. Aun así, en mi opinión, ambos pueden convivir perfectamente en la biblioteca musical de la mayor parte de los melómanos porque creo firmemente que cada uno de ellos «tiene su momento». Una vez dicho esto, entremos en materia.

Aquí empezó la decadencia del vinilo

El declive de los discos de vinilo comenzó en los años 80, y se fue consolidando a medida que el CD fue asentándose en el mercado. Y es comprensible que fuese así. En aquel momento no hacía falta ser un experto para darse cuenta de que esos pequeños discos que contenían nuestra música en formato digital nos ofrecían ventajas importantes frente a los vinilos. La más evidente era una ausencia total de ese ruido tan presente en el proceso de lectura de los discos de vinilo, provocado por el rozamiento de la aguja al deslizarse por los surcos de la superficie del disco.
Todos sabemos que la extracción de los datos de un CD se realiza gracias a un pequeño láser, cuya luz se proyecta y se refleja sobre su superficie, por lo que este proceso de lectura es completamente silencioso. Aquellas primeras producciones digitales y lectores de CD no eran ni mucho menos perfectos, pero, aun así, lograron conquistarnos a casi todos por su sonido limpio y por lo cómodo que nos parecía reproducirlos.
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Aunque hoy en día el CD es solo uno de los formatos digitales a los que podemos acceder (también tenemos el SACD, el Blu-ray Pure Audio, los archivos con calidad de máster de estudio, etc.), en la década de los 80 no había más opciones digitales realmente populares. Aun así, esos pequeños discos de 12 cm de diámetro aventajaban a los vinilos en varios parámetros muy importantes. El más evidente, como acabo de mencionar, es la ausencia de ruido de fondo, pero los CD también nos ofrecían una mejor relación señal/ruido (nos indica qué «distancia» existe entre la señal que contiene la información musical y el ruido), una mejor separación entre canales (gracias a ella es posible distinguir la información de cada uno de los canales estéreo con más nitidez y una imagen estereofónica más amplia y definida) y una distorsión menor comparada con la necesidad de amplificar mucho la débil señal que era posible extraer de los discos de vinilo.
Casi todos percibimos enseguida que los primeros CD también nos ofrecían un rango dinámico mayor que el de los discos de vinilo. Este parámetro mide el margen que existe entre el ruido de fondo y el nivel de pico, o, en palabras más sencillas aunque menos precisas, la diferencia de intensidad que se produce entre los pasajes más sutiles y los más abruptos de un tema musical. Es evidente que el CD ya en los años 80 nos ofrecía unas ventajas importantes frente al vinilo, por lo que no es raro que consiguiese imponerse con relativa comodidad. Además, no podemos olvidar que este formato digital no adolece del desgaste que sufren los discos de vinilo.
El rozamiento continuo de la aguja sobre la superficie de estos últimos va arrancando poco a poco material, erosionándolos, lo que con el tiempo reduce la calidad de sonido de los discos de vinilo, y también la vida útil de estos y la aguja. Pero lo cierto es que la tecnología aplicada a los giradiscos ha evolucionado muchísimo desde entonces, lo que ha provocado que muchas de las desventajas que acabo de mencionar queden en gran medida difuminadas.

