jueves, 5 de marzo de 2020

ACEPTAR NUESTRA VULNERABILIDAD NOS HACE MÁS FUERTES


La vulnerabilidad es inherente al ser humano y no puede definirse como una muestra de debilidad, todo lo contrario. Aceptar la propia vulnerabilidad es un signo de fortaleza. Cuando lo hacemos, lo que pretendemos es encontrar maneras más funcionales de vivir y esto, inexorablemente, tiene como consecuencia una mejor sociedad para todos.


Todos somos vulnerables, incluso los superhéroes que, a pesar de sus poderes, arrastraron su trauma infantil e intentaron superarlo. Sin embargo, la imposición de las condiciones exitistas que determina la sociedad hace que las personas se blinden y se coloquen una armadura para lograr ser inmunes a las situaciones que puedan mostrar sus flancos débiles.
Así, se establece una carrera desenfrenada para establecer objetivos y obtener logros. El triunfo y la victoria son condiciones que posibilitan el éxito y que se constituyen en la aspiración de los seres humanos en proceso de crecimiento e inserción social. Sin embargo, este proceso no está equivocado, siempre y cuando, se encuentre al servicio de una organización de vida.
El problema radica en que, a veces, la carrera que se establece para llegar a la fama y alcanzar la notoriedad no es la adecuada. Estar motivado para transformar un proyecto en un hecho concreto no implica desesperarse por el éxito, sino ir hacia delante poco a poco y con paciencia, mientras se concretan los sueños personales.
Mujer sintiendo fragilidad emocional

Vulnerabilidad y complejidad

Si bien el concepto de vulnerabilidad es un término comprensible, encierra una notable complejidad por sus numerosos significados, los cuales pueden entenderse a la luz de diferentes contextos. Desde una crisis matrimonial, la pérdida de un objeto al cual queríamos hasta un tsunami entran en su definición.
La vulnerabilidad es una característica de los seres humanos que parece evidente desde una perspectiva antropológica, pero que es bastardeada por la cultura exitista y la necesidad de notoriedad.
La noción de fortaleza a todo nivel como condición sine qua non, la homologación de vulnerabilidad con debilidad, la defensa del individualismo y la autonomía son condiciones que la han relegado a un plano inferior. O sea, a día de hoy, se suele pensar que es denigrante ser vulnerable. 
Por otra parte, la vulnerabilidad no solamente se asocia a las características particulares de una persona que puede estar más susceptible al daño, sino también tiene que ver con las características del contexto. Las condiciones socioambientales, políticas, económicas, etc. pueden exponer a las personas a condiciones de vulnerabilidad.
La vulnerabilidad asociada a debilidad describe a un individuo paupérrimo en capacidad con pocos recursos personales y con pocas herramientas para la notoriedad social. Esta asociación deja expuesta la falacia: todos hemos pasado por situaciones que afectan profundamente a nuestras defensaspara adaptarnos.

Vulnerabilidad y bioética

La idea de vulnerabilidad ha comenzado a formar parte de los discursos bioéticos, introduciendo el concepto de poblaciones vulnerables.
Cabe señalar que si el objetivo de la bioética ha sido el ser humano, esta siempre se ha ocupado de la vulnerabilidad porque el ser humano es un ser vulnerable: pensemos que un bebé desde que nace debe ser asistido por sus padres tanto para alimentarse como para protegerse, de lo contrario el hombre no sobreviviría. De hecho, si comparamos la raza humana con otros mamíferos, existe una gran diferencia en la autonomía temprana.
Hay poblaciones enteras cuyos miembros son más vulnerables que otros. De esto se desprende la necesidad de planificación sanitaria y asistencia para mejorar las condiciones ambientales y reducir el margen de riesgo.
La vulnerabilidad entonces puede definirse como la capacidad disminuida de una persona o un grupo de personas para anticiparse, hacer frente y resistir a los efectos de un peligro producido por la naturaleza o causado por la actividad humana y para recuperarse de los mismos.
Situaciones de catástrofes naturales como terremotos, maremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, incendios forestales; situaciones provocadas por humanos como asesinatos, actos criminales, abuso sexual, violaciones sexuales, violencia de todo tipo, dictaduras, hecatombes económicas, crisis políticas, etc. constituyen parte de la nómina de los hechos que pueden perturbar la estabilidad de las personas.
Por tanto, hay dos tipos de vulnerabilidad humana:
  • La vulnerabilidad antropológica, entendida como una condición de fragilidad intrínseca al ser humano como ser biológico.
  • La vulnerabilidad sociopolítica, entendida por la pertenencia al grupo social que implica a factores económicos, culturales, ambientales y políticos que vulnerabilizan al ser humano.

El hecho no es el hecho

No obstante, el hecho que vulnerabiliza no es un hecho traumático en sí mismo, sino que dependerá de la atribución de significado que le otorgue la persona.
Todos los hechos de nuestra vida pasan por el tamiz de nuestra estructura cognitiva (sistema de creencias, escala de valores, historia, experiencias, reglas familiares y sociales, funciones, etc.) que impregna de significado lo que percibimos.
Pensemos en un terremoto en San Francisco: ¿es para todos el mismo terremoto? Para alguien que vive en esa ciudad tendrá un significado posiblemente traumático, mientras que para quien viva en otro extremo del planeta no tendrá la misma repercusión emocional. Hay tantas versiones del terremoto como personas se enteraron del hecho.
Esta distinción implica que un jefe psicópata puede causar diferentes reacciones en sus empleados. Uno estalla, otro se estresa, otro se duerme y a alguien le duele la cabeza, mientras que a otros no les ocurre nada, ni se inmutan. Algunos se vieron vulnerabilizados sintomáticamente, mientras que otros siguieron con su vida normal.
La vulnerabilidad es subjetiva.
Mujer sufriendo por dependencia emocional
El hecho se convierte en un evento traumático de acuerdo a la descripción con que sea categorizado. Por tanto, el hecho, de acuerdo a la intensidad que se le otorgue a una situación, será un impacto, una perturbación emocional que puede convertirse en traumática, o pasará inadvertido.
Cualquier evento puede transformarse en traumático si es lo suficientemente importante para el individuo como para producir una herida psicológica y emocional.
Ser vulnerable implica llegar a un umbral crítico que desestabiliza el equilibrio psicológico y emocional y que puede resultar traumático.
La vulnerabilidad que genera una situación traumática, su recuerdo recurrente y su persistencia en el tiempo disminuyen las capacidades, laceran la autoestima y entorpecen la elaboración y posterior superación.
Es recomendable la autoobservación y la reflexión sobre qué recursos se poseen para lograr enfrentar el fantasma traumático y qué capacidades se pueden desarrollar para resolver una situación que lo inhabilita. Entonces ¿será posible la resiliencia?
La resiliencia es la capacidad para vivir y desarrollarse positivamente a pesar de los episodios traumáticos que se pudieron haber transitado. Es la posibilidad de superación, la salida airosa del dolor, pero también implica salir fortalecido en la propia valoración personal.
Entonces, no se trata de negar las situaciones que nos acucian, ni se trata de blindarnos, debemos ser conscientes de nuestros recursos, pero también de nuestras vulnerabilidades. Esta ecuación, sin duda, nos hace más fuertes.

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