¿Pueden los virus controlar nuestro comportamiento? A muchos se nos ha pasado por la mente alguna vez esta cuestión. Y es cierto, la pregunta como tal parece sacada de una novela de ciencia ficción e incluso de terror. Sin embargo, la ciencia, habituada a plantearse temas mucho más complejos, ha descubierto que efectivamente, lo hacen: los virus pueden alterar nuestra conducta.
Eso sí, no lo hacen de una manera directa. Sin secuestrar nuestra voluntad ni tomando decisiones por nosotros. En realidad, lo hacen de un modo más sibilino, silencioso e interesado. Porque si hay algo que desean por encima de todo estos seres microscópicos infecciosos es sobrevivir, replicarse y formar parte de ecosistemas complejos.
Un modo de lograr su objetivo vital consiste en alterar el comportamiento del huésped en el que se aloja. De esta manera, el huésped, por sí mismo, diseminará más partículas víricas. Por ello, gran parte de esos síntomas que experimentamos cuando pasamos por una gripe, una diarrea o incluso un resfriado común, tienen como objetivo transmitirse a otros individuos sanos para propagar la infección.
Estornudar, por ejemplo, es algo más que un mecanismo natural para expulsar invasores del organismo. También es un modo por el que se propagan los virus al “saltar” de un organismo a otro de manera efectiva. Y les funciona. No obstante, hay datos aún más fascinantes (e inquietantes) sobre este tema.
¿Cómo pueden los virus controlar nuestro comportamiento?
Los términos “virus”, “bacteria”, “parásito”, “germen” y “microbio” generan inquietud porque están asociados con “malestar ” y “enfermedad”. Como bien suele decirse, nuestros peores enemigos son precisamente aquellos que no podemos ver, aquellos que solo son visibles bajo un microscopio y que tienen el poder de debilitar la salud.
Sin embargo ¿cómo son realmente estos seres? En realidad, no son más que paquetes de información genética. Contenedores rodeados de una llamativa cápsula de proteína.
Su única finalidad es introducirse en células de otros organismos para sobrevivir y multiplicarse. No solo nos infectan a nosotros, también invaden organismos animales, plantas, hongos e incluso bacterias.
Así, ante la pregunta de cómo los virus pueden controlar nuestro comportamiento, lo primero que debemos entender sobre ellos es que son más inteligentes de lo que pensamos.
Carecen de cerebro, pero es común que los virólogos los definan como “seres altamente inteligentes”. Saben cómo entrar en una célula, desarmarla y transformarla para que replique partículas virales. Es más, algo que también hacen es alterar el comportamiento del huésped. Veamos de qué manera.
Los síntomas de las enfermedades: formas de propagación para los virus
Para saber si pueden los virus pueden controlar nuestro comportamiento, nos remitiremos a un estudio reciente. Se trata de una investigación publicada en la revista PLoS Pathogens y realizada por las doctoras Claudia Hagbon y Maria Istrate, de la Universidad de Linköping, en Suecia.
En este trabajo, se intentó profundizar un poco más en un tipo de enfermedad infecciosa que cada año, se lleva la vida de 600 000 niños. Una cifra muy elevada y cuyo causante es un rotavirus. Los síntomas más evidentes son siempre los vómitos y las diarreas. Se creía que los vómitos eran un mecanismo de defensa del propio organismo ante la enfermedad.
Se pensaba que el vómito surgía tras esa conexión entre el cerebro y el intestino para liberar del cuerpo un peligro, un alimento en mal estado u otro agente tóxico.
En este caso, era la serotonina quien activaba al sistema nervioso para que el cerebro generara esta conducta y poder liberar así del organismo esos elementos nocivos.
Ahora bien, lo que descubrió este equipo de médicos suecos al respecto, fue lo siguiente: es el rotavirus quien controla los mecanismos de vómito y diarrea y lo hace con un fin muy concreto: diseminar partículas víricas e infectar a otras personas.
La ciencia de la virología conductual
¿Pueden los virus controlar nuestro comportamiento? La respuesta es positiva.Lo hacen y su estrategia es hacer que los síntomas que experimentamos sean su mecanismo de infección hacia otras personas (es decir, otros huéspedes). En su afán por sobrevivir y replicarse, toman el control de conductas como los estornudos, los vómitos, diarreas etc.
Ahora bien, la ciencia de la virología conductual va más allá. Investigaciones como la del Instituto Karolinska, en Estocolmo, Suecia, nos indican algo más.
Algunos virus pueden alterar por completo nuestro comportamiento. Pueden producirnos irritabilidad, insomnio, hiperactividad e incluso cambiar la conducta de una persona de manera radical.
Ejemplo de ello lo tenemos la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (vacas locas), en la que los pacientes sufren demencia progresiva, dificultad para caminar, agitación, cambios de humor… El virus de la enfermedad de Borna, por ejemplo, se describió por primera vez en caballos en 1766.
Sin embargo, también ha llegado a afectar a algunas personas, produciendo cuadros clínicos muy semejantes a la esquizofrenia. La rabia, por su parte, es un ejemplo de cómo un virus puede alterar el comportamiento de un animal.
Afortunadamente, la ciencia nos protege ante el efecto de gran parte de estos virus. El resto, aquellos ante los cuales aún no tenemos vacuna o mecanismo de defensa, existe una estrategia altamente efectiva: lavarnos las manos con frecuencia y cuidar la higiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario