Cuando éramos pequeños parecía que las vacaciones de verano duraban para siempre y que el tiempo de espera entre unas Navidades y las siguientes era eterno ¿Acaso alguien sabe por qué cuando nos hacemos mayores el tiempo pasa volando y las semanas, meses y estaciones desaparecen del calendario a un ritmo vertiginoso?
El ritmo de vida típico de los adultos, lleno de responsabilidades y preocupaciones, distorsiona nuestra noción del tiempo. Según algunas investigaciones, se debe a que las personas mayores perciben que el tiempo pasa más rápido, haciendo que llevemos vidas apresuradas llenas de estrés.
Las teorías sobre la percepción del tiempo
Hay varias teorías que intentan explicar por qué nuestra percepción del tiempo se acelera cuando nos hacemos mayores y una idea es la alteración gradual de nuestros relojes biológicos internos: la desaceleración de nuestro metabolismo al hacernos mayores se sincroniza con la ralentización de nuestro ritmo cardíaco y de nuestra respiración. El corazón de un niño late más fuerte, de ahí que su número de latidos y respiraciones sea mayor, haciendo que parezca que ha pasado más tiempo.
Otra teoría sugiere que la forma en la que percibimos el paso del tiempo está relacionada con la cantidad de nueva información percibida que absorbemos: al tener muchos estímulos nuevos, nuestros cerebros necesitan más tiempo para procesar la información, haciendo que el periodo de tiempo parezca más largo. Esto explicaría la “percepción a cámara lenta” de los hechos justo antes de un accidente: las circunstancias inusuales hacen que haya demasiada información a tener en cuenta.
De hecho, puede que al afrontar nuevas situaciones nuestros cerebros registren recuerdos de forma más detallada, de ahí que nuestra reconstrucción de los hechos parezca más lenta que el evento en sí. Esto ha sido demostrado en experimentos con personas expuestas a una caída libre.
El mundo inexplorado vs el mundo que ya es costumbre
¿Pero cómo se explica que el tiempo cada vez pase más rápido cuando envejecemos? La teoría sugiere que cuanto más viejos nos hacemos, más nos acostumbramos a nuestro entorno. Ya no nos damos cuenta de los detalles de nuestras casas o de nuestros lugares de trabajo. En el caso de los niños el mundo es más bien un lugar inexplorado lleno de posibilidades, algo que hace que los niños necesiten hacer un esfuerzo mayor con el cerebro para reconfigurar sus ideas mentales sobre el mundo exterior. Esta teoría sugiere que esto es lo que hace que el tiempo pase más despacio para los niños que para los adultos inmersos en la rutina.
LA FORMA EN LA QUE PERCIBIMOS EL PASO DEL TIEMPO ESTÁ RELACIONADA CON LA CANTIDAD DE NUEVA INFORMACIÓN PERCIBIDA QUE ABSORBEMOS: AL TENER MUCHOS ESTÍMULOS NUEVOS, NUESTROS CEREBROS NECESITAN MÁS TIEMPO PARA PROCESAR LA INFORMACIÓN
De ahí que cuanto más familiarizados estemos con las experiencias del día a día, más rápido parece que pasa el tiempo y, generalmente, la familiaridad aumenta con la edad. El mecanismo biológico detrás de esta teoría se supone que es la liberación de dopamina durante la percepción de nuevos estímulos que nos ayudan a medir el tiempo. A partir de los 20 y al madurar, los niveles de dopamina bajan, haciendo que el tiempo parezca que pase más rápido.
Pero ninguna de estas teorías coincide con el ritmo casi matemático y continuo de la aceleración del tiempo. La aparente reducción de la duración de un determinado periodo de tiempo al envejecer sugiere una “escala logarítmica” en cuanto al tiempo. Las escalas logarítmicas se usan en vez de las escalas lineales tradicionales a la hora de medir terremotos o el sonido. Debido a que las cantidades a medir pueden variar mucho, necesitamos una escala de medición mayor para realmente entender lo que ocurre. Esto también se aplica al tiempo.
En la escala logarítmica de Richter (para terremotos) un incremento de magnitud 10 a magnitud 11 no se corresponde con un incremento del movimiento de la tierra del 10 %, tal y como sería el caso en una escala lineal. Cada incremento de la escala Richter se corresponde con un aumento de 10 veces en el movimiento.
El tiempo de los niños pequeños
¿Pero por qué motivo nuestra percepción del tiempo también tendría que seguir una escala logarítmica? La idea es que percibimos un periodo de tiempo como la proporción de tiempo que ya hemos vivido. En el caso de un niño de dos años, un año es la mitad de su vida, de ahí que cuando eres joven el tiempo entre cada cumpleaños parece ser eterno. En el caso de un niño de diez años, un año es solo el 10 % de su vida (de ahí que la espera para el siguiente cumpleaños sea más llevadera) y en el caso de una persona de veinte años, un año es solo el 5 %.
En la escala logarítmica, para que una persona de 20 años perciba el mismo aumento proporcional en edad que un niño de dos años tendría que esperar a cumplir los 30. Teniendo en cuenta este punto de vista, no es sorprendente que el tiempo parezca acelerarse al hacernos mayores.
Solemos pensar en nuestras vidas por décadas (los 20, los 30, etc.), lo que sugiere que cada periodo tiene el mismo peso. Sin embargo, en la escala logarítmica percibimos diferentes periodos de tiempo como si tuvieran la misma duración. Según esta teoría, percibimos las siguientes diferencias de edad de la misma forma: de los cinco a los diez, de los 10 a los 20, de los 20 a los 40 y de los 40 a los 80.
No me gustaría acabar con un apunte depresivo, pero el periodo de cinco años que tuviste entre los cinco y los diez años podría parecer igual de largo que el periodo entre los 40 y los 80.
Así que a ponerse a hacer cosas. El tiempo vuela, te lo estés pasando bien o no y cada día vuela más rápido.
Autor: Christian Yates, Profesor de Biología matemática, Universidad de Bath
Fuente: http://m.magnet.xataka.com
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