Los propósitos son los faros en nuestro horizonte vital. Se alzan como esa luz que ilumina cada paso, recordándonos dónde queremos llegar, inspirándonos en cada mañana y dándonos esa motivación que tanto necesitamos en días de desánimo.
Ser capaces de dar significado a nuestras vidas a partir de esas metas, de esos objetivos, es un modo de mantenernos fuertes psicológicamente.
Ahora bien, ¿por qué es tan decisivo que el ser humano tenga propósitos? Tenerlos es un ingrediente decisivo para el bienestar mental. Gracias a ellos encontramos sentido a lo que somos, a lo que esperamos de nosotros mismos… Porque quien anhela o sueña algo encuentra la voluntad necesaria para levantarse, para poner un pie delante de otro y avanzar con energía, ganas y esperanzas.
Al fin y al cabo, esto mismo es lo que nos enseñó Victor Frankl en su célebre libro El hombre en busca de sentido. Él mismo fue capaz de sobrevivir en los campos de concentración a pesar de haber perdido a todas las personas que amaba. En medio de esa adversidad, el hecho de seguir manteniendo unos valores y unas metas vitales muy concretas le permitió inspirar y ayudar a otros.
Los propósitos nos conceden armonía y fortaleza psicológica. Definirlos, darles luz y situarlos en nuestra mente en el día a día nos serán de gran ayuda. Veamos por tanto cómo crearlos, cómo buscarlos e interiorizarlos.
«Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento».-Viktor Frankl-
Los propósitos, ¿cómo clarificarlos?
Parece una obviedad… ¿cómo no va a saber alguien cuáles son sus propósitos? Por llamativo que pueda parecer, son muchas las personas que no los tienen. De este modo, hay quien describe su vida como una mera sucesión de días donde solo mandan las obligaciones, donde uno cae en la rutina y sencillamente, se deja llevar.
Lo que se percibe casi de manera constante en medio de este contexto existencial es que «los vacíos pesan en exceso porque hay algo que falla, algo que está ausente». En esas circunstancias y, como bien decía el poeta, científico Goethe una vida sin propósitos se percibe casi como una muerte prematura.
Por otro lado, cuando esto ocurre, cuando una persona percibe que no le encuentra el sentido ni la finalidad a su vida, es muy fácil caer en una depresión o en un trastorno de ansiedad. De hecho, algo que se ve a menudo en terapia psicológica es que muchos pacientes se sienten de este modo justo después de haber perdido el trabajo o de haber roto su relación afectiva.
Cuando hacemos frente a los cambios o a las transiciones es necesario reformular los propósitos vitales. Gracias a ellos, obtenemos un salvavidas para seguir navegando, así como esa energía interna para despertar nuevas motivaciones y esperanzas. Por tanto, veamos cómo clarificarlos, cómo darles poder.
El poder de los propósitos van de la mano de nuestros valores
Los propósitos no son simples metas arbitrarias que uno se marca. No son objetivos causales o caprichosos sino que están plenamente arraigados a nuestros valores. Así, quien valore la independencia, la libertad, la aventura, el don de experimentar cosas nuevas, es muy posible que no tenga los mismos propósitos que quien valore la familia, la estabilidad o el arraigo.
Por tanto, lo primero que debemos hacer es clarificar cuáles son nuestros valores y para ello no está demás recordar qué son y qué implican:
- Un valor define nuestra identidad, tanto social como personal.
- Hacen referencia a cualidades que generalmente tienen que ver con nosotros.
- Se asocian a normas, a comportamientos, a un sistema moral y también a nuestras creencias.
- Asimismo, es necesario recordar que nuestros valores pueden cambiar. De hecho es normal que lo hagan (no es lo mismo tener 15, que 3o o 60 años, los valores también varían y van en armonía con nuestras necesidades y experiencias).
Rompe la rutina, busca, explora y conecta con aquello que te hace sentir bien
Los propósitos no siempre se encuentran en nuestra zona de confort. La rutina es a veces nuestra peor enemiga a la hora de crear una vida significativa y por ello, debemos atrevernos a ir un poco más allá, a hacer cosas nuevas que estén en armonía con nuestras pasiones.
- Si nos gusta el arte, el deporte o cualquier otra dimensión, conozcamos a personas con gustos similares. Conectar con otras mentes nos abre puertas y nos ayuda a clarificar nuevas metas y propósitos.
- Asimismo, también es interesante ir más allá de aquello que conocemos o que damos por sentado que nos gusta. A veces, el simple hecho de convertirnos en «exploradores» de experiencias, nos permite descubrir cosas que nos sabíamos. Realidades que nos despiertan y nos dan nuevos propósitos.
¿Cómo me quiero verme el día de mañana?
Otra estrategia original y efectiva para clarificar o encontrar los propósitos que más nos definen a día de hoy reside en un sencillo ejercicio de visualización. Se trata solo de pensar en cómo queremos vernos dentro de 5, 10 o 20 años. ¿Me gustaría estar en otra ciudad, en otro país? ¿Me veo en una ciudad o en una cabaña en el bosque? ¿A qué me dedico? ¿A quién tengo a mi alrededor?
Estas preguntas nos ayudarán a poner luz a nuestras metas vitales. Porque la persona que queremos ser el día de mañana seguramente sea un poco mejor que nuestro yo actual, será alguien autorrealizado, alguien satisfecho con lo que es, lo que tiene y lo que ha logrado.
Trabajemos por tanto en esa idea, en ese objetivo personal. Los propósitos no son solo eso que uno se marca con la llegada del 1 de enero. Son el motor que debe hacernos vibrar y avanzar los 365 días del año.
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