Sabes que son absurdas, no te gusta admitirlas y pueden llegar a avergonzarte cuando piensas en ellas, pero si alguna de estas diez no te suena, ¡es que no eres un jugón de verdad!
Somos jugadores. Y no, esto no es un anuncio de PlayStation, aunque empiece igual. Sabes a lo que me refiero. Nos encanta jugar, vivimos algunos de los mejores momentos de nuestra vida a los mandos de nuestras consolas.
Es algo difícil de explicar, para aquellos que no lo entienden. Ellos ven lo que quieren ver. A un chico delante de una maquinita, a un adolescente ensimismado en su refugio, a un adulto que ya se está haciendo mayorcito para esto. Que no nos entiendan no es nuestro problema, sino el suyo. Es nuestra vida. La vida de los jugadores. Y qué buenos momentos nos da, maldita sea.
Vivimos cuando jugamos. Lo vivimos al cien por cien. Dejemos a un lado, entonces, todo lo metafísico, que un párrafo de sensiblería ya ha sido bastante. Lo vivimos tanto, que a veces realizamos cosas completamente irracionales, cosas que solo los jugadores entendemos. Si lo hablamos entre nosotros, podríamos reconocerlas, pero no ante otros. No es que nos avergüencen… simplemente, son nuestros momentos.
Algo estúpidos, sí. No podemos explicarlos, suelen ser involuntarios, pero son estos pequeños momentos los que nos sacan una sonrisa, ¿no? Hablamos de esas cosas que todo jugador hace, cuando está solo, jugando a sus títulos favoritos. Venga, todos las hacemos, y si llevas unos añitos en este mundillo, va a ser raro que una de las diez que te contamos a continuación no te suene de nada.
10. Teabagging a los cadáveres de los enemigos cuando ganas
Parece una de las más difíciles de explicar, pero en realidad, no lo es demasiado. La gente puede pensar que es algo infantil, que solo lo hacen los críos, los ‘niños rata’ o los ‘troll’. Sabes lo que molesta cuando te lo hacen, pero cuando lo haces tú, madre mía, qué satisfacción. No, no lo niegues. Pongámonos en escena. Imagina ese maldito Pro-Player que lleva media partida de tu Shooter favorito dándote candela fina. Ya van diez muertes a cero. Oyes cómo se ríe por el micrófono cuando acaba contigo, incluso puede que el muy rufián te envíe un mensaje burlándose de ti. Pero, de pronto, le pillas. Giras una esquina, y te lo cruzas. Aprietas el gatillo y le vacías el cargador en toda la jeta. Fuera, es tuyo. Ve su cadáver inmóvil en el suelo y empiezas a agacharte y levantarte todo el rato, como un tarado. Pero qué satisfacción. ¿Ahora qué, eh? ¡Ahora qué!
9. Crear una versión tuya más guapa o mayor en los editores
Sí, sí. Ya sabemos que tu respuesta nada más leer el título ha sido “venga, chavalote, más guapa dice, si eso es imposible”. Egos aparte, lo has hecho, y lo sabes. Puede que te hayas puesto una barbita larga para ver cómo te quedaría, o esos ojos azules que siempre quisiste. El pelo más largo, los músculos más rocosos o ese tatuaje en el brazo que siempre anhelaste. Nos creamos a nosotros mismos, más o menos, a veces peor y a veces mejor. También depende del editor del juego, claro, pero al menos lo intentamos. Sin embargo, una vez hecho eso no basta y lo sabes. Te pones esa decena de añadidos que siempre quisiste, o esos añitos de más. Incluso ese traje, o esa ropa bizarra. Puede que hasta te pongas una máscara de payaso y salgas a tu mundo virtual en calzoncillos, braguitas, o vaya, ya sabemos que más de uno saldría sin nada si el juego lo permitiera.
8. Destruir todo lo que hay en el escenario antes de pasar al siguiente
Esta parece muestra de algún desorden psicológico, ese romper por romper. Pero jugón, ¿qué te han hecho todos esos objetos del escenario para que destroces el mobiliario de esa manera? Calma, no solemos hacerlo por eso. Buscamos objetos, dinero, oro, lo que sea. Sobre todo en los juegos de Rol es un comportamiento habitual para exprimir hasta la última recompensa que podamos encontrar. ¿Ah, que lo haces en GTA? Bueno, ahí ya lo de parar dos calles de tráfico y hacerlas saltar por los aires sí que es algo turbio, pero y lo que molan los fuegos artificiales qué, ¿eh? Sin duda encontramos en el ejercicio de la destrucción una especie de paz interior que nos da un sosiego como pocas otras cosas.
7. Pasarte horas consiguiendo objetos coleccionables que no valen para nada
Es ego. Sí, sí, no es otra cosa, no nos engañemos. Esa arma que no vale para nada, que por mucho que sea de rareza morada o amarilla es peor que la que te dan al principio del maldito juego. Esa armadura, o ese objeto raro que solo aparece en tu inventario. Lo que mola fardar, anda. No me digas que no te encanta decirles a tus colegas: “Eh, chavalote, ¿ves este objeto? Pues veinte horas farmeando para conseguirlo. VEINTE HORAS. Ahora vas y lo cuentas”. Y ya está, eres el amo del cotarro, el jefazo de turno. ¡Que nadie te quite esos momentos que saben a gloria!
