En el día a día de la práctica sanitaria, doctores, enfermeros, fisioterapéutas, etc... se enfrentan a retos que repercuten en mayor o menor medida en su propia salud. Es difícil no verse afectados por la carga laboral, emocional y profesional que implica trabajar con personas cuya salud está mermada.
La regulación emocional en entornos sanitarios ayuda a los profesionales de la salud a reconocer la utilidad y el carácter transitorio de las emociones. Además, también les ayuda a gestionar su influencia y a no caer en el enganche emocional.
La regulación emocional implica contar con competencias para reconocer, gestionar y controlar nuestras emociones. Desde la psicología, se concibe como un proceso básico dentro de la inteligencia emocional. Esta inteligencia es determinante para el desarrollo de las habilidades de comunicación, tan necesarias para trabajar con pacientes.
Pero para practicar la regulación emocional en entornos sanitarios, primero se debe conocer qué es exactamente este proceso y en qué consiste. El entrenamiento en regulación emocional es “la capacidad para estar abierto tanto a los sentimientos agradables como a aquellos que nos resultan menos placenteros” (Fernández, 2010).
El modelo de regulación emocional basado en el procesamiento emocional de Hervás (2011) divide este proceso en varias tareas o fases por las que se debe pasar hasta alcanzar dicha regulación:
- Apertura emocional: nos permite identificar, vivir y expresar las propias emociones.
- Atención emocional: capacidad para reconocer las emociones, de tener conocimiento de las mismas.
- Etiquetado emocional: capacidad para identificar las emociones, es decir, de ponerles nombre.
- Aceptación emocional: implica no rechazar las emociones que se están experimentando.
- Análisis emocional: reflexionar y entender el significado y las implicaciones de sus emociones
- Regulación emocional.
La relación pensamiento-emoción
Existe una relación bidireccional entre emociones y pensamientos. Ambos se alimentan mutuamente, y el fallo en una dimensión pone en riesgo a la otra. Así, un pensamiento negativo constante, del cual no podemos desengancharnos, afecta a cómo nos sentimos. Igualmente, una emoción negativa y que no se ajusta a la realidad influye en nuestro pensamiento.
Un ejemplo muy habitual en los trabajadores de la sanidad es tener la idea de que no se termina de atender correctamente a los pacientes por falta de tiempo. Esta insatisfacción genera emociones de frustración, estrés o impotencia. A su vez, estas emociones alimentan al dicho pensamiento, produciendo un agravamiento progresivo de la situación.
Ante estos problemas, una solución es cambiar la situación mediante la acción. Pero existen ocasiones en las que no se puede cambiar lo que ocurre o en las que la probabilidad de cambiarlo es muy baja. Especialmente en salud, cuando se trabaja con sintomatología que no siempre remite, con enfermedades que pueden no mejorar, con tiempo o recursos limitados, etc.
Por tanto, es necesario contar con herramientas que sirvan para gestionar las propias emociones. De este modo, se podrá continuar ofreciendo un trato de calidad trabajando por y para la mejora del paciente.
El estrés en los profesionales de la salud
Existen gran cantidad de estudios que establecen una relación negativa entre la inteligencia emocional y el estrés profesional. Estos indican que, a mayor entrenamiento en inteligencia emocional, menor nivel de estrés y mayor prevención del fenómeno burnout (Bajo Gallego y González Hervías, 2014).
«El burnout, o síndrome del trabajador quemado, genera insatisfacción laboral, deterioro del ambiente laboral, disminución de la calidad del trabajo, absentismo, abandono de la profesión y adopción de posturas pasivo-agresivas con los pacientes».
-Leal-Costa, Díaz Agea, Tirado-González, Rodríguez-Marín y Van Der Hofstadt, 2015-
Los beneficios del mindfulness en pacientes
El mindfulness se traduce como atención plena, y consiste en centrarse en el presente, en poner atención en el aquí y el ahora, siguiendo las siguientes directrices:
- Sin juzgar.
- Sin expectativas.
- Abierto a todo lo que le rodea.
- Desde la curiosidad o con una mente de principiante.
- Desde una actitud de autocompasión.
Está demostrado que la práctica del mindfulness aumenta la regulación emocional. Además, en pacientes, la práctica regular puede:
- Aumenta el bienestar general y reduce los estados emocionales disfuncionales y las sintomatologías físicas por enfermedades crónicas.
- Actúa como factor protector ante el empeoramiento de la función cognitiva global en pacientes con Alzheimer.
- Beneficia a pacientes con sintomatología de estrés, ansiedad y depresión.
- Contrarresta los efectos negativos del estrés crónico en pacientes con cáncer.
- Mejora el funcionamiento físico, dolor corporal, salud general, funcionamiento social y salud mental en pacientes con fibromialgia.
La finalidad del mindfulness no es dejar la mente en blanco, sino aceptar los pensamientos y sentimientos que experimentamos, desvinculándonos de ellos. Entendiendo, que ambos son fenómenos transitorios y no definen lo que somos.
Por tanto, la persona que practica regularmente mindfulness se convierte en un experto autorregulador de las emociones.
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