Así son los giradiscos hoy en día

Un plato o giradiscos (ya sabéis que se utilizan como sinónimos) está formado por tres elementos muy importantes: el «binomio» plato y plinto, el brazo y la cápsula fonocaptora. El plinto es el chasis del giradiscos en sí mismo, o la base sobre la que residen los demás elementos y que suele albergar el motor y el sistema de tracción. El plato, por otra parte, es la superficie plana y circular sobre la que colocamos nuestros discos de vinilo para que sean reproducidos. El brazo es la barra que sostiene con suavidad la aguja sobre los surcos del disco, y la cápsula fonocaptora es el pequeño dispositivo colocado en el extremo del brazo en el que reside la aguja, que, como sabéis, es el elemento que entra en contacto directo con la superficie del disco.
Otro componente esencial, aunque realmente no forma parte del giradiscos, es el amplificador al que encomendamos la tarea de amplificar la delicada y muy tenue señal eléctrica que la cápsula fonocaptora es capaz de extraer del disco de vinilo. Su nombre es previo de fono, y puede estar integrado dentro de, por ejemplo, un receptor A/V o un preamplificador estéreo, o bien ser un componente específico y separado de cualquier otro. La tecnología que se aplica actualmente tanto al diseño como a la fabricación de todos los componentes que acabo de mencionar está a años luz de la que se usaba en los 80. Por esta razón, la experiencia que nos ofrece un giradiscos moderno (no hace falta que sea uno de esos carísimos modelos que podemos encontrar en las ferias de alta fidelidad) es mucho más satisfactoria que la de los platos antiguos.
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Las innovaciones que los mejores fabricantes de giradiscos, brazos y cápsulas fonocaptoras han introducido en sus productos durante los últimos años dan para escribir largo y tendido, así que intentaré resumir lo más importante. Un buen giradiscos tiene que ser capaz de conseguir que el disco de vinilo gire exactamente a la velocidad pretendida, y de una forma completamente estable. Y muchos modelos modernos lo consiguen a pesar de que hacerlo realmente bien no es fácil porque, entre otros problemas, es necesario resolver las perturbaciones de la línea eléctrica que permite al motor funcionar.
Por otra parte, el brazo debe sostener la cápsula fonocaptora sobre el disco, pero manteniendo la aguja siempre en contacto con su superficie y aplicando exactamente la presión que recomienda el fabricante de la cápsula. Además, el brazo debe ser capaz de absorber las irregularidades del disco de vinilo para que los cambios de presión que podrían provocar no sean transferidos a la aguja. Y, como es lógico, esta última tiene que transformar su ínfimo movimiento mecánico sobre la superficie del disco de vinilo en una señal eléctrica que recoja la máxima información musical posible.
Actualmente muchos giradiscos, brazos, cápsulas fonocaptoras y previos de fono resuelven a las mil maravillas todos estos problemas. De hecho, el más evidente, el ruido de fondo que tanto nos molestaba en los 80, es imperceptible si tenemos componentes de buena calidady somos capaces de eliminar las partículas de polvo de la superficie del disco antes de reproducirlo.
Además, una buena cápsula fonocaptora puede ofrecernos una respuesta en frecuencia de 10 a 50 kHz +/- 1 dB y una separación entre canales superior a los 35 dB a 1 kHz. Si elegimos un buen preamplificador de fono (la sinergia entre la cápsula y este dispositivo es esencial), capaz de ofrecernos una distorsión mínima, obtendremos una calidad de sonido excepcional y definitivamente mucho más satisfactoria que la que nos ofrecían la mayor parte de los sistemas analógicos de los años 80 y 90.
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No puedo concluir este apartado sin mencionar la que sin duda es la principal cualidad del vinilo: es capaz de recoger absolutamente toda la información que los micrófonos capturaron durante la grabación del evento musical. Esto es posible porque es un formato analógico y, a diferencia de las opciones digitales, no se ve obligado a despreciar nada porque tiene una capacidad literalmente infinita. Un CD, un SACD o un Blu-ray Pure Audio tienen una capacidad limitada, y, por tanto, nos exigen que adaptemos el proceso de conversión del dominio analógico al digital a esa capacidad limitando tanto la resolución como la frecuencia de muestreo. Podemos ilustrar esta situación con un CD y un Blu-ray Audio. El primero contiene música codificada con una resolución de 16 bits y una frecuencia de muestreo de 44,1 kHz, y el segundo, que tiene más capacidad, alcanza los 24 bits y los 192 kHz.
Pero los discos de vinilo, como he mencionado antes, tienen naturaleza analógica, y, por esta razón, la señal musical que contienen es continua, por lo que no está formada por una sucesión de pequeñas muestras digitales, como en el caso del CD, el SACD o cualquier otro formato digital. Sinceramente, a pesar de todo esto, y después de haber escuchado durante cientos de horas tanto vinilos como música digital en alta resolución, opino que ambos formatos nos ofrecen un nivel de detalle extraordinario, pero los vinilos tienen una calidez y un sonido «redondo» que no siempre está presente en las grabaciones digitales. Por supuesto, esta es solo mi opinión, y es subjetiva.

¿Una cápsula MM o MC?