6. Intentar cargarte a tus aliados. ¡Al traidor!
Eh, eh, para el carro. No empieces con el rollo de que eres un jugador leal y todo eso. Aquí nadie está juzgando tu comportamiento. Todos lo hemos hecho. Llámalo ‘trolear’ o pruebas de campo con tus compañeros de equipo. Di que se te escapó una bala o que estabas probando si los gatillos funcionaban bien, pero todos nos hemos ventilado a unos cuantos compañeros de equipo para hacer la gracia o descojonarnos con la reacción. Ya, ya sabemos que cuando te lo hacen a ti el ‘rageo’ es extremo, pero para eso puedes vengarte luego, oye. Ni siquiera los NPCs se libran, ¡qué habrán hecho los pobres! Y si no, que se lo digan a los pobres habitantes de los juegos de Bethesda. ¿Quién no ha entrado en Megaton en Fallout 3 y ha arramplado con todo?
5. Recargar aunque solo te quede una bala para sentirte más 'Pro'
Porque sí. No es práctico, no es útil y no es… nada, en realidad es una conducta de lo más absurda, y que podemos ver sobre todo en los modos multijugador Call of Duty y los Battlefield. No sabemos si es porque el número de balas del cargador queda mejor cuando está lleno, porque nos hace sentirnos más seguros o porque nos gusta recargar mucho. ¡Cómo se nota que no pagáis los cargadores! El caso es que alguna que otra vez puede ser útil. Puede que esa bala determine o no la muerte de un enemigo, o que te salve de algún aprieto, pero en general, lo hacemos por puro vicio. ¡Gastar cargadores por gastar cargadores, y lo sabéis! En serio, este punto nos resulta interesante a nivel psicológico. ¿Por qué narices lo hacemos? ¡Se aceptan sugerencias, qué seguro que algún 'Pro-Player' puede resolver el misterio de los cargadores de una bala!
4. Robar todo lo que puedas y salir corriendo del escenario
¡Ay, la vena cleptómana! Existen dos opciones, la GTA y la Skyrim. Venga, sobra explicarlas. La primera consiste en entrar a saco. Atracar tiendas, cargarte a todo el personal y huir con el botín por media ciudad mientras te persigue la policía. La segunda es mucho más meticulosa, más propia de los juegos de Rol, también. Nos infiltramos y arramplamos con todo. Puede que nos bajen la “moral”, como en los juegos de Bethesda. Ya ves tú por dónde nos solemos pasar la “moral” en momentos como esos. Luego, una vez vamos cargados hasta las trancas con todo lo robado, hay dos opciones: o huimos con sigilo como ladrones inteligentes, o dejamos que nos pillen para saborear el momento. ¡Si es que, os pierden todas esas cosas del escenario que se pueden coger!
3. Saltar desde el punto / edificio más alto del mapa intentando sobrevivir de formas absurdas
Esta tiene un punto de noble desafío, una meta extraordinaria y difícil de alcanzar. Llegar al punto o edificio más alto del mapa es un gran reto, y el patrón que seguimos a continuación es el mismo, y eso es quizá, lo más divertido. Hemos tenido que escalar durante diez minutos haciendo parkour, o tirarnos de un helicóptero en el momento preciso. A lo mejor hemos incluso tenido que ser un poco más tramposillos y aprovechar algún bug del juego. El caso es que, llegamos a la cima del mapa y, ¿qué hacemos? ¿Disfrutar de las vistas? Que va, demasiado fácil, eso es lo que haríamos en la vida real. En los videojuegos, nos tiramos cual kamikazes, nos arrojamos al vacío, y lo mejor de todo es que intentamos sobrevivir en el acto. Y vale, que sí, en los Assassin’s Creed tenemos los carros de paja, pero en el resto de los juegos qué, ¿eh? Seguro que alguna vez habéis probado aquel reto de GTA IV que consistía en arrojarnos desde el edificio más alto montados en una moto para sobrevivir. ¡Qué épico!
2. Saltarte todos los diálogos de forma compulsiva aunque luego no te enteres de nada
Porque sí, a veces aburren, y mucho. Que se dejen de cháchara y nos dejen matar malos, carajo. No hemos venido aquí para ver una película o tragarnos un diálogo existencial. Eso es lo que pensamos a veces. Nos apetece pegar tiros y nos plantan unos diálogos existenciales que no pegan ni con cola, oye. Así que nos lo saltamos. Empezamos a machacar el botón de turno compulsivamente hasta que la cinemática se acaba, y qué alivio. Luego pasa lo que pasa, no nos enteramos de nada. Pero había que hacerlo. Tanto texto nos estaba sacando de nuestras casillas. Sobre todo en los juegos de Rol. Que sí, que digas lo que quieras, NPC pesado, que no me importa nada tu vida, ¡dame la misión ya y cállate!
1. Hypearte por juegos que sabes que van a ser una castaña
Tenía que ser el TOP 1 y lo sabéis. Poned aquí la secuela que queráis, la decepción del año o el juego que parecía un juegazo y no acabó sirviendo ni para DLC. Nos encanta ilusionarnos. Vivimos las ferias y los anuncios con una pasión que no es normal. ¿Recuerdas aquel tráiler del E3, o esa cinemática del Tokio Game Show? Nos emocionamos como críos la noche de reyes, aunque sepamos que el juego final vaya a ser una castaña, aunque ya nos hayamos decepcionado antes. Nuestra franquicia favorita ya no da para más, perdió el rumbo varias entregas atrás. Y aun así, ves el tráiler del nuevo título y te subes por las paredes. No os culpamos, nos pasa hasta a nosotros. Va en nuestro ADN. La ilusión del jugador. Ciertamente es algo duro, la decepción suele golpearnos demasiadas veces, pero es una de las mejores cosas que tenemos, y si la perdiéramos, esta industria no iría a ningún sitio.
Fuente: 10 Cosas que todo Gamer hace pero nunca reconocerá
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