¿Quién no se ha sentido bipolar? ¿A quién no le han llamado bipoloar alguna vez? La manera desenfada en la que hablamos de bipolaridad en el lenguaje coloquial poco o nada tiene que ver con el trastorno bipolar. Hoy os hablamos un poquito de él, prestando especial atención a las adaptaciones que son necesarias en el contexto de pareja...
El trastorno bipolar es un trastorno del estado de ánimo de definición compleja. Su característica más saliente es que las personas que lo padecen sufren oscilaciones rápidas y drásticas en su estado de ánimo de manera sostenida. Unas fluctuaciones que impiden que se sientan realmente bien -aunque pasen por estados de euforia- y que afectan de manera considerable a su capacidad de adaptación.
Estos cambios en el estado de ánimo traen, entre otras complicaciones, problemas en las relaciones afectivas. Nos referimos a que la inestabilidad emocional hace que se resientan las relaciones afectivas, en especial, cuando hablamos de relaciones de pareja; porque es complicado tener una relación con alguien que experimenta cambios tan drásticos en su estado de ánimo.
Mantener una relación afectiva necesita el conocimiento del otro, comprensión, flexibilidad, pero también una cierta estabilidad (ser, de alguna manera, predecible). Relacionarse con alguien que vive episodios de manía y/o episodios depresivos que no tienen que ver exactamente con las experiencias de su vida es una piedra en el camino de las relaciones. Por ello, te explicaremos qué es el trastorno bipolar y cómo condiciona el círculo social y la satisfacción de la persona que lo sufre.
¿Qué es el trastorno bipolar?
De manera equivocada, las personas se refieren a cambios en sus opiniones, sus pensamientos o sus sentimientos como rasgos de la bipolaridad. Es decir, se cree que estar un día feliz y el otro triste es «ser bipolar»; no es así: para tener el diagnóstico de trastorno bipolar se necesitan cumplir una serie de criterios diagnósticos. Las estadísticas nos dicen que solo los cumple el 0,5 – 1,6% de la población general (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2012).
A nivel general, para tener un trastorno bipolar se necesita de una fase de estado de ánimo muy elevado, comportamientos impulsivos que comporten grandes gastos, planes o cambios radicales, y escasa necesidad de dormir durante al menos 2 semanas. Con lo cual, estar muy contento o estar triste un día y luego no, no es tener trastorno bipolar; podemos tener cambios en el estado de ánimo o características de personalidad dispares sin que eso sea una patología mental.
¿Qué sabemos sobre el trastorno bipolar y las relaciones afectivas?
Las relaciones con una persona que tiene trastorno bipolar son complicadas, si bien cuando el trastorno está controlado y quien lo tiene se encuentra estable es posible tener una vida 100% normalizada. En este sentido, las personas con trastorno bipolar se enamoran como cualquier otra persona sin problemas, a no ser que se encuentren en una fase de manía en la que el estado de ánimo es tan eufórico y positivo que confunde los sentimientos.
Por tanto, a nivel general, el enamoramiento y el inicio de una relación afectiva son iguales que en el resto de las personas, con la cautela de no iniciar relaciones sentimentales en fases de estado de ánimo eufórico.
Así mismo, cuando pensamos en el trastorno bipolar y las relaciones afectivas, nos viene a la mente la inestabilidad en los sentimientos. Es decir, si pensamos en tener una pareja con trastorno bipolar es muy probable que pensemos en un tipo de relación caótica y cambiante.
Nada más lejos de la realidad: a día de hoy, con medicación psiquiátrica para estabilizar el estado de ánimo, terapia y seguimiento psicológicos, la persona está capacitada para mantener una relación estable. La relación tendrá altibajos, y quizás más profundos y severos que los de otra pareja. Lo importante será la gestión que la pareja y el entorno haga de los mismos.
«Las personas con trastorno bipolar se enamoran como cualquier otra persona sin problemas a no ser que se encuentren en una fase de manía en la que el estado de ánimo es tan eufórico y positivo confunde los sentimientos».
El trastorno bipolar y los cambios de opinión: mito o realidad
El término bipolar forma parte de nuestro lenguaje cotidiano. En broma o en serio, muchas personas llevan colocada esta etiqueta cuando están lejos de padecer un trastorno.
Además, el trastorno bipolar no se relaciona necesariamente con los cambios de opinión. Con lo cual, cuando pensamos en trastorno bipolar y relaciones afectivas no tenemos por qué imaginarnos una relación en la que se cambie de ideas, actitudes, motivaciones y objetivos constantemente.
Sin embargo, es muy importante considerar que la energía que tenga una persona con trastorno bipolar sí puede cambiar de una semana para la otra, de manera significativa. El nivel de energía o activación sí puede modificarse con facilidad y esto sí puede afectar a los planes que tenga una pareja, las ganas de hacer actividades o viajes, por ejemplo. Estar en una relación afectiva con una persona con trastorno bipolar implica ajustarse a sus cambios de activación mental y física, pero si esto se maneja adecuadamente no representa un obstáculo insalvable.
¿Qué puedes hacer si tienes una relación con una persona con trastorno bipolar?
Aunque un si está controlado no trae grandes problemas, hay que saber manejar adecuadamente el trastorno bipolar y las relaciones afectivas. Hay ciertos consejos/aspectos a tener en cuenta. En primer lugar, tener una relación con alguien que tiene trastorno bipolar implica conocer muy bien esta enfermedad mental. Es necesario que ambas partes de la relación sepan qué pasa, cómo se manifiesta y qué hacer durante una crisis. Por ejemplo, la pareja de alguien con trastorno bipolar tiene que conocer las señales que pueden anticipar un episodio de manía o depresión.
Además, los niveles de estrés cotidiano tienen que cuidarse con especial esmero, ya que son un disparador de episodios en los que el estado de ánimo se vuelve extremo. A la hora de plantearse una relación afectiva, las parejas tienen que encontrar un equilibrio en el reparto de tareas y responsabilidades, de manera que no se produzca una sobrecarga en la persona que padece el trastorno. Porque las exigencias y la sensación sostenida de no llegar a tiempo aumentan las posibilidades de un retroceso o de una recaída.
«A la hora de plantearse una relación afectiva, las pareja tienen que saber que la carga diaria de tareas y trabajo ha de ser una carga sana que no sea muy exigente».
Por todo ello, las personas con trastorno bipolar tienen que llevar una rutina muy controlada, con horarios de sueño y comidas estable, evitando los cambios bruscos (Becoña y Lorenzo, 2001). Pueden salir de fiesta y permanecer toda la noches despiertos, madrugar, comer a diferentes horas los fines de semana; pero, si comienzan a sentirse «raros», necesitan de comprensión y empatía porque no son culpables del sufrimiento que sienten o que causan.
Así, tener una pareja con trastorno bipolar implica un esfuerzo grande de adaptación; por otro lado, también mejora la situación el hecho de que la pareja se implique en el seguimiento psiquiátrico y psicológico. Cuanto más implicada está la pareja en la deriva del trastorno, menos sufrirá la relación. Recuerda que cada día se avanza más en el control de las enfermedades mentales y que, en principio, un trastorno bipolar no tiene por qué ser un obstáculo insalvable para una relación.
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