El origen de la música, es una cuestión difícil de explicar para la ciencia. Oliver Sacks, el neurólogo conocido por su famosa obra El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, nos abre las puertas al universo de la música y su relación en el cerebro a través de su libro Musicofilia.
Algunas especies, como los pájaros, aunque en algunas ocasiones parecen cantar o improvisar a dúos, su canto principal constituye una utilidad adaptativa. Sin embargo, el origen evolutivo de la música y por qué ha permanecido en el ser humano no resulta tan sencillo de comprender.
Sacks menciona las palabras sobre las que el propio Darwin se pronunció sobre la música en el libro El origen del hombre: “Como ni el disfrute de la música, ni la capacidad para producir notas musicales son facultades que tengan la menor utilidad para el hombre, deben catalogarse entre las más misteriosas”. Y es que a diferencia de cualquier forma de lenguaje, el origen de la música continúa siendo un misterio.
Sabemos que es una capacidad ancestral específica de nuestra especie, no contemplándose en otros primates superiores no humanos. Steven Pinker atribuye su origen al uso o participación de otros sistemas cerebrales que se han desarrollado para otros fines.
Para Sacks, esta visión coincide con la de William James al referir que nuestra sensibilidad para la música y otros aspectos de nuestra vida estética, moral e intelectual más elevada como algo que había entrado en la mente por la puerta trasera.
Los dos lenguajes de la música: el emocional y el intelectual
La música apela a las dos partes de nuestra naturaleza: es esencialmente emocional e intelectual; es decir, nos puede llegar a conmover y a su vez, podemos apreciar la estructura formal de la composición.
Mientras la musicalidad, relacionada con las facultades perceptivas, tiene un carácter innato y es relativamente inmutable, la susceptibilidad emocional a la música es más compleja, pues podría estar influenciada por factores personales,como los neurológicos.
Así, la indiferencia emocional a la música es poco frecuente. Lo normal es emocionarse ante la música; en mayor o menor medida, la música nos produce a todos una reacción emocional.
Sacks ha comprobado que esta indiferencia emocional a la música, se puede observar después de una conmoción y en algunos otros síndromes. Por el contrario, la susceptibilidad emocional a la música es mayor cuanto antes es su exposición desde el nacimiento o durante el embarazo.
La persistencia de la memoria musical es tal, que gran parte de lo que se oye durante los primeros años puede quedar grabado en el cerebro durante toda la vida.
Musicofilia: la relación de la música y el cerebro
En Musicofilia podemos conocer los datos más relevantes de algunos científicos como Isabelle Peretz, quien descubrió la existencia de una arquitectura funcional subyacente a la interpretación de la música gracias a la investigación sobre la amusia.
A través de casos clínicos, Sacks nos cuenta de qué trata la amusia y otras alteraciones musicales, de las que al menos una, es propia de nuestros tiempos actuales.
- Música empalagosa, gusanos cerebrales y melodías pegadizas: en la actualidad, debido al bombardeo constante de música o de melodías repetitivas, en diferentes situaciones, es frecuente mantener en nuestra cabeza una melodía sin quererlo o llegar a tararear una canción casi sin darse cuenta.
Sacks nos recuerda que la ubicuidad de la música y su accesibilidad no deben hacernos olvidar la cualidad extraordinaria y natural que tenía antes de la creación artefactual de los instrumentos musicales, reproductores musicales, Internet, etc.
- Musicofilia repentina. Seguro que has escuchado una y otra vez una canción, de forma repentina, al poco de descubrirla. Si esto es así, te atrae la musicofilia.
- Ataques musicales. Se denominan así porque surgen de manera repentina y no intencionada. A diferencia de los primeros, no son tan habituales, ocurren en escasas ocasiones y su intensidad es mayor. La música ya no es pegadiza y se tarda más en identificar.
- Miedo a la música: epilepsia musicógena. Esta fobia hacia la música puede originarse con en una situación traumática y en algunos casos se produce “musicolepsia” o epilepsia musicógena.
- Alucinaciones musicales. Estar convencido de escuchar música cuando no la hay. Una alteración similar es la relacionada a las dolencias que generan las nuevas tecnologías como ya alertaba Sacks , al escuchar los sonidos del pc o los “whassapitis”.
- Amusias. Es la incapacidad para reconocer la música. El Che Gevara o el compositor Ravel padecían de esta alteración. Lo que se tradujo en el segundo, en un pensamiento musical relativamente bien conservado, con gran afectación de la escritura y la lectura de partituras musicales.
Desde la Musicología, se contempla que su obra más famosa, Bolero, con su “ostinato” repetitivo, su relativa pobreza melódica y su linealidad constituyen un reflejo de su enfermedad.
- Sinestesias: es la asimilación conjunta o interferencia de varios tipos de sensaciones de diferentes sentidos de un mismo acto perceptivo.
Una persona sinestésica puede oír colores, ver sonidos y percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto con una textura determinada. La sinestesia es también un efecto común de algunas sustancias psicodélicas. Sin embargo hay personas que tienen esa capacidad de percibir sensaciones de diferentes sentidos de manera conjunta o “cruzada” o con “correspondencias”.
El efecto terapéutico de la música
En 1966, Oliver Sacks observó el efecto que la música producía en pacientes con Parkinson profundo, reflejándolo en su obra Despertares. En musicofilia, también nos informa de que la terapia musical es la que mejores resultados obtiene en reconducir conductual y emocionalmente personas con Alzheimer, ya que a diferencia de otras memorias, la memoria musical, permanece con nosotros durante toda la vida.
Todos estos fenómenos musicales, son expuestos a través de un lenguaje cercano y una mirada humanista de los pacientes, músicos o colegas de trabajo del autor que han tenido estas experiencias inusuales con la música.
El estilo narrativo que utiliza Oliver Sacks para describir la complejidad de los casos clínicos traspasa la frontera de ser un libro adscrito a la ciencia e incita a cualquier interesado por la música y la narrativa su lectura. Quizás Nietzsche tenía razón cuando expresó que “la vida sin música sería un error” , afirmación que comprende el paralelismo que hace Sacks, de la musicofilia con la biofilia, considerándola como algo vivo. Razón de más para llenar nuestras vidas de música.
No hay comentarios:
Publicar un comentario