Todos recurrimos en mayor o menor medida al consumo de pastillas para el dolor, o analgésicos. Pero, ¿cómo es su mecanismo de acción? En este artículo explicamos qué ocurre en nuestro cuerpo cuando sentimos dolor y cómo los analgésicos hacen que desaparezca o disminuya su intensidad.
Los analgésicos son medicamentos para calmar o eliminar el dolor. En general, se usan para aliviar dolores de cabeza, musculares o artítricos, aunque algunos también tienen la capacidad de reducir la fiebre y antiinflamatoria.
Estos fármacos son los más consumidos por los españoles, según un informe reciente de Federación Española de Farmacéuticos Españoles (FEFE).
Muchas personas piensan que el principio activo de los analgésicos, una vez entra en el cuerpo, acude a la zona dolorosa y allí se encarga del dolor. Sin embargo, eso no es necesario. El fármaco trabajará sobre el cerebro y las terminaciones nerviosas que se encuentran conectadas con todo el cuerpo.
El dolor
Según la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño tisular, real o potencial. Se trata de un proceso fisiológico muy complejo y fundamental para nuestra supervivencia, que puede ser agudo o experimentarse de forma crónica.
El dolor más común se debe a una lesión somática (externa) o visceral (interna), llamándose dolor nociceptivo. Pero también puede darse el dolor neuropático, el cual tiene lugar tras una lesión o alteración de los mecanismos de transmisión de la información en el sistema nervioso.
Cómo recibimos el dolor
Los primeros en conocer que hemos sido dañados son los nociceptores, que se encuentran al final del axón de una neurona sensorial. Estas neuronas tienen terminaciones a lo largo de todo el cuerpo, encontrándose en la piel, en músculos y articulaciones y en órganos internos.
Estos receptores se activan ante estímulos térmicos, mecánicos y químicos, pero únicamente dolorosos. Estos diferencian que se trata de un estímulo dañino porque el estímulo es capaz de desencadenar un potencial de acción de forma directa o liberando una serie de neurotransmisores. Según el tipo de daño, se liberan agentes químicos como citocinas, prostaglandinas, sustancia P, serotonina o histamina, entre otros.
Los neurotransmisores entonces activan la neurona de segundo orden, que cruza la médula espinal hasta alcanzar el tálamo, situado en la base del cerebro. En el tálamo se transmite la información a una neurona de tercer orden, la cual está conectada con la corteza somatosensorial, permitiendo que allí se interprete el estímulo como doloroso.
Analgésicos
Es entonces, cuando la información ha alcanzado la corteza somatosensorial, cuando la persona se da cuenta de que le duele -por ejemplo, la rodilla -y decide tomar un analgésico. Según el origen y el tipo de dolor, el mecanismo de acción del analgésico variará.
No obstante, todos tienen en común que disminuyen la actividad de los nociceptores. De esta forma, los receptores sobreactivados y las neuronas dejan de enviar información a la corteza. O, dicho de otra forma, de recordarnos que algo nos duele.
Tipos de analgésicos
Se clasifican según el mecanismo que llevan a cabo para disminuir el dolor y, además, se organizan según su indicación para dolor de intensidad leve a fuerte, respectivamente:
- Antiinflamatorios no esteroideos (AINEs). Es un grupo muy heterogéneo que actúa principalmente inhibiendo la producción de prostaglandinas, estimuladoras de las terminaciones nerviosas del dolor. Además, suelen aliviar la fiebre y son antiinflamatorios. El AINE más común es el paracetamol.
- Opiáceos menores o débiles. Actúan sobre el sistema nervioso, concretamente sobre los receptores opiáceos. Estos receptores liberan neurotransmisores que inhiben la producción de las sustancias que excitan a los nociceptores. Estos solo se abren cuando una molécula opioide se acopla al mismo, como si de una llave se tratara. Así, los analgésicos opioides lo que hacen es imitar a opioides internos que hacen abrir los receptores. Un ejemplo es la codeína.
- Opiáceos mayores o fuertes. Tienen el mismo funcionamiento que los anteriores, pero se utilizan para un dolor más intenso. Este grupo constituye el grupo más potente de los analgésicos y son depresores del sistema nervioso central y producen un nivel alto de dependencia. Un ejemplo de opiáceo mayor es la morfina.
Existe otro grupo de fármacos adyuvantes que, si bien no son analgésicos, potencian la acción de los analgésicos disminuyendo el dolor. Entre ellos, se encuentran lo antidepresivos, corticoides, ansiolíticos, antiepilépticos, relajantes musculares, etc. Este grupo de medicamentos, actúa activando áreas cerebrales relacionadas con el alivio del dolor, provocando cambios en cómo se responde al mismo.
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