Esta es una de la dudas que tienen muchos aficionados cuando se acercan por primera vez al mundo del vinilo. Los dos tipos de cápsulas fonocaptoras más extendidos son las MC (de bobina móvil) y las MM (de imán móvil). En estas últimas el movimiento de la aguja actúa directamente sobre un imán que envía la señal hacia una bobina, y en las MC el movimiento de la aguja actúa directamente sobre la bobina. En cualquier caso, lo realmente importante es que habitualmente las cápsulas de bobina móvil, que son mis preferidas, son más precisas y, por tanto, consiguen extraer más información. Pero tienen un problema importante: su nivel de salida es más bajo que el de las MM. Las MC suelen entregar entre 0,3 y 2,5 mV (milivoltios), mientras que las MM pueden alcanzar los 7 mV.
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Esto significa que si queremos exprimir las cualidades de una buena cápsula MC tendremos que hacernos con un buen previo de fono que sea capaz de amplificar con mucha precisión e introduciendo la mínima distorsión posible la débil señal eléctrica que extrae la cápsula. Aun así, aunque, como os acabo de confesar, las de bobina móvil son mis preferidas, no tengo ningún problema para reconocer que he escuchado varias cápsulas MM instaladas en giradiscos bien afinados que sonaban de maravilla, y que podrían rivalizar sin miramientos con muchas cápsulas MC de altos vuelos y posiblemente mucho más caras.
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El repunte de los vinilos, en cifras
Durante los últimos años han surgido varios sellos musicales que, bien se dedican de lleno a la producción de discos de vinilo, como el holandés Music On Vinyl o el alemán Speakers Corner, bien han decidido contemplar «con fuerza» este formato en su catálogo, como Analogue Productions, Fonè Records o Tacet, entre muchos otros. De aquí puede desprenderse que únicamente los sellos minoritarios que pretenden llegar a los audiófilos están apostando por los discos de vinilo, pero nada más lejos de la realidad. Actualmente en muchas grandes superficies comerciales podemos encontrar vinilos de Decca, Sony, Blue Note, Philips, Columbia, EMI y un larguísimo etcétera. Algunos están producidos por estas firmas (en el caso de las que siguen existiendo), y otros han sido reeditados por sellos especializados, como Speakers Corner. Pero ahí están.
Por otro lado, algunas personas pueden pensar que en vinilo nuevo, y no de segunda mano, solo es posible encontrar música de carácter audiófilo (clásica, jazz, étnica, etc.), que, además, no es precisamente reciente. Por supuesto, estos vinilos los podemos conseguir sin dificultad, pero muchos solistas y grupos de rock y pop modernos también están editando en vinilo sus últimos trabajos. «Songs of Innocence», lo último de U2, que está disponible gratuitamente en descarga digital a través de iTunes, también ha salido en vinilo, aunque, obviamente, en este formato no es gratis. También tenemos lo último de Daft Punk, Bunbury, Mark Knopfler, de la desaparecida Amy Winehouse, Lady Gaga… Absolutamente de todo tipo de música, y tanto antiguo como actual.
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Pero, ¿y las cifras de ventas? Es evidente que si siguen llegando nuevos vinilos al mercado es porque se venden, menos que los CD, y, por supuesto, mucho menos que las descargas digitales. Pero se venden. Según IFPI, una asociación suiza que representa los intereses de 1.300 compañías musicales de todo el planeta, las ventas de discos de vinilo en 2013 se incrementaron un 32% en Estados Unidos y un 101% en el Reino Unido, dos de los mercados más importantes del globo. Aunque no tengo las cifras, me consta que en países como Japón, Alemania y Francia también están funcionando muy bien los vinilos, por lo que es posible que sus números estén situados entre los de Estados Unidos y Reino Unido.
En particular, en el caso de Japón es posible que estén a un nivel similar al de los británicosporque allí, por un lado, son unos apasionados por la alta fidelidad, y, por otra parte, la subcultura hipster, de la que hablaremos al final del post, tiene mucho «tirón» entre los nipones. Pero si lo que queremos es comprobar cómo ha evolucionado este mercado a lo largo de las últimas dos décadas, podemos recurrir al informe elaborado por el portal especializado en estadísticas Statista.
La gráfica que tenéis debajo de este párrafo «pone sobre la mesa» cuántos discos de vinilo se han vendido en Estados Unidos entre 1993 y 2014. Podéis ver que a partir de 2008 las ventas comienzan a subir a buen ritmo, alcanzado su cénit en 2013 con 6,1 millones de copias. La caída brusca que aparece en 2014 se debe a que, como este año aún no ha terminado, en Statista solo han contemplado las ventas de los primeros seis meses, que ascendieron a 4 millones de discos, por lo que es posible que cuando finalice se hayan vendido en 2014 en Estados Unidos más discos de vinilo que en 2013.
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Una forma diferente de consumir música

