jueves, 28 de noviembre de 2019

LA EDUCACIÓN TECNOLÓGICA, UN RECURSO CADA VEZ MÁS NECESARIO

Mirar el móvil mientras "compartimos" con una persona, interrumpir a nuestro interlocutor mientras nos comenta algo importante para él para pedirle que nos tome una foto y, en general, no saber dejar de lado las pantallas y centrarse en el momento presente, no solo puede demostrar falta de empatía, sino que afecta las relaciones interpersonales, deteriorándolas. 
Con cada minuto que pasa, la educación tecnológica se convierte en un asunto cada vez más urgente, además de necesario; aún cuando no siempre apreciemos a simple vista lo que es capaz de llegar a producir su ausencia.
Estamos viviendo una gran revolución tecnológica que, sin duda, está dando lugar a una serie de cambios culturales, sociales e interpersonales, entre otros. 
No existe otra época en la historia de la humanidad en la que se hayan producido tal cantidad de cambios en tan corto periodo de tiempo. La pregunta general es, ¿qué consecuencias, a corto, medio o largo plazo, pueden llegar a producir tales cambios? 


Nos enfrentamos a una revolución que, sin duda, nos ha cogido por sorpresa, pero que ha llegado para quedarse. Si bien es cierto que estos avances tecnológicos están siendo una gran ventaja para la sociedad, un avance del que todos queremos formar parte, también lo es el hecho de que un mal uso puede acarrear una serie de consecuencias a nivel psicológico si no se recibe una correcta educación tecnológica, especialmente a los usuarios más vulnerables, los niños.


No cabe duda de que nuestro cerebro, y por tanto nuestro comportamiento, se forma como resultado de la interacción entre los genes y el ambiente y tampoco de que nuestro ambiente ha cambiado vertiginosamente en pocos años. ¿Acaso pensábamos que estábamos preparados para toda esta revolución? La respuesta es no, y sus consecuencias ya se empiezan a vislumbrar.
Chica mirando el móvil pensando en el R-Bombing

Está pasando: algunos casos reales

Un día estaba tomando un café con un compañero de trabajo. Estábamos los dos solos y en un momento determinado de la conversación, sacó su teléfono y se puso a hablar por Whatsapp con otra compañera. Me consta que no era importante (Whatsapp nunca debería serlo). 
Yo me quedé avergonzado, aburrido y defraudado por lo que creía sería un divertido, interesante, ameno y grato momento con mi compañero de trabajo. Así que decidí, quizás con la intención de que ese momento de incomodidad durase lo menos posible, no sacar mi Smart-silly-phone y, en lugar de ello, decidí observar a mi alrededor. 
Justo en la mesa que tenía frente a mí había una pareja. El chico estaba sentado frente a la chica, tal y como yo estaba sentado con mi compañero. De esta manera, yo podía verle la cara a la chica y la espalda al chico. 
Ella parecía entusiasmada en aquello que contaba, mientras que él, en un alarde no sé si de irrespetuosidad, de falta de empatía o, incluso me atrevería a decir, de una preocupante normalidad, mantiene la vista en su móvil.
Desde mi privilegiada posición puedo alcanzar a ver el contenido del móvil del maleducado “receptor”: Instagram.  No doy crédito, ¿Instagram? Y no solo eso, pues el indiferente amigo, en la medida en la que su compañera parecía estar más entusiasmada en su discurso, iba aumentando la velocidad en la que otorgaba likes a cada una de las publicaciones que desfilaban frente a sus ojos.
He visto cómo la gente, literalmente, se va tropezando por la calle porque van mirando su móvil, con los peligros que ello conlleva. He visto chicos de 16 años haciéndose selfies, con morritos incluidos, mientras su familia cena en Navidad. Sé de parejas que han cortado una relación a través de las redes sociales; las mismas que se utilizan para hacer bullying.
He presenciado escenas de profesores frustrados llamando por enésima vez la atención a sus alumnos porque no son capaces de dejar los teléfonos mientras ellos explican la lección. 
He asistido a conversaciones “muertas”, a momentos desperdiciados por culpa de una tecnología a la que no estamos adaptándonos correctamente. Se está perdiendo no la cantidad, sino la calidad de la comunicación, la cual está siendo sustituida por un puñado de likes.
Noto como una conversación que va más allá de la mera y transitoria superficialidad aburre, pues vivimos en la necesidad instantánea del estímulo continuo y constante… vacío; no importa. Y lo peor de todo, estamos dejando de pensar. 
Los niños de hoy han dejado de aburrirse, y eso parece no importar; es más, eso parece bueno, cuando, en realidad, un niño “aburrido” es un niño a punto de viajar a los recónditos parajes de su mente, donde yace la creatividad, la que le dispondrá de la capacidad de resolver problemas en el futuro. 
Estímulos, estímulos, estímulos, estímulos… y, ¿cuándo pensamos? No hace mucho le pregunté a un “adolescente” de 24 años en qué momento del día no recibía ningún tipo de estímulo. A lo que respondió con una pregunta: “¿cuando duermo?” Como veis, no supo responder, pues su inseguridad convirtió su respuesta en duda.  
Pareja mirando sus móviles

