Era una época oscura. Bueno, más o menos. La cosa no estaba tan mal, porque teníamos los Walkman y esas cintas que es imposible no recordar con cierta nostalgia. Hasta que uno se da cuenta de que aquel formato era un auténtico tostón.
Y entonces llegó el CD, y a alguien se le ocurrió una idea lógica: ofrecer un reproductor portátil para disfrutarlos mientras íbamos de un lado a otro. La revolución MP3 llegó, y con ella la otra gran revolución: la de los Discman MP3. La repanocha.
Cuando la música aún se disfrutaba en cinta o en CD
Se acababa la década de los 90. El Walkman, que asombraba al mundo desde 1979, había quedado algo desplazado por el Discman, y en 1998 Sony había vendido más de 175 millones de los primeros y 50 millones de los segundos. Por supuesto en esas cifras no se incluyen los millones de reproductores en ambos formatos que otros fabricantes vendieron.
Aquellos productos eran lo mejor que teníamos entonces, y los usábamos en todo tipo de escenarios. Incluidos los que practicaban running —por entonces era más propio decir que uno hacía footing— gracias a los sistemas anti-shock que evitaban pausas en la reproducción durante el trote de esas actividades.
Aquellos productos se convirtieron en válvula de escape para muchos —toda una generación pudo disfrutar de la música de una forma mucho más personal y portátil— pero también en una amenaza para algunos.
En una ciudad de Nueva Jersey prohibieron cruzar la calle con los cascos puestos, y un columnista del Chicago Tribune escribía en 1981 cómo los Walkman "sustituye a algunas drogas como un dispositivo que altera el ánimo y la mente". De hecho, se lamentaba de que al desechar la música de las ferias tradicionales "la sociedad está preparada para colapsar".
Resulta irónico que los mismos miedos que aparecían entonces se hayan vuelto a producir una y otra vez antes y después. Hoy en día esa dependencia del móvil vuelve a sugerir los mismos debates, aunque ciertamente hemos llegado a un punto en el que parece que si no miramos el móvil cada cinco minutos nos estamos perdiendo algo importante.
Y el MP3 llegó a los Discman
El caso es que la sociedad no se colapsó, y de hecho apareció una revolución igual de llamativa. El auge del formato MP3 acabó llegando a estos dispositivos, y un CD de música que apenas llegaba a las 20 canciones en formato convencional se convirtió en un medio perfecto para almacenar cientos de MP3.
Eso hizo que se desatara toda una fiebre por desarrollar Discman con soporte MP3. En esa batalla estuvo también Sony, que como otras muchas fue desarrollando unidades portátiles de CD que reproducían este tipo de CDs.
Lo hacían haciendo además uso de unas pequeñas memorias Flash para poder ir haciendo buffering de las canciones y que la reproducción no se viese interrumpida por lo sensibles que eran los componentes mecánicos.
Estos Discman con soporte MP3 inundaron el mercado en el último suspiro del siglo que se acababa y es sorprendente que la industria y los usuarios siguieran apostando por ellos hasta bien iniciada la década de los 2000. Lo demuestran modelos como el CD Walkman D-NE511 de Sony, que fue lanzado en 2003.
Aquellos productos, no obstante, perdieron todas sus opciones con la llegada de los reproductores MP3 puros. Desde aquellos primeros y casi 'prehistóricos' modelos basados en memorias Flash como el MPMan, el Diamond Rio o el Creative NOMAD Jukebox hasta el producto que lo cambió todo para siempre.
El 23 de octubre de 2001 Apple presentó el iPod y empezó una nueva era de música portátil. Los reproductores portátiles que habían dominado el mercado colearon durante algún tiempo —favorecidos sobre todo por su precio inferior—, pero aquello no duró mucho. El iPod era el futuro, punto.
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