¿Alguna vez has parado a escuchar tu propio silencio? ¿Y el de otra persona?
¿Qué es lo que ocurre cuando te has quedado sin ganas de hablar, sin ganas de contestar? ¿Y si solo apetece callar, escuchar y comerte las palabras para que sea otro el que hable por ti, el que formule las preguntas?
Comunicar callando
El silencio no está vacío nunca; al igual que es verdad que el silencio es el más fuerte de los sonidos, pero el más difícil de oír, comprender y explicar.
El silencio es capaz de decir más que cien palabras, aunque requiere una atención plena.
Es seguro que todos conocemos muy de cerca, aquella sensación que se produce cuando nuestros labios no se mueven y, aun así, escuchamos como nos hablamos.
En ese momento todos comunicamos callando, nuestros ojos hablan por nosotros y pensamos en salir del ruido. O, también, puede ser que seamos introvertidos y nuestra mejor manera de expresarnos sea en silencio.
Todos somos capaces de escuchar el silencio y de prestarle atención o evadirlo; pero, a veces, probablemente porque el nuestro nos parezca más ruidoso que el de los demás, no queremos perder un segundo escuchando las palabras que otra persona no pronuncia y siente.
Pensamos, y no es cierto, que solo cuando el silencio es propio es más fácil o más difícil, más cercano o más pesado. Pero las grandes relaciones surgen en nuestra vida gracias a la complicidad del silencio, gracias a entender que el mío y el tuyo son igual de importantes.
El silencio, compartido, sabe mejor
En la vida, compartir equivale a ganar complicidad y cariño y eso nace de la constancia,de unir tristezas y ganar alegrías. El silencio, algunas vece sirve de broche, otras de espacio, otras de conversación.
Hay momentos en los que el silencio de otro consigue hacerte feliz o totalmente lo contrario, hacerte llorar. Existen circunstancias en las que tu silencio te queda grande y otra persona viene a hacerte crecer dentro de él.
El silencio es el mejor sitio dónde podemos conocernos y dónde encontrar la confianza en nosotros mismos: aquel lugar que nos da compañía y soledad al mismo tiempo.
Se necesita una base de valentía, mucho esfuerzo, vasos de solidaridad y ausencia de egoísmo para intentar, al menos, sentir el silencio de otro. El precipicio solo tiene sentido si puedes mirarte en él y sonreír después, o si alguien te ayuda a hacerlo.
El silencio, en casos de amistad, es capaz de dejarte muda o hacerte reír. Puede ser el sentimiento más bonito o el más triste, el que te escucha o el que es escuchado, el que te da la razón o te la quita.
El silencio significa, ante todo, refugio para tus ilusiones y emociones, aunque grite y ruja.
Tú tienes el poder de compartirlo con las personas que te rodean y son capaces de sentirlo. Cuando esto ocurre, la conversación queda asegurada sin las palabras y el tiempo se llena por sí solo.
Es a través de los ojos por donde se muestra el silencio, es a través de la confianza y tesón por dónde se escucha y es a través de la amistad por dónde logra cambiar de su peor estado a uno un poco mejor. Lo gratificante es conseguirlo.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com
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