Trastornos psicológicos asociados a la falta de educación tecnológica

La falta de educación tecnológica pueden causar algunos de los siguientes problemas psicológicos o psicopatologías.

Trastornos de la conducta alimentaria (TCA)

Las redes sociales muestran cánones de belleza inalcanzables que están asociados al éxito. El mensaje es claro, si no tienes un cuerpo 10 no podrás triunfar en la vida. 


Normalmente es imposible alcanzar unos cuerpos que en la mayorías de las veces tampoco son reales. Pero el mensaje es tan poderoso que, aún sabiéndolo, es casi imposible pasar por alto, sobre todo en adolescentes.
Consecuencias: anorexia nerviosa (AN), bulimia nerviosa (BN) o trastornos por atracón (TA), con mayor prevalencia en el sexo femenino.

Baja autoestima

Si el valor, entendiendo este como las capacidades y aptitudes atribuidas a una persona, es meramente superficial y el éxito depende de ese valor pasando por alto aspectos mucho más humanos como la generosidad, la inteligencia o la capacidad de empatizar, es muy común que las personas sienta que nunca va a ser tan válida como el resto de personas. Muy relacionada con el punto anterior.

Baja tolerancia a la frustración

Las redes sociales y los medios tecnológicos de la información son rápidos, vivimos en la sociedad de la inmediatez. Estos medios solo muestran el resultado final y no el esfuerzo que toda empresa exitosa ha necesitado. Es muy común que por este motivo las personas se frustren porque no consigan sus objetivos de forma rápida. 

Ansiedad

La ansiedad es un conjunto de manifestaciones fisiológicas que se producen cuando el cerebro percibe una amenaza con el fin de solventar la situación. 
Si no podemos conseguir el cuerpo perfecto que muestran las redes, pasar un día tan estupendo como el que sospecho por las fotos que veo está pasando mi compañero de trabajo o jamás podré tener una pareja que me quiera tanto como parece que se quieren Juan y María, es más que probable que mi cerebro se sienta amenazado, porque debemos recordar que somos animales sociales y debemos encajar en la sociedad para adquirir sentido de permanencia. 


Depresión

Y cuando alguna de estas circunstancias aparece, ya sea de forma aislada pero con gran intensidad o acompañada de alguna otra es muy probable que el estado anímico de la persona decaiga, incluso llegando a poder desarrollar síntomas depresivos severos.
Estas psicopatologías son consecuencias de esta nueva era; consecuencias que están creciendo tanto en incidencia como en prevalencia en nuestra sociedad. Se necesita control, límites y, sobre todo, educación, mucha educación tecnológica ante una revolución que nos ha cogido por sorpresa y que no sabemos adónde nos va a conducir.
Mujer con depresión

Urgente: necesitamos educación tecnológica

Aquiles Gay y Miguel A. Ferreras (2016) tratan estos asuntos en su libro La educación tecnológica. En él exponen la importancia de educar, ya desde edades tempranas, tanto en el aula como en los hogares, en la incorporación de la tecnología y los cambios que esta está produciendo en la sociedad. 
El mal uso de la tecnología sí está teniendo consecuencias, en muchos casos nefastas, para nuestra sociedad.
Nos encontramos en un punto en el que es necesario y vital intervenir, enseñar y educar en el uso de los medios de comunicación. Sería retrógrado obviar los beneficios que esta nueva era nos ofrece, pero aún más lo sería creer que podremos sobrellevar tal cantidad de cambios sin una enseñanza y una educación tecnológica adecuada, sobre todo con los más pequeños.
Necesitamos una sociedad compuesta por docentes y padres que entiendan este mensaje y se comprometan con él.

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