Una de las razones por las que a algunos aficionados a la música les gusta escuchar discos de vinilo es, sencillamente, porque les atrae su sonido. Yo, honestamente, formo parte de este grupo, lo que no significa que prefiera el sonido del vinilo a los formatos digitales, sobre todo a los de alta resolución (aunque reconozco que algunos CD suenan de maravilla). Creo firmemente que se pueden disfrutar ambas opciones sin necesidad de decantarse por una u otra. 
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Ahora me gustaría proponeros una reflexión acerca de la 
experiencia que nos ofrece la reproducción de un disco de vinilo. Todos sabemos que es más práctico y mucho más cómodo reproducir un soporte digital porque si queremos que suene bien un vinilo tenemos que ajustar periódicamente nuestro giradiscos, limpiar nuestros vinilos casi cada vez que los reproducimos, levantarnos del sofá para dar la vuelta al disco cuando acaba una cara, etc. Todo esto nos lo ahorramos cuando escuchamos un CD o un Blu-ray Pure Audio, por ejemplo, pero esta cierta incomodidad también puede ser contemplada como una forma más apacible y sosegada de escuchar música. Me explicaré.
Conozco muchos adeptos al vinilo que disfrutan ese ritual que es necesario iniciar antes de reproducir cada disco, y a mí hace tiempo que dejó de molestarme verme obligado a hacerlo. Eso sí, reconozco que siempre elijo un formato digital cuando tengo poco tiempo para escuchar música precisamente porque su puesta en marcha es más rápida. Solo me decanto por los vinilos cuando puedo estar al menos una hora seguida escuchando música, y me consta que no soy el único que lo ve de esta manera.
Es evidente que los discos de vinilo nos ofrecen una forma diferente de consumir música. Ni mejor, ni peor. Sencillamente, distinta. Como acabamos de ver, nos exigen una mayor dedicación; no nos ofrecen comodidades, como listas de reproducción o la posibilidad de usar un mando a distancia (aunque hay algunas excepciones que sí incorporan un mando); sufren un cierto deterioro derivado del uso… Por todo ello, los discos de vinilo suelen invitarnos a disfrutarlos de una forma diferente, más reflexiva y menos inmediata, lo que a algunas personas les atrae, y a otras las espanta. Es perfectamente comprensible, y ambas opciones son respetables, por supuesto.
Vinilo
Otra razón por la que muchos aficionados siguen comprando discos de vinilo es el coleccionismo. Y es comprensible. Cualquiera que tenga la ocasión de tener uno en las manos unos instantes, incluso aunque no lo haya escuchado, puede darse cuenta de que la percepción de valor como objeto que puede ser coleccionado (no tiene por qué ir de la mano del valor económico) es mayor que la que nos ofrece un CD o cualquier soporte digital, a menos que se trate de una edición especial de esas tan cuidadas. El tamaño del disco y de la funda de cartón que lo protege, la imagen de la portada (que se beneficia mucho del mayor tamaño del vinilo), esas cuidadas ediciones con dos o más discos en su interior, los libretos de gran tamaño que incorporan muchos vinilos y el poderío físico de las ediciones modernas en 180 o 200 gramos (las que proceden de un máster digital pueden no ser muy interesantes, pero las hay completamente analógicas que suenan «de infarto») son razones poderosas que invitan a coleccionarlos.

