La creatividad es una cualidad tan valorada como escasa. Tan difícil y mágica como incómoda, ya que rompe con lo establecido. Hoy queremos hablar de cómo fomentarla en los más pequeños frente a la dinámica de un sistema educativo que premia la homogeneidad (la misma respuesta para los mismos problemas).
La mayoría de los padres desean que sus hijos sean obedientes, atentos, inteligentes y agradables en el trato social. Quieren lo mejor para ellos y con esa voluntad trabajan horas y horas y sufren con los contratiempos que se les presentan. Además, entre estas cualidades que querrían elegir, en caso de contar con una varita mágica, se encuentra la creatividad.
Ahora bien, ¿cómo estimular esta parte en los más pequeños? ¿cómo hacer que reproduzcan esos momentos mágicos en los que cobra vida lo nuevo por puro ingenio?
Pues bien, existen diferentes estrategias. Todas ellas lógicas, consecuentes y de eficacia comprobada. Además, destacan porque su aplicación requiere de padres o tutores activos e implicados, muy lejos de ese: «¿No puedes estarte quieto?» o el «Ahora no tengo tiempo para tus historias«.
Pues bien, si queremos niños creativos, frente a un sistema educativo que tiende a la homogeneidad (Ferrándiz, 2011), necesitamos hacer un esfuerzo para romper la inercia.
La organización del tiempo, un desafío para la creatividad
Inglés, natación, matemáticas, fútbol, ajedrez, taller de escritura… La oferta de actividades para los niños es enorme. Podríamos decir que son unos privilegiados porque ya no necesitan vivir en una gran ciudad para encontrar una agenda de actividades que se ajuste a sus intereses o a los de los padres.
La amenaza de un mundo adulto muy competitivo ha hecho que muchos padres hagan un esfuerzo económico porque los pequeños cuenten con una formación complementaria.
Sin embargo, este cambio de orientación tiene un precio. Los niños no se aburren, no tienen que inventar juegos, no necesitan esforzarse por trasformar un ambiente bajo en estimulación en un entorno en el que se puedan divertir. Porque sí, la creatividad empieza con las travesuras, con los juegos, con el propio control sobre el tiempo: un hito muy complicado de alcanzar cuando están todo el rato dirigidos.
Así, la primera estrategia para potenciar la creatividad es darles tiempo y espacio para que tomen decisiones lejos de la presión de tener que responder a demandas externas. De otro modo, el pensamiento divergente, sin una conquista de la autonomía, no tiene demasiado sentido: la creatividad es reforzadora en sí misma cuando sirve para resolver problemas reales.
La dificultad de los desafíos
Sí, los niños también pueden desarrollar su creatividad en actividades dirigidas. Este fenómeno se produce, de manera especial, cuando existe una regulación inteligente de los desafíos. Así, hablaremos de dos tipos interesantes de retos.
El primero grupo estará formado por aquellos desafíos que el niño, con esfuerzo, puede afrontar por sí mismo. En esta situación, los adultos podemos apoyar con frases de ánimo, afrontando un reto paralelo y esquivando la tentación de facilitar una ayuda instrumental. Ellos son capaces y conseguirlo reforzará su confianza.
El segundo estará formado por aquellos desafíos para los que el niño necesita una pequeña ayuda. Una cuenta que todavía no sabe hacer, una palabra de la que desconoce su significado, que la biblioteca quede muy lejos para que vaya él solo.
En estos casos, la tentación a esquivar es la de tomar el control. Nosotros calculamos, pero ellos resuelven el problema; nosotros hacemos de diccionario accidental, pero ellos responden a las preguntas sobre la historia; nosotros les acompañamos, pero ellos nos llevan por el camino que ya se han aprendido.
Tecnología y reuniones sociales
Qué mono, qué majo, qué salado. A muchos padres les encanta que sus hijos hagan una exposición pública de las habilidades que acaban de conquistar. Sin embargo, en muchos casos, el niño no tiene ningunas ganas de poner sus habilidades a prueba en un ambiente en el que se siente evaluado, inseguro. Esto puede hacer que falle, que aparezca la ansiedad y que ya no quiera seguir avanzando.
Por otro lado, los entornos sociales son también un buen lugar para el desarrollo de la creatividad. En ellos, se producen cambios naturales, imprevistos, ante los que va a tener que responder. Pensar y responder.
Por eso, es importante que la tecnología esté en este, y en otros momentos, fuera de su alcance. Se trata de que el pequeño se enfrente a los desafíos de la realidad, a esos que les plantean los demás y no un juego en una pantalla.
La creatividad tiene varios componentes: la persona, el proceso, el producto y el
entorno. Kaufman y Sternberg (2007) hacen referencia a esto como el modelo de “four
P’s” (person, process, product y press).
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