La muerte es uno de esos enigmas para los que es imposible organizar una respuesta definitiva. Aceptar y asimilar la idea de un final absoluto no es fácil. Por eso se trata de un concepto que genera temor, aprehensión o curiosidad, en todo caso. Y aunque sabemos poco de ella, se trata de una experiencia por la que todos vamos a pasar, inevitablemente, algún día.
Las primeras respuestas en torno a la muerte las proporcionó la religión. Quizás la muerte (el punto a partir del cual nadie ha dado testimonio) sea precisamente una de esas razones por las que las religiones nacen y se mantienen en el tiempo. Desde muchas de ellas se acepta la existencia de un espíritu o más allá que trasciende la vida biológica y que va a dar a un mundo paralelo, el cual es invisible, imperceptible, pero que está ahí esperándonos a todos (o a quienes se lo ganen).
“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”.-Antonio Machado-
La ciencia también ha entrado en el intento de descifrar el enigma. Aunque hay muchos científicos que tienen creencias religiosas, formalmente la ciencia aborda al hombre como un ser netamente biológico, cuya única existencia no va más allá del último latido de su corazón. La física cuántica ha explorado otras perspectivas, como la de los universos paralelos, pero por el momento todo ello no pasa de ser una hipótesis.
En lo que sí ha avanzado la ciencia es en la comprensión de todos los procesos físicos y psíquicos que rodean a la muerte. Precisamente para ampliar la comprensión de esos aspectos se llevó a cabo un estudio en los Estados Unidos y los resultados fueron muy interesantes.
Una investigación sobre la muerte
Muchos nos hemos preguntado alguna vez, ¿qué se siente antes de morir?¿Cómo se experimenta ese momento de desprendimiento de la vida? ¿Hay dolor? ¿Hay sufrimiento? ¿Nos invade el terror por dar el paso definitivo hacia lo desconocido? ¿Realmente vemos pasar a toda nuestra vida por delante en tan solo un instante?
Para responder a estas preguntas un grupo de investigadores de la Universidad de Carolina del Norte, liderados por el profesor Kurt Gray, realizó un estudio. Para ello partieron de dos grupos que estaban viviendo experiencias cercanas a la muerte. El primero de estos grupos estaba compuesto por enfermos terminales. El segundo lo conformaban personas que estaban presas y condenadas a muerte.
A los miembros del primer grupo se les pidió que abrieran un blog y que compartieran allí sus sentimientos durante un lapso mínimo de tres meses. La publicación debía contener al menos 10 entradas. Paralelamente, se le solicitó algo similar a un subgrupo de voluntarios. A ellos se les pidió que imaginaran haber sido diagnosticados de cáncer y escribieran al respecto. En el segundo grupo, compuesto por presos en el “corredor de la muerte”, lo que se hizo fue recoger sus últimas palabras.
En ambos casos lo que se pretendía era evaluar los sentimientos y emociones que aparecían frente a la proximidad de la muerte. También se quería identificar si todo ese mundo interno mostraba cambios a medida que se aproximaba el momento final.
Los interesantes resultados del estudio
Un equipo de psicólogos se puso en marcha con la tarea de analizar los discursos del primer grupo, junto con el subgrupo paralelo. Elaboraron sus conclusiones con base a las palabras con las que describían o aludían a sus emociones. A partir de ello pudieron llegar a unos interesantes resultados. El primero de ellos fue que los enfermos terminales expresaron más emociones positivas que el grupo de voluntarios. Así mismo, entre más próximo estaba el momento de la muerte, más positivos eran sus mensajes.
Con los convictos a punto de morir ocurrió algo similar. Sus discursos finales no estaban centrados en el dolor, el arrepentimiento o el odio hacia las autoridades que habían decretado la pena de muerte. Por el contrario, sus palabras estaban llenas de amor, comprensión y significado afectivo. En ambos grupos sobresalían las alusiones a la religión y a la familia.
El profesor Kurt Gray, líder de la investigación, concluyó que “el proceso de morir es menos triste y aterrador, y más feliz de lo que se piensa”. Aunque la muerte como tal es un concepto que genera angustia y miedo por la incertidumbre que la rodea (más allá de la fe de cada uno), a la hora de enfrentarla conscientemente las personas tienden a evolucionar. Tanto, que terminan percibiendo su propia muerte como algo constructivo y lleno de sentido.
Al parecer, la capacidad de adaptación del ser humano es gigantesca y se expresa en toda su plenitud durante los momentos límite, como la muerte. Psicológica y fisiológicamente, las personas desarrollan mecanismos que les permiten afrontar la realidad del fin con sabiduría. Por eso Gray afirma, con plena convicción, que “La muerte es inevitable, pero el sufrimiento no lo es”.
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