jueves, 19 de septiembre de 2019

FATIGA POR COMPASIÓN: EL DESGASTE DE LOS PROFESIONALES SANITARIOS


A veces, los profesionales sanitarios no consiguen que mejore la persona a la que están tratando, auxiliando o cuidando. Esto produce en ellos una forma de estrés postraumático: la fatiga por compasión. Un estado fruto del desgaste energético constante por la ayuda terapéutica que brindan y la compasión que sienten por sus pacientes.
Este desgaste visibiliza el estado emocional en el que se pueden encontrar los profesionales sanitarios al observar el sufrimiento físico, psicológico, social y espiritual que manifiestan las personas de su alrededor. Incluso, con el paso del tiempo pueden llegar a experimentar indirectamente sus dolores y malestares.


La empatía como detonante de estrés

Cuando una persona acude a diálisis casi todos los días de la semana, inevitablemente se crea un vínculo emocional entre el profesional sanitario y el paciente. Quizá no lleguen a mantener una relación personal, pero el simple hecho de verse a diario y de intercambiar observaciones y esperanzas de mejora genera un amigable compromiso.
En estos casos, saber ponerse en el lugar del otro es clave. Comprender sus necesidades y cómo se siente fortalece el vínculo creado. Ahora bien, la empatía también puede jugar una mala pasada cuando ejerce como detonante de algunos tipos de estrés. De hecho, es el factor desencadenante del cuadro sintomatológico de la fatiga por compasión.
La empatía aumenta la calidad del tratamiento y la intervención con los pacientes. Pero, al mismo tiempo, incrementa la vulnerabilidad al desgaste del profesional. A mayor empatía, mayor riesgo de experimentar este efecto.
Psicólogo y su paciente

Mecanismos cerebrales de la empatía

Fatiga por compasión fue un término acuñado en 1995 por Charles Figley, director del Traumatology Institute at Tulane University (New Orleans). Este observó que los profesionales de la salud que trabajaban en salud mental con personas traumatizadas, experimentaban indirectamente los efectos del trauma de los pacientes a los que asistían, con el paso del tiempo.
Aunque el origen de este término es relativamente reciente, los mecanismos cerebrales que lo explican son imperecederos y están relacionados con la empatía y las conductas de imitación. Así, la amígdala, la corteza orbitofrontal y las neuronas espejo son las encargadas de que alguien sienta lo que está sintiendo otra persona.
Además, si estas sensaciones esconden un profundo dolor y tremendo sufrimiento, esta capacidad empática se potencia. Y la fatiga por compasión se hace más evidente.

Señales que caracterizan la fatiga por compasión

La fatiga por compasión es resultado de un proceso acumulativo. Como hemos visto, se desarrolla debido a un estado de malestar emocional prolongado por un continuo e intenso contacto con los pacientes. Pero, ¿cuáles son los signos y síntomas que pueden indicar fatiga por compasión?
  • Cognitivos: dificultades de memoria, falta de atención y concentración, pensamientos negativos recurrentes o flashbacks.
  • Emocionales: sentimientos intensos de miedo, tristeza e ira, desesperanza generalizada o pérdida de la alegría o felicidad.
  • Somáticas: molestias gastrointestinales, mareos, cefaleas, hipertensión, dolores, tensión muscular, cansancio crónico, dificultades para conciliar el sueño…
A nivel laboral también se pueden identificar algunas señales como una baja motivación, sentimientos de incomprensión, percepción de escasa capacitación profesional o distanciamiento del equipo.
Psicóloga tratando a un profesional sanitario

Su relación con el estrés postraumático

Como vemos, la fatiga por compasión comparte síntomas característicos del Trastorno por estrés Postraumático. Pero antes de explicarlos, veamos en qué consiste el TEPT.
Este trastorno se origina por un acontecimiento muy estresante o traumático, que supone una amenaza o un daño físico extremo para el sujeto. Así, el organismo genera una respuesta en forma de estrés, resultado de su esfuerzo por adaptarse al ambiente. Puede ocurrir a cualquier edad y aparecer con posterioridad a los hechos.
Por su parte, la fatiga por compasión aparece de manera abrupta y aguda.Además, en este caso concreto, tiene múltiples detonantes que generan un efecto estresante en el profesional sanitario. Son la exposición constante, el compromiso emocional y la relación terapéutica que mantiene con sus pacientes.

3 grupos de síntomas compartidos

La fatiga por compasión comparte con el TEPT una serie de síntomas de su cuadro psicopatológico.
  • Reexperimentación: si no se resuelve el conflicto, el profesional puede revivir o recordar la experiencia traumática en forma de rumiación o flashbacks. En el caso de los profesionales sanitarios esto es especialmente delicado. El estrés no es generado por una sobrecarga de trabajo, sino por un compromiso emocional con el paciente al que está auxiliando.
  • Evitación y embotamiento psíquico: la persona realiza esfuerzos para evitar pensamientos, emociones, personas, lugares, tareas o situaciones que le recuerden el hecho traumático. Por otro lado, tiende a abolir aspectos relevantes de este y a reducir su interés e inclusión en actividades que antes le resultaban gratificantes. La persona con fatiga por compasión al igual que experimenta TEPT, sufre malestares, irritabilidad, confusión e irascibilidad. Con ello, se distancia física y afectivamente de sus pacientes y del resto de personas, lo que puede dañar su círculo más íntimo.
  • Hiperactivación o hiperarousal: el arousal es el nivel de activación fisiológica.  En el caso de las personas que padecen este trastorno, su estado de tensión y alerta son permanentes. Es decir, se encuentran alterados, irritables, exaltados y manifiesta una reactividad extrema ante cualquier acontecimiento.
Equipo médico reunido

Cómo trabajar la fatiga por compasión

Conocer qué es la fatiga por compasión, nos hace conscientes de las posibles consecuencias de una mala gestión emocional en el trato con los pacientes por parte de los profesionales sanitarios. Algunas sugerencias para lidiar con esta situación son:
  • Tener un tiempo a solas para ver las cosas en perspectiva y desconectar.
  • Identificar qué fortalezas y capacidad se tienen para hacer frente a las situaciones de dolor y sufrimiento de los demás.
  • Dormir adecuadamente y tener una buena nutrición.
  • Realizar ejercicios de relajación o actividades físicas de forma irregular.
  • Compartir opiniones con los compañeros de trabajo.
Como vemos, los efectos secundarios de una situación o circunstancias de elevada carga emocional y sufrimiento son tangibles, incluso en los profesionales que saben cómo manejarlo. Cuidarnos a nosotros mismos es una prioridad que no podemos olvidar. De hecho, es la base para ofrecer un trato y una atención de calidad a los demás.

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