La influencia de la moda y la subcultura hipster

Como estamos viendo, el renacimiento de los discos de vinilo no puede explicarse desde una única perspectiva. Hay muchas razones que invitan a apostar por ellos, como su sonido, la posibilidad de consumir música de una forma diferente o el coleccionismo. En algunas personas se dan varias de estas razones simultáneamente, pero hay un motivo más que también debemos considerar, y que no afecta únicamente al vinilo: la moda. Es injusto meter a todo el mundo «en el mismo saco», de hecho, las tres razones que he defendido antes no tienen nada que ver con modas o tendencias pasajeras. Sin embargo, es muy probable que a algunas personas, sobre todo a las más jóvenes, les atraigan los vinilos como una forma de diferenciarse y reafirmar su personalidad.
Por supuesto, esto no tiene por qué ser negativo, pero esta forma de acercarse a los discos de vinilo es menos sólida que la que recurre a alguno de los tres motivos anteriores porque puede ser perecedera. Las modas pasan (aunque algunas regresen posteriormente), por lo que muchas de las personas que apuesten por los vinilos simplemente como una tendencia se acabarán cansando de ellos porque son menos prácticos y más «difíciles» de consumir que los formatos digitales. Esto me lleva también a mencionar otro de los «motores» de la industria del vinilo en países como Estados Unidos o Japón, aunque la verdad es que no tengo claro que en España tenga demasiada relevancia: la cultura hipster.
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Este movimiento cultural emergió en la década de los 90 como un derivado de la subcultura hipster original, que nació en Estados Unidos en los años 40. Originalmente los hipsters eran aquellas personas formadas o conocedoras de la cultura afroamericana que defendían el valor del jazz como manifestación artística y cultural. Ese vínculo con el mundo de la música sigue estando presente de alguna forma en los hipsters de hoy en día, pero esta relación ya no se establece necesariamente con el jazz, sino con la música independiente en general. Y, además, suele identificarse con una forma de vestir, comportarse y ver la vida que rehúye de todo lo que sea convencional y masivamente aceptado, por lo que la subcultura hipster actual es más amplia y ambigua que la original.
El resurgimiento de los discos de vinilo probablemente se explica como una mezcla de todos los motivos que he intentado reflejar en este post. Es muy improbable, por no decir imposible, que vuelvan a adquirir la relevancia que tuvieron antes de la llegada del CD, pero nada parece indicar que el interés que muchos aficionados a la música tienen en ellos vaya a agotarse a corto plazo. De hecho, lo más plausible es que las ventas globales de los discos de vinilo sigan subiendo algo más hasta estabilizarse en una posición relativamente cómoda que permita a este mercado afianzarse con más claridad. No tengo información que me permita intuir su futuro a largo plazo, pero creo que a corto y medio plazo los vinilos aún contarán con muchos incondicionales. Al fin y al cabo, simplemente representan una forma más, aunque, eso sí, con un carácter muy marcado, de disfrutar nuestra música.

Conclusiones

He escrito este post con la intención de ser lo más honesto, riguroso y objetivo posible, y, por supuesto, sin querer decantar la balanza ni hacia los formatos digitales, ni hacia el vinilo. Como os confesé al principio del post, escucho tanto música digital como analógica, y las disfruto mucho. Aunque quisiera decantarme por una u otra no podría porque, en mi opinión, su estética sonora es diferente, pero igualmente satisfactoria. El vinilo ofrece un sonido más «redondo», y los formatos digitales, en especial el SACD y el Blu-ray Audio, un sonido más enérgico, pero creo firmemente que todos ellos pueden convivir perfectamente y que todos son muy disfrutables.
No obstante, antes de concluir me gustaría apuntar varias ideas que me parecen importantes. La primera es que tanto los discos de vinilo como los CD suenan ahora mucho mejor que en los años 80 y 90. Los vinilos modernos de 180 y 200 gramos, especialmente aquellos que tienen una producción completamente analógica (por desgracia son pocos), suenan de maravilla. Y, por otra parte, las tecnologías de codificación digital que se utilizan en los CD hoy en día están infinitamente más logradas que las de los primeros años del formato, por lo que aquella frialdad y ausencia de detalle ya no suele estar presente. No, al menos, en los CD que cuentan con una buena toma de sonido.
Concluyo con otro apunte importante: para sacar el máximo partido a un giradiscos es imprescindible que esté bien ajustado. Y, sinceramente, calibrar realmente bien un buen brazo no es nada fácil. Si os hacéis con un plato medianamente avanzado y no lo domináis, recurrid a un profesional que os lo deje bien ajustado. Esto me lleva a una desventaja del vinilo que merece la pena tener en cuenta: un giradiscos requiere un cierto mantenimiento (ajuste periódico, limpieza de la aguja, etc.), y un lector de CD, SACD o BD no nos exige hacer absolutamente nada durante toda su vida útil. Aun así, yo me sigo quedando con ambos formatos.

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